martes, 1 de octubre de 2013
Coscomatepec de Nicolás Bravo
Coscomatepec de Nicolás Bravo
Héctor Martínez Domínguez
Nadie imaginó que la hazaña de Nicolás Bravo en Coscomatepec sería el principio de una carrera político-militar que lo llevaría a la presidencia de la república en dos ocasiones1. Su labor social y su estrategia de combate ya preludiaban al constitucionalista; efectivamente, no se trataba únicamente de organizar la guerra de Independencia, el pueblo requería más que eso, necesitaba de una nación propia, de una patria que no estuviera condicionada por la voluntad de la ambición de los imperios extranjeros. Así es, con la defensa y ruptura del sitio a Coscomatepec, se inicia no solamente la liberación de un pueblo que florecía heroico en las montañas de la Sierra Madre Oriental, sino que se iniciaba el camino a la libertad de toda una nación.
Y así fue, porque la construcción de una nueva nación (1823-1828), se inicia en la concepción del Plan de Iguala, donde no se reniega de la paternidad española, pero se reconoce la necesidad de la separación natural de la Nueva España de la metrópoli. Por eso es importante entender que la larga lucha insurgente y la independencia habían fortalecido el regionalismo –como sucede en nuestro terruño– contra el centralismo del imperio español. Es por eso que debemos entender que la presencia de Nicolás Bravo en la región no es casual; él, oriundo de Chilpancingo, Guerrero, donde nace en 1786 y muere en 1854, y siendo un agricultor próspero se unió a las fuerzas de Hermenegildo Galeana el 16 de mayo de 1811 a la edad de 25 años. Posteriormente tomó parte en la campaña del sur, al lado de Morelos, teniendo un comportamiento heroico durante el sitio de Cuautla. En agosto de 1812, sabiendo Morelos que el gobernador de Veracruz había enviado con dirección a Puebla al teniente coronel Juan Labaqui, con una fuerza de 369 hombres, para conducir al interior la correspondencia que se había rezagado en el puerto, decidió que Nicolás Bravo, al mando de 200 soldados y de las guerrillas de Arroyo y del Bendito, atacara esa partida en San Agustín del Palmar. El insurgente salió de Tehuacán el día 18 y tras 14 horas de viaje atacó el punto, hasta que el capitán Palma, que mandaba a los negros de la Costa, asaltó la casa donde se defendía Labaqui y lo mató con su sable. Bravo hizo prisioneros a todos los realistas y se apoderó de 3 cañones y 300 fusiles. En premio a esta acción le fue conferido el mando militar de la provincia de Veracruz y con este mando militar avanzó con 3 mil hombres hasta Medellín, después de atacar un convoy de realistas en Puente Nacional, donde hizo al enemigo 90 prisioneros.
Muy lejos de ahí, su padre, el general Leonardo Bravo, había sido aprehendido en la hacienda de San Gabriel en el estado Morelos, muy cerca de Cuautla, fue condenado a la pena de muerte. El virrey Venegas, sin embargo, le ofreció el perdón si su hijo Nicolás y sus hermanos se acogían al indulto y dejaban de combatir contra el gobierno virreinal. Morelos mismo autorizó a Bravo a considerar la oferta, pero el joven caudillo (tenía entonces 26 años) desconfió de las seguridades que se le daban, pues varias veces los realistas habiendo prometido el indulto, sacrificaban a los insurgentes una vez que los tuvieron en su poder. Morelos propuso al virrey canjear a don Leonardo Bravo por 800 prisioneros, españoles en su mayoría, pero desechada esta contraproposición, el 13 de septiembre el general Bravo y sus compañeros de prisión, José María Piedras y Luciano Pérez, fueron ejecutados a garrote vil. Entonces Morelos ordenó a Nicolás Bravo que pasara a cuchillo a los 300 prisioneros españoles que tenía en su poder. Estas noticias las recibió don Nicolás Bravo en Medellín y de inmediato mandó poner en capilla a los sentenciados. Pero en la noche –cuenta él mismo en una carta dirigida el 21 de febrero de 1850 a Lucas Alamán– que no pudiendo conciliar el sueño en toda la noche, se ocupó en reflexionar acerca de las represalias que habría de tomar y, entonces, consideró que esto disminuiría la causa que defendía porque se vería más como una venganza que como una causa justa. Y observando una conducta contraria al virrey, consideró que podría conseguir mejores resultados. Dice Nicolás Bravo: A las cuatro de la mañana decidí perdonarlos, de una manera que se hiciera pública, y surtiera todos los efectos a favor de la causa de la Independencia. Así a las 8 de la mañana mandó a formarlos, les perdonó la vida y los puso en libertad. Todos ellos, llenos de gratitud, se incorporaron a la división, menos cinco comerciantes que regresaron a Veracruz Puerto. He aquí un pasaje grandioso de un hombre sensible e inteligente que supo siempre dirigirse con honestidad y transparencia a favor del pueblo.
Pero fue después de la victoria en San Agustín del Palmar, cuando Nicolás Bravo fue nombrado Jefe de la Independencia del Estado de Veracruz, y precisamente esas fueron las acciones que permitieron que Nicolás Bravo fuera elegido por Morelos para defender Coscomatepec de la amenaza de las fuerzas militares de los realistas, lo que dio pauta a uno de los episodios más relevantes de la guerra de Independencia en todo el Estado de Veracruz. Porque el cerco al que estuvo sometido el pueblo fue feroz y constante hasta sumirlo en un estado de sitio que propició enfermedades y hambruna. Era evidente que por su posición geográfica, Coscomatepec representaba un lugar estratégico para los realistas y para los insurgentes, sin embargo, lo que motivó la lucha por el sitio fue la participación decidida de todo el pueblo a favor de la Independencia. El gran ejemplo lo puso, sin duda alguna, Don Mariano Gómez, originario de Coscomatepec, quien viajó para a la altiplanicie para iniciar el conocimiento que aportarían los conjurados de Querétaro, y quedando comprometidos con ellos volvió a su tierra para alentar la lucha de indepenedencia. Sin fatiga impulsaron la causa libertaria, lo que lograron en poco tiempo ayudados por el cura Antonio Amez y Argüelles. Por tal motivo Mariano Gómez fue denunciado a las autoridades virreinales, quienes
haciéndolo prisionero lo interrogaron acerca de las otras personas comprometidas y ante su negativa a delatar a sus compatriotas fue fusilado.
Sin duda, y debido a todas sus acciones, Bravo contaba con la simpatía del pueblo que era totalmente de ideas libertarias y partidario decidido e incondicional de los insurgentes. Bravo supuso y más tarde comprobó que la ciudadanía de Coscomatepec le seria fiel hasta el final. Con ayuda de su tropa y de la gente pacífica de San Juan Bautista, comenzó a fortificar el pueblo y a construir armas. El plan de Bravo era fortificar poco a poco a Coscomatepec, sin embargo, las autoridades de la época pronto se enteraron de sus acciones, por lo que a partir de entonces estuvo vigilado, pues los realistas no querían que este punto ventajoso quedara en manos de los insurgentes, principalmente por ser un lugar de producción tabacalera y por su útil ubicación para la comunicación de Veracruz a México.
No fue fácil la resistencia. El ejército insurgente demostró su capacidad estratégica, pero aún así se sacrificaron muchas vidas al detener los ataques realistas por demasiado tiempo, ya que no permitirían el avance de esas tropas comandadas por el cura Morelos. Para los realistas era de gran interés no dejar a Bravo este punto ventajoso de Coscomatepec, por el peligro que corrían las riquezas de tabaco almacenadas en las villas de Orizaba y Córdoba (únicos lugares de estanco de la producción agrícola tabacalera, por entonces principal sostén económico del gobierno de la Nueva España), y para la comunicación que representaba el Camino Real de Veracruz a México.
Para sitiar a Coscomatepec se eligió al Coronel don Juan de Cándano, comandante del batallón de Asturias, que bajó de Puebla con unos 600 hombres. Por su parte Conti, otro militar realista, salió a la vez de Orizaba con un número igual de tropa y el día 5 de septiembre toda la división estaba reunida frente a Coscomatepec, pero el día anterior Conti atacó sin éxito la plaza. El siguiente ataque se programó para el 16 de septiembre de 1813, cuando los insurgentes se batieron heroicamente, conmemorando el tercer aniversario del Grito de Dolores. Ante la sorpresiva resistencia de los insurgentes, Calleja decide enviar al Coronel Don Luis del Águila, para que dirija las operaciones militares en toda la región. Los sitiadores, con elementos de guerra traídos de las villas cercanas como Córdoba y Orizaba, cercaron a Bravo, haciéndole pasar momentos difíciles a los insurgentes, que empezaron a carecer de parque y víveres. Bravo tuvo que racionar la comida hasta llegar a comer solamente chayotes hervidos.
En respuesta, el general Bravo solicita ayuda a Morelos, quien ordena a Don Mariano Matamoros, al Coronel Arroyo y a otros jefes insurgentes acudieran sin pérdida de tiempo a brindarle apoyo al general Nicolás Bravo. Matamoros llegaría a San Andrés Chalchicomula el 13 de octubre, ocho días después del rompimiento del sitio que dio gloria a Coscomatepec. La causa del retraso fue el mal estado del camino y el largo sendero que tuvo que recorrer el mando insurgente.
El 30 de septiembre el coronel Del Águila llegó para encargarse del sitio y comenzó a trabajar aprovechando los planes de Cándano. Frente a Coscomatepec se encontraba toda una división de soldados europeos fogueados en recias batallas en Europa, con magnifica artillería y bastante parque. En contraste, Bravo ya no contaba con alimentos, era evidente que la tropa y el pueblo padecían hambre. Y así llegó el momento decisivo en los primeros días de octubre de 1813, cuando Nicolás Bravo determinó salir de Coscomatepec, llevando consigo al pueblo. Pronto se comunicó la noticia a la gente, misma que decidió irse con él, por lo que romper el sitio significaría un acto audaz, que implicaba burlar las defensas y bloqueo de caminos por los soldados realistas. Reorganizarse era el objetivo, por lo que era preciso llegar a Huatusco, y desde ahí recuperar Coscomatepec.
La defensa había sido heroica, rechazando continuamente los ataques de los realistas, pero agotado el parque, el líder insurgente reconoció que ya no era posible seguir con la resistencia, decidiendo romper el sitio la noche del cuatro de octubre. Con el tiempo en contra, Nicolás Bravo convocó al pueblo frente a su cuartel a las 11:00 de la noche, informándole a la gente que dos horas más tarde abandonarían el poblado, quedando la gente en libertad de seguirlo o pedir el perdón ofrecido desde antes por el coronel Del Águila. La única condición establecida fue guardar completo silencio para no alertar a los siempre vigilantes realistas.
Sin conceder nada, los insurgentes rompieron los paquetes de carga para los cañones (saquetes), encartucharon la pólvora para los fusiles y quemaron los carros en que se transportaban los cañones (cureñas). Además, enterraron la artillería de pequeño calibre, reservándose únicamente los cañones de campaña. A las dos de la mañana del día 5 de octubre, se inició la marcha sigilosa, los cascos de los caballos fueron cubiertos con trapos para disminuir el golpe que provocaba el metal de las herraduras al avanzar. La gente fue formada al centro, siendo protegida por una gruesa columna de combatientes. Los conocedores de los caminos y veredas sirvieron de avanzada, enfilando hacia lo que hoy es la calle Nicolás Bravo. Tras evadir un destacamento apostado cerca del río Tlacuapa salieron del pueblo, encaminándose a Huatusco; después de tres penosos días lograron llegar a Huatusco, culminando así 33 días de lucha constante y sangrienta que duró el sitio. Ese día, el 5 de octubre, el coronel Don Luís del Águila ocupó el pueblo
completamente vacío. Y como ya se ha dicho en repetidas ocasiones, de esta circunstancia nace el estribillo del talayote cantado por los insurgentes los últimos días de resistencia, porque aplicó finalmente su sentencia que entre otras cosas decía «hallará la jaula sola, porque el pájaro voló...» «... ni he tratado mas de ir a San Juan donde las armas del rey han empañado no poco su brillo...», escribió del Águila al virrey Calleja desde Orizaba. Efectivamente el pájaro voló, pero volvió y recuperó lo que le pertenecía, su dignidad de pueblo heroico.
En la actualidad estas fechas debemos recordarlas con toda exactitud, de manera pormenorizada y fiel, porque además de mantener en la memoria el acontecimiento y su significado, Coscomatepec renace en su origen que le ha dado identidad. He ahí lo fundamental: conservar y difundir nuestra cultura y nuestra historia, porque de este modo estamos labrando nuestro propio rostro y estamos fortaleciendo nuestra identidad como pueblo libertario.
Notas:
1.- Cuando Agustín de Iturbide fue destronado, Bravo administró al país en un triunvirato con Guadalupe Victoria y Pedro Celestino Negrete. Tiempo después, participó como candidato a la presidencia en las elecciones federales de México de 1824, las primeras elecciones que se celebraban en el país, pero fue derrotado por Guadalupe Victoria; sin embargo, por haber obtenido el segundo lugar en la elección, le correspondió asumir la Vicepresidencia de la República.
Como presidente, las tres veces que fungió como tal, intentó sin éxito anular las disposiciones de Santa Anna. En 1842 el presidente Bravo disolvió el Congreso, que pretendía discutir una nueva constitución que a todas luces atentaba contra los intereses personales de Santa Anna. Sin embargo, Nicolás Bravo ordenó a la policía que aprehendiera a los diputados y los encarcelaran. Retirado ya de la vida militar empuñó una vez más las armas para proteger su nación, esta vez en la guerra con Estados Unidos, a don Nicolás Bravo le fue encomendado el mandato del ejército del centro, en el asedio al Castillo de Chapultepec decidió él mismo dirigir la defensa en la Batalla de Chapultepec.

Esta publicación fue escrita por: Angel Rafael Martínez Alarcón
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