jueves, 13 de enero de 2011

LOS AFROMESTIZOS DE TLACOTALPAN, 1760-1800.






UNIVERSIDAD VERACRUZANA.

FACULTAD DE HISTORIA.





LOS AFROMESTIZOS DE TLACOTALPAN, 1760-1800.





TESIS QUE PRESENTA:





ANGEL RAFAEL MARTINEZ ALARCON.



PARA OBTENER EL GRADO DE LICENCIADO EN HISTORIA.













JALAPA DE ENRIQUEZ; VERACRUZ.





ENERO DE 1995.























En memoria de FELICITAS BELLO ALVARADO, madre extraordinaria.























































A mis tíos Ignacio y Rosa, por su apoyo desinteresado y cariño; Ignacio Eleuterio (1974-1992); Ana Rosa Lagunes Ríos.

María Luisa Bello, María del Rosario y Juan Carlos Martínez Alarcón, Manuela Ríos, Soledad Rojas Bello y Ana María Bello vda. de Lendechy, por su predilección familiar.











Agradecimientos



L

a presente tesis se elaboró gracias a los apoyos otorgados por el Instituto Nacional Indigenista, así como por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social unidad Golfo; y del proyecto La Cuenca Baja del Papaloapan del Instituto de Investigaciones Históricos Sociales de la Universidad Veracruzana.

Al director de tesis; Doctor don Gonzalo Aguirre Beltrán, quien me dio la oportunidad y privilegio de trabajar a su lado. A él mi agradecimiento perpetuamente; por encauzar mis primeros pasos en una aventura llamada investigación; en particular a las pesquisas de la presencia y herencia Africana en nuestro país. Fueron meses de escuchar sus comentarios como sugerencias y lecturas acerca de la diáspora africana. Todas las facilidades fueron proporcionadas para la realización de la investigación, su biblioteca particular constituyó una fuente de primera mano para el conocimiento de nuestra tercera raíz. Creo que no hay palabras para describir tantas finesas de Don Gonzalo Aguirre Beltrán; sólo me queda decirle gracias por siempre.

Deseo dejar testimonio que gracias al Mtro. David López Cardeña e Irela Reyes, quienes al concluir el Congreso Internacional de Antropología e Historia, celebrado en el Puerto de Veracruz en septiembre de 1992; me comentaron de la posibilidad de ser becario del Dr. Aguirre Beltrán, cosa que me parecía un sueño, hoy este sueño ha concluido por el don de gente que caracteriza a Dr Gonzalo.

También dejó constancia de gratitud a los Maestros Francisco R. Córdoba, José Velasco Toro, Guadalupe Vargas y Abel Juárez; quienes me permitieron estar más cerca de la Cuenca del Bajo Papaloapan, en particular en la construcción del conocimiento regional de una porción del Sotavento Veracruzano.

Al Doctor Alfred H. Siemmens mi fraternal agradecimiento por su auxilio, para conocer más acerca de los trabajos realizados por Miguel de Corral( 1731-1794)

A Carmen Díaz Rivera, un profundo reconocimiento, por las heroicas jornadas de trabajo en los quehaceres de la redacción del trabajo.

Amigos y compañeros del CIESAS-GOLFO: Francisco Medina, Marcelina García López, Felipe Vásquez, Patricia Ponce y Mariano Báez, Pedro Arrieta, Fernando I Salmeron Castro y Guadalupe Serna Yesenia López, Severiano Hernández Orellan, Victoria Domínguez, así como al personal de la Biblioteca "Gonzalo Aguirre Beltrán" por su apoyo recibido en el curso de la investigación.

A los habitantes de la ciudad de Tlacotalpan por su hospitalidad y apoyo; a las autoridades civiles por permitirme hurgar en Archivo Histórico; a Don Mercelino Ramos Hernández, encargado del Archivo del Puerto de Alvarado.

A quienes creyeron en mi proyecto de investigación: sacerdotes Alberto Zamora Salicrup, David Fernández S.J. y Filiberto Pozos Morales, así como a las comunidades del Camino Neocatecumenal.

Dr. Francisco Uscanga, Mtro. Raymundo Aguas Franco, Mtra. Olivia Domínguez Pérez, Mtro Javier Ortíz, Profesor don Rafael Arriola Molina, Mtro. Rolando Pérez Fernández, Mtra. María Isabel Ibañez Prieto, Sofía Larios, Adriana Naveda Chávez-Hita; a todos aquellos tanto familiares, como amigos y compañeros que de alguna manera fueron también los artífices para la terminación del trabajó para titularme, mil gracias.

Jalapa, Primavera de 1995.

























































Introducción...................................2

Capítulo I.

1.1 Tlacotalpan en el tiempo y espacio.........11

1.2 Ubicación geográfica.......................14

1.3 Antecedentes históricos....................24

1.4 Toponimia..................................49

Capítulo II.

2.1 Indígenas en la Cuenca Baja del Papaloapan ..........................................55

2.2 Indígenas en el siglo XVIII................67

Capítulo III.

3.1 Españoles, minoría del sotavento Veracruzano

a finales del siglo XVIII...................90

3.2 Limpieza de sangre, para vivir tranquilos..

..........................................98

3.3 Peninsulares y criollos tlacotalpeños.......

..........................................114

Capítulo IV.

4.1 Los negros africanos en la Nueva España....

..............................................1264.2 Veracruz de una herencia africana palpable..

..............................................141

4.3 Afromestizos en Tlacotalpan : 1760-1800 ..............................................152

Capítulo V.

5.1 Esbozo biográfico de Miguel del Corral

(1731-1794)..................................178

5.2 Financiamiento y Expedición..............197

Conclusión...................................226

Bibliografía General.........................236















INTRODUCCIÓN

P

ocos investigadores han profundizado en los estudios de la población de origen africano en México, a pesar del relevante papel que tuvieron los negros esclavos en el desarrollo económico de la colonia novohispana, al mismo tiempo que la Nueva España era considerada como uno de los mercados más importantes para el comercio de esclavos africanos.

Contados son los historiadores que hacen referencia a este grupo étnico, entre ellos Alejandro Von Humboldt, en su Ensayo

Político del Reino de la Nueva España, y Lucas Alamán en la Historia de Méjico en el siglo XIX. Ya en esta centuria, Aguirre Beltrán publica los resultados de una exhaustiva investigación, basada en los documentos de varios ramos del Archivo General de la Nación, relativos a la población negra de México desde 1519 hasta el inicio del movimiento armado de 1810. En este trabajo La Población Negra de México (1946) Aguirre Beltrán analiza con profundidad los orígenes de la trata de esclavos en las tierras de la Nueva España; posteriormente señala las diferentes operaciones de los asientos del comercio humano por varias naciones de Europa, así como los múltiples tratados mundiales en el comercio de los esclavos africanos. Da a conocer también los distintos orígenes de dichos esclavos, que en su mayoría son oriundos de las costas occidentales del Africa, y concluye con el arribo forzoso de los esclavos al virreinato novohispano que da lugar a un complejo mestizaje entre españoles, indios y negros africanos. Por último nos muestra los datos estadísticos de varios censos que fueron levantados durante la Colonia. En la segunda edición de La Población Negra, publicada por el Fondo de Cultura Económica en 1972. Aguirre Beltrán, incluye un nuevo capítulo, el autor nos propone que los estudios de la presencia africana en México; debe de abordarse de una manera interdisciplinaria, desde un enfoque histórico, etnográfico y etnohistórico, para una aproximación acerca del proceso de integración del negro en el México independiente, en las primeras décadas del siglo XIX. Luego que el movimiento insurgente aboliera el régimen esclavista; el nuevo régimen, reconoce a los habitantes méxicanos, como ciudadanos. La filiación étnica como la racial fueron eliminados en la documentación oficial, tanto en lo civil como en lo religioso. Por todo lo anterior Aguirre Beltrán es considerado como el fundador de los estudios afromexicanos. Posteriormente, en 1958 publica Cuijla. Esbozo etnográfico de un pueblo negro, estudio de una comunidad afromestiza en la Costa Chica del estado de Guerrero. Desde entonces gran parte de su investigación la dedica a este importante tema. Los avances de sus estudios se publicaron periódicamente en revistas científicas y en el suplemento cultural El Gallo Ilustrado de El Día, periódico de circulación nacional, y en el semanario veracruzano Punto y Parte. En el presenta año el Fondo de Cultura Económica dará a conocer El negro esclavo en la Nueva España, volumen que reúne gran parte de los artículos que aparecieran en las publicaciones antes mencionadas.

La semilla que lanzara Gonzalo Aguirre Beltrán hace aproximadamente 50 años marca el comienzo de una nueva temática en la historiografía mexicana: el estudio de nuestra tercera raíz, parte medular de la cimentación del México actual.

A partir de este hecho trascendente, varios investigadores nacionales han incursionado en el tema. A la fecha se han publicado ya importantes trabajos que abordan la presencia africana tanto en el virreinato como en el México independiente.

Sin embargo, en el estado de Veracruz todavía es limitada la producción bibliográfica acerca de la población negra; destaca el trabajo de transcripción de importantes documentos coloniales, como el tomo 3543, del ramo tierras del Archivo General de la Nación, que Fernando Winfield Capitaine titula Los cimarrones de Mazateopan, que publicó el Gobierno del Estado de Veracruz en 1992, así como la investigación que realizó Adriana Naveda Chávez-Hita (Esclavos negros en las haciendas azucareras de Córdoba, Ver, 1690-1830) con los documentos de los archivos notariales de la región de Córdoba-Orizaba, importante centro productor de azúcar y donde la presencia de los esclavos africanos fue determinante para el desarrollo agrícola. El maestro Gilberto Bermúdez Gorrochotegui publicó el Indice del Archivo Notarial de Xalapa, siglo XVI (1991), importante trabajo sobre la compra-venta de esclavos bozales en la región de Jalapa. A los trabajos anteriores debo agregar el de Octaviano Corro; también pionero en las investigaciones de negros por la Cuenca del Papalaopan, nos presenta: Los cimarrones de Veracruz y la fundación de Amapa (1951) que contribuyó al conocimiento de un grupo de negros en una comunidad del Sotavento durante el periodo colonial, y los que han realizado Miguel García Bustamante, Sagrario Cruz Carretero, Angélica Santiago y Alfredo Martínez Maranto, estos últimos, jóvenes antropólogos, quienes han investigado las poblaciones afromestizas de Yanga, Matamba y Coyolillo, en el centro del estado de Veracruz.

Por otro lado Aguirre Beltrán es también pionero en el estudio del Sotavento veracruzano. En 1956 el Instituto Nacional Indigenista publica, en preedición mimeografiada, Los pobladores del Papaloapan. Biografía de una hoya, que resulta ser una investigación profunda y digno ejemplo a seguir en la elaboración de monografías regionales. En 1992 el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social publica formalmente tan importante obra. En ésta el autor realiza el primer trabajo serio acerca de esta área. Describe el mundo del jarocho y la importancia de Tlacotalpan como punto de concentración de poder desde los tiempos mesoamericanos, poder que reafirma en el curso de la Colonia tanto en el aspecto económico y social como religioso y cultural. Por otro lado Melgarejo Vivanco, en su obra Los jarochos (1979), describe en forma general la vida actual de los pobladores de esas tierras. Cabe mencionar que es el propio Melgarejo Vivanco quien recientemente lanzara la hipótesis de que los primeros negros que habitaron esta región llegaron, provenientes de Africa, durante el florecimiento de la cultura olmeca, por supuesto antes de la llegada de los españoles. Reafirma su hipótesis con las evidencias de rasgos negroides que poseen las cabezas colosales, idea muy cuestionada, por falta de más evidencias, para tal afirmación.

La ciudad de Tlacotalpan, a diferencia del resto de la región, sí ha sido objeto de múltiples investigaciones pero sólo a partir del siglo XIX, y particularmente en lo que se refiere al desarrollo económico, sin embargo nada hay acerca de los siglos anteriores, en especial del XVIII, caracterizado por grandes procesos de reformas.

El Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad Veracruzana, en el anuario VI, reunió una serie de trabajos sobre el devenir histórico de Tlacotalpan. En este volumen participaron, entre otros, Carmen Blásquez, quien aborda las postrimerías del siglo XVIII, y elabora una lista detallada de los comerciantes Tlacotalpeños. Por su parte Humberto Aguirre Tinoco presenta un conflicto de indígenas en la lucha por la tierras durante el siglo antes referido. Los otros estudios también se refieren al siglo decimonónico, y participan en éstos Anne Staples, Ricado Corzo, Leopaldo Alafita, Olivia Domínguez y Bernardo García, luego del rescate del Archivo Municipal de Tlacotalpan.

Sin embargo, considero, hace falta indagar acerca de la población afromestiza en la Perla del Papaloapan, su desarrollo económico y socio-cultural durante los últimos años del régimen Colonial, momento en el que las actividades agrícolas estaban ligadas a la ganadería, hecho que dio origen al concepto jarocho, que se refiere a los vaqueros, que con grandes jaras conducen, por las grandes extensiones de las llanuras del Sotavento, al ganado vacuno.

Como dije anteriormente Aguirre Beltrán es quien, hasta la fecha, ha incursionado en el estudio de la presencia africana en esta región. Después de él prácticamente nadie ha continuado los estudios sobre la población de origen africano en la región del Sotavento, cuyos rasgos físicos y culturales perduran en la mayoría de los habitantes de las costas de la Cuenca del Papaloapan.

En términos generales la historiografía de lo que hoy llamamos estado Veracruz posee una mínima parte de trabajos acerca de la Colonia. Sólo se ha destacado el arribo de Hernán Cortés en el abril de 1519, y el devenir colonial del puerto de Veracruz. Los historiadores han puesto su atención en el estudio de esta provincia a partir del siglo XIX. De ahí que el conocimiento que poseemos acerca de los africanos en el periodo colonial se ha dado a partir de los datos que encontramos en la historia del puerto, puesto que los negros entraron por Veracruz. Sin embargo su herencia está presente en casi todo el territorio veracruzano, principalmente en la costa: Tamiahua, Tuxpan, Veracruz, Alvarado, Tlacotalpan y Coatzacoalcos.

A partir de todo lo anterior considero de suma importancia iniciar el estudio de los habitantes de Tlacotalpan, a partir de la Colonia, un trabajo que dé cuenta del proceso de integración de los africanos a estas tierras, en un primer momento, y de conformación de los grupos afromestizos, posteriormente.

Para realizar este trabajo hay que acudir a las fuentes del periodo colonial; esto es, a la información que guardan los archivos civiles y eclesiásticos de la zona.

El objetivo principal de este trabajo es dar a conocer, a través de la investigación, la presencia de los afromestizos en Tlacotalpan durante los años que van de 1760 a 1800, con la intención de ubicar su participación en los medios socioeconómico y cultural, y su posible intervención en los trabajos de exploración que encabezó el ingeniero Miguel del Corral, por las costas del sur de Veracruz, durante el otoño de 1776 y el verano de 1777.

La investigación de este periodo se basa principalmente en el Archivo General de la Nación (A.G.N.), en donde localicé la mayor parte de información acerca de la empresa que dirigió Miguel del Corral, y en el Archivo Municipal de Tlacotalpan (A.M.T.) donde obtuve información respecto a la población de origen africano. Por otro lado, indagué también en los archivos civiles y eclesiásticos de los municipios que en la actualidad conforman la Cuenca del Papaloapan, entre ellos: Alvarado, Acula, Amatitlán, Cosamaloapan, Chacaltianguis, Otatitlán, Tierra Blanca y Tlacojalpan.



El primer contingente de negros destinados a la zona del sur de Veracruz arribó en 1542, y estuvo compuesto por 500 negros bozales, que hizo traer el marqués del Valle de Oaxaca. A partir de este acontecimiento se marca el inicio de mestizaje entre indios, negros y españoles.

A principios del siglo XVII el obispo de Tlaxcala, en sus memorias, hace importante referencia al gran número de mulatos y pardos en la región del Sotavento. Al transcurrir los años coloniales, y en particular durante el siglo XVIII, los afromestizos sustituyeron a los negros bozales como fuerza de trabajo, por significar, para los hacendados, un ahorro sustancial, puesto que el negro africano siempre representaba una fuerte inversión de capital.

Del cruzamiento entre los tres grupos étnicos resultó una importante población de afromestizos que fueron llamados pardos y mulatos. En la región del Papaloapan son conocidos como jarochos, término aplicado originalmente al mezclarse indio con negro. Al paso del tiempo, dicha concepción se ha reducido a una falsa estampa folclórica de los habitantes de las costas de Veracruz: piel morena, vestidos de blanco, expertos en el zapateado de sus bailes, etcétera.

En el presente trabajo utilizo los siguiente conceptos: esclavitud, negro bozal, cimarrón y palenque. Cabe señalar que una parte considerable de estos términos están perfectamente definidos por Aguirre Beltrán; esto no significa haber dejado a un lado las consideraciones que al respecto plantean otros autores tales como: Roger Bastide, José Luciano Franco, Octavio Ianni, Daniel Mannix, Rolando Mellafe, Fernando Ortiz, Manuel Moreno Fraginals, Rolando Pérez Fernández, Richard Price, todos ellos reconocidos africanistas.

En la antiguedad greco-romana se llamaba esclavitud a la dominación del hombre por el hombre; esto es, la privación de la libertad de un hombre por otro que lo ve sólo como una máquina de trabajo. Tal concepción pasó al Nuevo Mundo con variantes en su significación.

La esclavitud se asentó en las nuevas tierras conquistadas debido a la necesidad de mano de obra, luego de que los indígenas no soportaron el duro régimen de explotación a que fueron sometidos durante los primeros años de la conquista.

Los negros bozales siempre pugnaron por su libertad ante los graves abusos de que fueron víctimas. En la Nueva España fueron múltiples los alzamientos de los negros esclavos, al igual que en el resto del Continente Americano. En Córdoba, Veracruz, durante los primeros años del siglo XVII, el esclavo Yanga encabezó una rebelión, logrando la fundación de un pueblo para los negros cimarrones, San Lorenzo de los Negros, que en la actualidad se conoce como municipio de Yanga. Posteriormente las llanuras del Sotavento se convierten en refugio para los cimarrones que en la mayor de los casos eran contratados cono vaqueros en las haciendas de la Cuenca del Papaloapan.

Según Bastide, el término cimarrón originalmente se aplicaba a los animales que después de haber sido domesticados volvían a su estado salvaje.

El término negro bozal se utilizaba para denominar a los esclavos africanos, arrancados de su hábitat natural, quienes en ningún caso sabían hacia donde eran conducidos para su venta. Los negros bozales fueron traídos a América para ser sometidos a una feroz esclavitud.

Palenques fueron las pequeñas comunidades que conformaban los negros fugitivos, no lejos de las haciendas, o bien en las montañas. En el caso de Veracruz se asentaron en las llanuras del Sotavento.

El archivo municipal de Tlacotalpan guarda información importante referida al periodo colonial, pero sobre todo abundante documentación del siglo XIX y del presente. Con ello se cubren más de 205 años de historia. Por lo anterior este archivo es una fuente de gran importancia para el estudio de la cultura jarocha, constituida por los procesos de mestizaje y aculturación en los que tomaron parte tanto grupos de herencia española como de culturas africanas e indígenas desde el momento en que se dio el contacto de las tres diferentes civilizaciones durante los primeros años del siglo XVI.











































































CAPITULO I

1.1 Tlacotalpan en el espacio y tiempo



T

lacotalpan es un espacio geográfico que parece no tener registro exacto de quiénes fueron sus primeros pobladores. La presencia de éstos, hoy en día, es testimonio de que el territorio ha sido benigno al hombre, y por lo tanto se le ha considerado como un hábitat por excelencia. Las tierras bañadas por los ríos del Papaloapan lo convierten en casi un paraíso; de ahí el sobrenombre de Perla del Papaloapan.

Esta singular población tiene sus antecedentes en culturas del área de Mesoamérica: olmeca y totonaca, primeramente, cuyos vestigios están aún presentes en los rasgos culturales de la población actual, lo mismo que la presencia de cultura mexica, que extendió su influencia hasta ese lugar.

Por otro lado, seguramente los conquistadores españoles apreciaron las ventajas naturales que la región poseía, y por ello hicieron de ella un centro poblacional de suma importancia en el que lo ibérico se mezcla con las costumbres indígenas, y posteriormente con las africanas, para dar como resultado nuevas formas de relaciones sociales. Así también se multiplicaron los productos raciales: mestizo, de la unión entre español e indio; mulato, de ibérico y negro; pardo, de indio y negro; todos ellos constructores de la sociedad colonial, pero con muy diferentes historias.

Los primeros habitantes de esta tierra, los indios, fueron testigos de cómo sus costumbres, creencias, alimentación y formas de cultivar la tierra, fueron casi totalmente aniquiladas por la imposición de la fuerza bélica, a través de la espada; y de la fuerza de la religión, a través de la cruz judeo-cristiana. Los segundos, ibéricos conquistadores, impusieron formas de conceptualizar la vida, con la intención de cubrir de gloria a la corona de Castilla, y de paso ascender en la escala social:



Hombres ambiciosos de fama y honra, partícipes de hazañas extraordinarias; grandes andariegos, caminantes incansables movidos a la aventura.



Los terceros, negros de origen africano, quienes también coparticipan en la conquista de las nuevas tierras, fueron traídos al Nuevo Mundo como fuerza de trabajo, ante la mengua de la población primitiva, debida a la mortalidad prematura por los excesos de la explotación a la que fueron sometidos, primero en el Caribe y posteriormente en tierras continentales. Desde entonces los esclavos africanos fueron introducidos a estas tierras para sustituir a la mano de obra indígena. Para tales efectos las factorías negreras tenían ciertos parámetros con los que se guiaban al hacer la compra de esclavos:



La adquisición de esclavos exigía sentido comercial y sagaz discriminación. Un negro de Angola era la inutilidad personificada; los coromantines (ashantis) de Costa de Oro, eran buenos trabajadores, pero muy rebeldes; los mandingas (Senegal) eran demasiados propensos a robar; los ebos (Nigeria) eran tímidos y débiles; los pawpaws o uidas (Dahomey) eran los más dóciles y dispuestos.



En últimas declaraciones, el doctor José del Val, director de Culturas Populares, ha señalado que es muy importante destacar que durante la colonia el número de esclavos negros que arribó a la Nueva españa era de 20 por un español; esto nos lleva a pensar que en estas tierras los negros africanos llegaron a ocupar el segundo lugar como población. Esto significa que la mayoría, compuesta por indígenas y africanos fue sometida por una minoría de europeos, específicamente españoles. Siendo así, los pueblos que hoy integramos Latinoamérica tenemos como raíz genética la fusión de tres razas, que a través de las generaciones ha producido un complejo proceso de mestizaje.

El estado de Veracruz, puerta de entrada para los ibéricos y los africanos al territorio habitado esencialmente por olmecas, totonacos, huastecos, popolucas, nahuas y mexicas, es la cuna del jarocho, del que Aguirre Beltrán dice:



Término aplicado en la región veracruzana a la mezcla del negro y el indio [...].



Del mismo autor pero en una de sus obras más recientes, encontramos una explicación amplia sobre dicho término:



La población de mezcla, libre, finalmente predomina y da nacimiento para el siglo XVIII, a un tipo de hombre y a una cultura mestiza singular, genuina de la hoya, en la que concurren africanos, europeos y mesoamericanos; me refiero al tipo y la cultura jarochos.



Se puede afirmar que dicha cultura nace en los grandes llanos del Sotavento, al ser ésta una región predominantemente ganadera, durante la segunda mitad del siglo XVIII. Siendo Tlacotalpan en este periodo un centro comercial por excelencia, la autoridad virreinal envía, por el año de 1776, una expedición para conocer detalladamente toda esta región costera del Golfo de México, con la finalidad de volver a establecer un astillero. Y justamente un siglo más tarde, el general Porfirio Díaz (1830-1915), conocedor de la región sotaventina, otorga a Tlacotalpan grandes privilegios por parte del régimen dictatorial, convirtiéndolo en importante puerto comercial a nivel internacional.



1.2 Situación geográfica



El estado de Veracruz-Llave se encuentra localizado al este de la República Mexicana, entre la Sierra Madre Oriental y las llanuras del Golfo de México, con las siguientes colindancias: al norte el estado de Tamaulipas, al este y noreste el Golfo de México, al sureste Tabasco y Chiapas, al sur y suroeste Oaxaca, al oeste San Luis Potosí, Hidalgo y Puebla. Con una extensión territorial de 72,815 kilómetros cuadrados, ocupando el undécimo lugar de los estados de la República. Según el censo de 1990 contaba con una población de 6'228.239 habitantes.

El municipio de Tlacotalpan, ubicado en la cuenca baja del Papaloapan, con una extensión territorial de 646.51 kilómetros cuadrados, limita al norte con el municipio de Alvarado, al este con los municipios de Lerdo de Tejeda, Saltabarranca y Santiago Tuxtla, al sur con el municipio de Villa Azueta, al oeste con Amatitlán y Acula, en las llanuras del Sotavento Veracruzano. La ciudad de Tlacotalpan, se encuentra ubicada entre las coordenadas 18 36' 49" de latitud norte, y los 03 28' 08" de longitud este de México. Cabecera del municipio se encuentra situada al margen izquierdo del río Papaloapan, el segundo río más caudaloso de la República, con una longitud de 445 kilómetros y 200 metros en su parte más ancha; se forma en dos corrientes: la primera nace en la Sierra de Juárez del estado de Oaxaca, con el nombre de río Grande, y la segunda se origina en el Valle de Tehuacán, Puebla, recibiendo el nombre de Zapotitlán, y posteriormente Hondo y Jiquila. Ambas corrientes se unen antes de cruzar la Sierra Madre de Oaxaca y toman el nombre de río Quiotepec que recibe al Usila y al Valle Nacional para convertirse en el río Papaloapan en las llanuras del Sotavento, en donde se alimenta con los ríos Tonto, Tesechoacán y San Juan, antes de desembocar en el Golfo de México, por el río de Alvarado.

El municipio está conformado por 183 localidades, 6 congregaciones y 12 ejidos, la ciudad de Tlacotalpan se localiza a 165 kilómetros de la capital veracruzana. Su comunicación se realiza a través de las siguientes carreteras: México-Córdoba-Tinaja-Cosamaloapan-Tlacotalpan, o bien México-Veracruz-Lerdo de Tejada. También cuenta Tlacotalpan con un diminuto puerto fluvial.

La población del municipio creció considerablemente a partir de la década de los cincuenta, registrándose el mayor número de habitantes en el censo de 1980; sin embargo se presenta un fenómeno de disminución a partir de entonces, como resultado de la crisis económica que el país vivió durante esa década. A continuación presento una gráfica de la población del municipio de Tlacotalpan desde 1900 hasta el último censo de 1990:



AÑO HOMBRES MUJERES TOTAL

1900 4,502 5,227 9,729

1910 4,925 5,543 10,468

1921 4,770 5,367 10,137

1930 4,252 4,958 9,210

1940 3,292 3,643 6,935

1950 4,172 4,846 9,018

1960 5,028 5,393 10,421

1970 6,705 6,832 13,537

1980 9,328 9,568 18,896.

1990 7,938 7,958 15,896.





Según estas cifras oficiales, en la década que va de 1980 a 1990 la población disminuye, con una diferencia de 3 000 pobladores. Con relación a este fenómeno cabe decir que durante mi estancia en Tlacotalpan para la consulta del Archivo Municipal, pude observar que un número considerable de casas se ofrecía en venta. Los principales centros migratorios de los tlacotalpeños son Alvarado, Cosamaloapan, Veracruz y México, y en casi todos los casos la gente sale en busca de trabajo.

El clima del municipio es cálido regular, con temperatura media anual de 25c, con lluvias abundantes en el verano y principios de otoño. Al respecto cabe mencionar que en este año de 1994, se cumplen 50 años de las inundaciones que padeció la región y que causaron graves daños en toda la zona. Hace 25 años otra memorarle inundación provocó también graves daños, razón por la cual, durante su gobierno, el presidente Manuel Avila Camacho impulsó las obras de construcción de grandes presas, como la de Temazcal, bajo el patrocinio de la Comisión del Papaloapan.

Tlacotalpan está situado en la zona este del estado, en las estribaciones de las llanuras del Sotavento. El suelo es de tipo cambisol, gleysol y vertisol; se caracteriza por tener en el subsuelo una capa de roca, con moderada susceptibilidad a la erosión. El tipo de vegetación que se encuentra es de selva alta perenni folia, de palma, sabana y vegetación secundaria. La fauna propia del lugar está compuesta por una importante variedad de animales silvestres entre los que se encuentran monos arañas, loros, garzas y coralillos, ganados porcino, vacuno y bovino. Al respecto cabe señalar que la ganadería es una de las más importantes actividades económicas de la región desde la época novohispana.

El suelo de estas tierras siempre ha sido fértil por la abundancia de humedad que provoca el río de la Mariposa, por lo tanto la actividad agrícola siempre ha sido importante. Se produce caña de azúcar, nanche, mango, yuca, ajonjolí y maíz. En el renglón de silvicultura se produce chicozapote, pucte y caoba.

En cuanto a pesca, es una de las regiones más ricas por la variedad de especies que proliferan en el río de la Mariposa: mojarra, sierra, camarón, robalo y muchos más. La pesca fue una actividad prehispánica que mulatos y pardos siempre desplazaron a los pescadores indígenas. Uno de los platillos más representativos en Tlacotalpan es precisamente el tizmiche, elaborado con pescado.

Por lo que respecta a educación, el municipio cuenta con los cuatro niveles escolares básicos: preescolar, primaria, secundaria y bachillerato, además de la Escuela Normal, Juan Enríquez, que inició sus trabajos a finales del sexenio gubernamental del licenciado Rafael Hernández Ochoa, 1974-1980.

Como centro importante de la cultura jarocha, Tlacotalpan tiene una vital actividad artesanal, en especial la elaboración de vestidos bordados, deshilados y tejidos de gancho, trabajos de malla. Se fabrican mecedoras de cedro rojo y caoba con asientos y respaldos de vaqueta, muebles de cedro y los tradicionales sillones tlacotalpeños con bejuco y ojo de perdiz. Se elaboran también instrumentos musicales, que ejecutan los artistas del fandango: guitarras, requintos, jaranas, arpas.

























Ricardo Pérez Monfort, quien en los últimos años ha sido testigo de los encuentros anuales de jaraneros que se celebran en el marco de las fiestas de la Candelaria, escribe acerca de la tradición del manejo de la madera:



La explotación de la madera para hacer los bajeles de guerra dio a Tlacotalpan extraordinarios carpinteros y ebanistas. Su tradición sigue amueblando las casas de la región, con mecedoras y sillones de cedro rojo y mimbre "ojo de pajarito".



La cuenca baja del Papaloapan es una región impregnada de legendarias tradiciones, presentes aún en la cultura jarocha y en general en todo el territorio veracruzano. Sus ferias patronales poseen hondas raíces prehispánicas, tales como las fiestas de la Candelaria, el Cristo negro de Otatitlán y la Cruz de Mayo en la ciudad de Alvarado. Cada fiesta se realiza con un sello propio, en Tlacotalpan y Alvarado son fiestas en las que participan criollos y mestizos, en su mayoría. Por otro lado se realizan peregrinaciones al santuario de Otatitlán, a las que concurre un gran número de indígenas procedentes de Oaxaca, Puebla y el sur de Veracruz.



Los evangelizadores ibéricos asignaron a Tlacotalpan un santo patrono, san Cristóbal; y no sólo ahí, sino en las riberas del Papaloapan vamos a encontrar a San Cristóbal en varios poblado de la región. Sin embargo en Tlacotalpan sucede un fenómeno interesante: aunque el santo patrono oficial es San Cristóbal, a quién deberían venerar sus pobladores, pero en la práctica resulta que las fiestas titulares son en honor a la Virgen de la Candelaria, las cuales dan inició a finales del mes de enero, y el día 2 de febrero es la fiesta importante, como lo marca la Iglesia católica, que el Misal Romano marca como la presentación del Señor. Del nacimiento de Jesús, el 24 de diciembre, al 2 de febrero transcurren cuarenta días. Para tal fecha, María, su madre, se somete a la purificación que se realizaba a las jóvenes que habían dado a luz, según la tradición judaica. Por lo tanto a esta fiesta comúnmente se le ha llamado Fiesta de la Purificación. En la tradición católica romana se efectúa con la procesión y bendición de los candeleros; los fieles entran al templo con sus velas apagadas, y conforme se entonan cánticos apropiados para la fecha, se van encendiendo las velas; el sacerdote bendice los candeleros; todo se realiza con gran solemnidad, propia de día de fiesta grande.

México es un país de múltiples sincretismos religiosos entre las deidades indígenas y los santos del cristianismo católico. Uno de ellos está muy bien representado en la fiesta de la Candelaria que Aguirre Beltrán explica en su obra Pobladores del Papaloapan:



[...] los indios expresan su oposición eligiendo como comparte alterna de Chalchiutlicue a la virgen de Candelaria, cuya celebración coincide con la fiesta principal de la diosa nativa, logrando así sincretizar, fusionar en una sola entidad significativa, a la virgen santísima y a la diosa mesoamericana.



En lo extrarreligioso una de las tradiciones que más ha marcado dichos festejos, es sin duda el festival taurino, una especie de Pamplonada que se efectúa el primero de febrero, Se inicia del otro lado del río del Papaloapan, en La Mulata, de donde salen los toros que cruzan el río; a esto se le conoce como embalse.

Una vez que los animales seleccionados se encuentran en la ciudad, comienza propiamente el espectáculo de agredir y corretear a los toros, hasta sacrificarlos.

En Tlacotalpan también, desde 1979 se realiza el encuentro anual de jaraneros y decimistas de la región, evento donde se congregan los más afamados trovadores y bailadores del son jarocho del Sotavento veracruzano. En la plazuela Doña Martha, punto de reunión para escuchar a los decimeros y posteriormente participar en el fandango durante toda la noche, no dejan de sonar guitarras, jaranas, arpas y panderos, que acompañan a las más jocosas décimas, y otros, los hábiles bailadores ahí reunidos tampoco dejan de bailar al ritmo del son. El amanecer pronto llega, y el zapateado parece no tener fin. Pérez Monfort, en un estudio acerca del fandango, dice lo siguiente:



Por el fandango tlacotalpeño desfilan toda clase de personajes. Viejos septuagenarios con jaranas oscuras y manchadas; gordas mujeres listas para el zapateado, jóvenes que al cambio de voz ya están cantando un jarabe, borrachos que menean sus cuerpos sobre la tarima pretendiendo a muchachas vestidas de jarochas, decimeros, arpistas, violinistas, escritores, ganaderos, campesinos, estudiosos, vagos [...] y tantos otros. A la fiesta llegan jaraneros de todos los rumbos del estado jarocho y tal vez de la república.



Otra demostración muy propia de los tlacotalpeños es sin duda la tradicional cabalgata, en la que los lugareños lucen sus mejores trajes; las mujeres, el típico de jarocha, y los hombres sus guayaberas blancas, sin faltar el sombrero de palma. Seguramente es el instante más jarocho que se pueda encontrar, sin dejar de señalar el mérito del fandango, y siempre como testigo el río de La Mariposa.

El 2 de febrero, luego de los servicios religioso que preside el obispo de Veracruz, como parte de la festividad hay confirmaciones y primeras comuniones para la niñez tlacotalpeña. La pequeña iglesia, construida a finales del siglo XVIII, es abarrotada por quienes participan en la eucaristía en honor a la virgen. Afuera de la iglesia se deja escuchar el bullicio propio de una feria: música, vendedores y juegos mecánicos, que son muy pocos. Por la tarde se realiza el paseo de la virgen que sale en su nicho con rumbo al muelle, cargada por los fieles y seguida por una multitud, que se hace acompañar por los estandartes de los diversos movimientos católicos que existen en la parroquia:



[...] Allí un barco, el Agustín Lara, espera tener el honor de pasear a la Santa por el Papaloapan. Con tremendo esfuerzo los fieles la suben a cubierta y la multitud extasiada mira cómo se sueltan los amarres y el barco se desprende del muelle.

En gran número de lanchitas pulula en torno al barco que pasea a la Virgen [...] Sus tripulantes arrojan globos al aire para acompañar a las pequeñas nubes que van formando los cohetes lanzados desde la cúpula de la iglesia. Mientras la Virgen de la Candelaria se pasea por el río, en tierra los fieles se dispersan y se reincorporan a la feria.



Al llegar la noche, todo tiende a desaparecer. La virgen retorna a su iglesia y algunos ancianos inician el rosario. Mientras, en la plaza de Doña Martha se realiza el último fandango, que nuevamente reúne al pueblo para disfrutar las notas de los sones, décimas y zapateados.

En esta fiesta no podría faltar la bebida de elaboración casera: los toritos de diversos sabores que se elaboran con alcohol, lecha y fruta.



1.3 Antecedentes históricos



En la región sur del estado de Veracruz se establecieron los olmecas, uno de los primeros grupos de pobladores que dejaron importante huella. A éstos se les ha considerado como los portadores de la cultura madre del área mesoamericana.



El aérea metropolitana olmeca comprende unos 18,000 km 2, definidos por la cultura y por la geografía. Allí se desarrolla la historia de ese pueblo. Es una área bastante uniforme en elevación con un sólo macizo montañoso que promedia 500 m de altura, cruzada por grandes ríos perezosos que frecuentemente la inunda debido a la fuerte pluviosidad anual.



La única región de alta montaña se localiza en los Tuxtla, donde se encuentran los sitios arqueológicos de Tres Zapotes. El resto de la región del hule está delimitada por el río Papaloapan y la desembocadura del río Tonalá,

Es a finales del siglo XIX cuando surgen las primeras noticias de las cabezas colosales, en particular la hallada en San Lorenzo, antigua hacienda de Hueyapan, así como una importante variedad de estatuillas jadeita. Ya en el presente siglo las exploraciones por la región olmeca fueron más sistematizadas, bajo los auspicios de universidades norteamericanas, tales como la expedición organizada por la Universidad de Tulane y National Geografic Society. Posteriormente son los científicos mexicanos quienes investigan el área de los olmecas, habitantes de la región del hule, área de mucho mayor extensión territorial que otras habitadas por diversos pueblos como mayas, zapotecas, mixtecos, huastecas, totonacas y otros más que conformaron el área cultural de Mesoamérica, que abarca la mayor parte del territorio de México y Centroamérica:



[...] el área nuclear está limitada al noreste por la desembocadura del río Pánuco. De ahí se inclina hacia al suroeste para unirse al río Lerma y continuar hacia el Balsas medio, siguiendo su curso hasta el Pacífico [...]. Por el sur la frontera se inicia en la desembocadura del río Ulúa en el Caribe, y va hacia el sur incluyendo al lago Yohoa hasta el río Lempa. Fuera ya de la República Mexicana, comprende Belice, Guatemala, el oeste de Honduras y el Salvador [...] Al su incluye algo menos de la mitad de Honduras [...] hasta la Península de Nicoya, Costa Rica.



La definición de Mesoamérica es introducida por el antropólogo Paul Kirchoff, en 1943, luego de observar que estas culturas tienen ciertos elementos que las hacen comunes, tales como el uso de la tierra; el cultivo de maíz, frijol, calabaza, cacao, etcétera; la tecnología para la agricultura, como el uso de la coa; y las cosmovisiones religiosas. Todas estas civilizaciones, encabezadas por los olmecas.

Para los olmecas el agua fue considerada como un importante elemento sagrado. El entorno ecológico de éstos se encuentra en medio de grandes ríos, que hicieron posible condiciones de fertilidad excelente.

Existen interrogantes acerca del origen de los olmecas. Varias hipótesis se han lanzado con la finalidad de determinar su procedencia. Así el antropólogo Ignacio Bernal comenta:



La posibilidad de considerar al mundo olmeca como el inicio de la civilización se deriva principalmente de su extraordinaria escultura. Cabezas colosales, altares, estelas y otras numerosas piezas no sólo expresan una calidad estética, sino también un adelanto técnico sorprendente.



Las tierras de Tlacotalpan se localizan dentro de las fronteras de dos culturas, la olmeca y la totonaca. Ubicar con cierta certeza el lugar de la fundación de Tlacotalpan ha resultado muy difícil como se muestra a continuación:



La elección del sitio en el que asienta Tlacotalpan desde su lejana fundación no es un hecho cometido al azar por los indios; ciertamente no hay constancia ni arqueologíca ni mística del primer establecimiento pero llama la atención, la coincidencia de que todos los pueblos cabeza estén ubicados en la confluencia de los ríos principales.



Ha sido una constante de la mayoría de las civilizaciones establecerse cerca de donde se encuentran los grandes ríos; y aunque ha sido así por cuestiones de sobrevivencia, al agua se le ha considerado como un elemento sagrado al igual que otros elementos naturales.

Tlacotalpan está localizada en las confluencias de los ríos de La Mariposa y de San Juan Michapan. Este pueblo prehispánico conocía perfectamente bien el significado del agua como vida. Más aún siendo una población doblemente ribereña, pues las aguas de estos dos ríos que la bañan, hacen que sus tierras sean benéficas para la agricultura; aunque por otro lado, en determinado momento representen también un problema: las lluvias que provocan inundaciones.

A mediados del siglo XV, los habitantes de esta región son sometidos por los mexicas quienes bajo el reinado de Mocteczuma Ilhuicamina, tras su espíritu guerrero, los llevó a conquistar varios pueblos como Huaxtepec, Yauhtepec y Tepoztlán. Según Clavijero, durante los primero nueve años de su reino, la región del altiplano central, sede del gobierno de Mocteczuma, sufre varios desastres naturales, como inundaciones y hambrunas. A pesar de esta situación de adversidad, el monarca mexica continúa con la conquista de nuevas tierras:



Atonaltzin se rindió a Moctezuma,quien en esta expedición quedó señor de Coixtlahuacan, Tochtepc, Tzapotlan, Tototlan, Tlatlachtelco, Chinantla y Cuauhnochco, y en los dos años siguientes se hizo dueño de Cozamaloapan y de Cuauhtochco o Guastusco en las costas del Seno Mexicano.



Tlacotalpan, al igual que las poblaciones de su contexto regional, fue dominado por los mexicas, en el año de 1457. También Cotaxtla fue sometida por las fuerzas militares del imperio mexica. Siendo Moctezuma, quinto monarca azteca, quien dominó a los pueblos del golfo de México, reorganizados de acuerdo a los intereses de éste:



Por el Códice Mendocino sabemos cómo los pueblos nahuas de la hoya caen vencidos por los mexica a mediados del siglo XV y en tal virtud quedan sujetos a penas, obligaciones y servicios. La Matrícula de tributos menciona por su nombre a Tuxtepec (Tochtepec) Otatitlan, Cozamaloapan, Mixtlan, Michapan, Ojitlan, Teutila (Teotila) Chinantla, Puctla, Tlacotalpan, Toztlan e Ixmatlahuacan [...] están constreñidos a pagar cada seis meses un pesado gravamen en plumas ricas, piedras preciosas, pieles de pájaros y de jaguar, así como gruesos fardos de algodón en breña o tejido en mantas.



En las cosmogonías de los pueblos mesoamericanos, a la región del Papaloapan se le consideró como importante centro místico-religioso: Tlacotalpan y Otatitlan son lugares designados como sagrados.

Hernán Cortés, en 1519 llega a las playas de Chalchiuhceca, el 21 de abril, Jueves Santo de aquel año, después de recorrer las costas del sur y establecer relaciones amistosas en Tabasco, donde recibe como regalo a la famosa Malitzin:



[...] después de haber costeado la provincia de Coatzacualco, y atravesado la boca del rio Papaloapan, entró en el puerto de San Juan de Ulúa [...] Apenas habían echado el ancla, cuando vieron venir de la costa de Chalchiuhcuecan acia la capitanía, dos canoas, con muchos Megicanos, enviados por el gobernador, para saber qué gente era aquella, qué negocio traian, y para ofrecerle todos los ausilios que les fuesen necesarios a la continuación de su viage [...].



Desde entonces a Veracruz se le conoce como el puerto de entrada para la conquista del gran territorio del México prehispánico. Se impuso una nueva realidad política, social y militar a los pueblos mesoamericanos: unos desaparecieron y otros siguieron conservando ciertos privilegios. Se fundaron nuevos asentamientos humanos pero ya con el concurso de españoles e indios.

Tlacotalpan continuó siendo un centro de importancia dentro de la nueva estructura que trajo consigo la colonización y conquista española. Al respecto Aguirre Beltrán comenta:



Tlacotalpan debe haber sido un cacicato importante ya que es tomado en cuenta por los españoles [...] es elegido como cabeza de una alcaldía mayor y se pone bajo su jurisdicción a pueblos con viejo abolengo como Tuztla y Cotastla.



Entre los primeros españoles que habitaron la región del Sotavento Veracruzano, destacan: Rodrigo de Castañeda, Juan de Limpias Carvajal, Jorge de Alvarado, Pablo Mejías, Francisco Vargas, Lorenzo Genovés, Juan Spaña, Gonzalo Rodríguez Villafuerte, todos ellos muy ligados a la conquista de México, ya como participantes activos o bien como familiares de los conquistadores que recibieron beneficios, por medio de un mecanismo llamado encomienda, que consiste en:



Una forma de repartimiento, por la cual todos los indios adultos habían de desarrollar trabajos en los mismos ranchos, fábricas, granjas y labores públicas durante un determinado período del año.



El grupo dominante que organizó admistrativa y políticamente estas nuevas tierras sometió a los indígenas pero también con ellos inició un nuevo poblamiento, al que poco después se sumaron los esclavos africanos, dando inicio el mestizaje que perdura hasta nuestros días.

Se tiene conocimiento de que los propios conquistadores traían sus esclavos domésticos, pero en el curso de los primeros años de la colonia se vio la necesidad de introducir gran cantidad de mano de obra africana. El destino de los esclavos fue diverso, pero una cantidad importante fue enviada al altiplano central y otros al occidente, norte y sur de la Nueva España.

En ninguna de las provincias faltaron los esclavos negros para las actividades de metalurgia y agricultura. En el sur de la provincia de Veracruz se había instalado el primer ingenio de la colonia, en los terrenos del marquesado del Valle de Oaxaca, tierras de Hernán Cortés, que la corona española, bajo el reinado de Carlos V, entregó como premio por los servicios prestados, por Real Cédula del 6 de julio de 1529. El ingenio se localiza actualmente en el municipio de Ángel R. Cabada. Este fue el destino del primer contingente de esclavos africanos, 500 negros bozales que fueron comprados al comerciante genovés Leonardo Lomelí, en 1542. En su mayoría fueron esclavos procedentes de Cabo Verde:



En la muy noble villa de Valladolid a once días del mes de mayo, año del nascimiento de nuestro salvador Jesucristo, del mil quinientos cuarenta y dos años, en presencia de mi Domingo de Santamaría, Escribano de Sus Majestades [...] el muy ilustre don Fernando Cortés, marqués del Valle por sí, de la una parte, y Leonardo Lomelín, genovés [...] que hacían e hicieron por ante mi el dicho Escribano el concierto siguiente: primeramente, que el dicho Leonardo Lomelín haya de vender y por la presente vende el dicho señor marqués quinientos negros de las islas de Cabo Verde de los cuales han de ser los dos tercios de machos y una tercia parte de hembras.



Al correr de los años, la zona del Papaloapan fue uno de los lugares de refugio para una buena cantidad de negros huidos. Estos escapaban de los malos tratos a los que eran sometidos, principalmente en los trapiches de la región de Córdoba-Orizaba. Pueblos cercanos a los Tuxtlas, como Tlacotalpan, Alvarado, Amatitlan, Cosamaloapan y muchos otros más recibieron importante migración de esclavos, que al pasar un par de siglos dio origen a la cultura jarocha.

El primer documento del régimen colonial que se tiene acerca de Tlacotalpan, es la relación de 1580, levantada por instrucciones del virreinato encabezado por don Martín Enríquez de Almanza, en el reinado de Felipe II. Dicha relación se realizó entre los días 18 y 22 de febrero de 1580, siendo alcalde mayor de Tlacotalpan don Juan de Medina, y escribano don Juan de Molina. La encuesta se levantó en Tlacotalpan, los Tuxtlas y Cotaxtla, que estaban sometidos al primero. Se entrevistó principalmente a los indígenas, a quienes se hizo cerca de cincuenta preguntas, Entre otras cosas dicha relación contiene :

El pueblo de Tlacotalpan está de la ciudad de México a setenta leguas. Está en el obispado de Tlaxcala a cincuenta leguas de la ciudad de los Angeles, donde está la catedral. Tiene cinco estancias sujetas, que son Atlicintla, y por otro nombre Alvarado, donde toma la nominación este río, [...] y Tlancintla, Aguateupa, Tlapazola y Chuniapa que todo se anda por agua. Tiene en jurisdicción, la Villa de Tuztla, del estado del Marqués del Valle, a diez legua, y la Villa de Cuetlaxla, del dicho, a dieciocho leguas [...] Tlacotalpan quiere decir: "Tierra partida" y, ansi está hecha una Isla. La lengua que se habla es mexicana [...]. Hay árboles de zapote, que los españoles llaman Peruetano, plátanos, guayabas, anonas, naranjos, limas y limones, algunas granadas, e higueras [...] Ha venados; gallinas de la tierra y de España, en cantidad se crían y multiplican; muchas maneras de aves se crían, en el río de patos y garzas y otras [...]. Y de la forma de suso dicha, acabé la dicho descripción como dicho es, para la cual hice junta las personas que al fin della firman y ansí mismo, a los indios viejos y antiguos de este pueblo, alcaldes y regidores dél.



En ninguna parte de la relación se hace referencia al número de habitantes, y sólo se menciona a indios y españoles. Los negros esclavos, que para ese tiempo ya era una población numerosa, habían intentado sublevarse, hecho al cual la autoridad colonial respondió con la represión total, ejecutando a varios negros rebeldes.

Germán de la Torre afirma que durante las tres décadas siguientes la población de negros era de 18,569 esclavos y 200 negros más eran cimarrones. Por otro lado, Aguirre Beltrán señala otras localidades del virreinato donde existía un número importante de negros cimarrones:



En Pachuca, Guanajuato, Huaspaltepec, Alvarado, Coatzacoalcos, Misantla, Jalapa, Huatulco, Tlalixcoya, Tlacotalpan, Zongolica, Rinconada, Huatusco, Orizaba, Río Blanco, Antón Lizardo, Medellín y Cuernavaca, las autoridades virreinales se encontraban ya en lucha con los negros rebeldes a la esclavitud.



La información anterior incluye varios puntos de la geografía del Sotavento Veracruzano, en los que a finales del siglo XVI, la población negra vivía al margen de la autoridad colonial, y también registra la existencia de esclavos bozales africanos, en las formas legales que el régimen ordenaba.

La división eclesiástica en al Nueva España se orientó a evangelizar a la inmensa población indígena, que estaba fuera de la salvación cristiana que el conquistador propagaba, con el auxilio de los primeros misioneros.

El río Papaloapan sirvió también para la demarcación territorial. En lo religioso, la región se ubica en los obispados de Tlaxcala y Antequera. Una vasta extensión de Veracruz se localizaba en el territorio de la diócesis de Tlaxcala-Puebla:



La diósesis de Tlaxcala, limitada al N. y S. por ambos mares, al E. por la diócesis de Oaxaca y al poniente por la de México, tenía unas 130 leguas de largo por el lado que limitaba con México y unas 80 por el Este. Su anchura por el Sur era de 19 leguas aproximadamente y hasta 80 por el Norte [...]Pertenecía a este obispado, Veracruz, que tenía 200 vecinos españoles y estaba situado a un cuarto de legua de la actual ciudad de este nombre [...] En la parte más estrecha del país [...] estaba el de Oaxaca, con sede en la ciudad de Antequera. tenía como 120 leguas de mar a mar, 50 de prolongaba se costa sube al golfo y 100 la que mira al Pacífico.



Los pueblos de la margen izquierda eran administrados eclesiásticamente por el obispo de Tlaxcala, entre otros pueblos encontramos Alvarado, Tlalixcoya, Cuautla, Pucta, Tlacotalpan, Amatlán, Cosamaloapan y Puctlancingo; pero la margen derecha correspondía al obispado de Antequera, con su sede en la ciudad de Oaxaca: los Tuxtlas, Catemaco, Otatitlán, Tuxtepec, Huezalteque, Tesechoacan, Chacaltianguis y Tlacojalpan.

Al inicio del siglo XVII, la autoridad virreinal trató de congregar en Cosamaloapan a los indios que se encontraban dispersos en Tlacotalpan; pero la población elevó su más enérgica protesta. Por otro lado, la autoridad virreinal también pretendía que la Alcaldía Mayor que residía en Tlacotalpan se trasladara a Cosamaloapan. Seguramente el río de La Mariposa ofrecía mayores oportunidades a los habitantes de las riberas. Todo indica que fueron los propios indígenas y españoles quienes se opusieron al cambio de sede del poder político. Al respecto Aguirre Beltrán comenta:



En 1604, cuando se salvó de ser congregada y desaparecida, la cabecera tenía 232 jefes de familias o tributarios que hacían loza, tinajas, ollas, pescaban en el ríos y cazaban aves en las lagunas. Tlacotalpan tenía como pueblos sujetos, llamados barrios, Atlizintla, Tlazintlan, Chuniapa, Tlapazula y Ahueteopa. Atlizintla asentada en la desembocadura del río, tenía entonces 15 indios tributario y se habían asentado entre ellos 30 vecinos españoles quienes en honor de Pedro de Alvarado, conquistador que primero cruzó la barra y subió por el río un corto trecho, bautizaron el lugar como Alvarado; los españoles eran dueños de chinchorros de negros esclavos cuya encomienda era la pesca en ríos, arroyos, esteros y lagunas.



El régimen de alcaldías mayores se inició, en la Nueva España, desde tiempos del rey Felipe II y terminó durante el reinado de Carlos III. La política de congregar a los pueblos era parte de una estructura de gobernar a los territorios y consistía en:

[...] la política oficial de reducir o congregar a los indios dispersos en comunidades grandes y de más fácil acceso para los funcionarios; al mismo tiempo se pretendía con esta política evitar que otros siguieran huyendo a regiones no controladas. Con la reducción o congregación se buscaba facilitar la administración política de los colonizados y asegurar el pago de tributos y trabajo que debían dar, así como la labor de los clérigos y religiosos que debían atender al compromiso moral de la Corona de España de cristianizar a los nativos de América.



En las primeras décadas del siglo XVII, el obispo de Tlaxcala realiza una visita pastoral por los extensos territorios donde se encontraban los pueblos de la margen izquierda del Papaloapan. El obispo, fray Alonso de la Mota y Escobar, criollo (1546- 1625), para el año de 1609 inicia una gira de trabajo, visitando la ciudad de Puebla y los pueblos eclesiásticamente sometidos a ella. En la provincia de Veracruz, inicia su recorrido en el pueblo de Jalacingo, pasando por Atzalan, Altotonga, Perote, Tlacolulan, Jilotepec, Naolinco, Actopan, Xalapa, Xico y demás localidades hasta llegar al puerto de Veracruz.

En la parte sur de la provincia de Veracruz visita Cotaxtla, Tlalixcoyan, Alvarado, Tlacotalpan, Amatitlán e Ixmatlahuacan. Estas últimas son poblaciones que tienen colindancias con el obispado de Antequera. La información que recogió durante estos recorridos la integró en los Memoriales del obispo de Tlaxcala, que se publicaron en los Anales del Instituto Nacional de Antropología e Historia, hacia el año de 1945. En dichos Memoriales se encuentra abundante información acerca de los pobladores que vivían en su obispado. Señala claramente el origen étnico de los pobladores de la región: españoles, indígenas, negros y sus variantes del mestizaje. También hace el señalamiento de las principales actividades a las que se dedican sus fieles cristianos, así como el número de niños confirmados por él. Después de su estancia en Alvarado continúa hacia Tlacotalpan, Amatitlan, Ixmatlahuacan. Respecto a Tlacotalpan hace las siguientes anotaciones:



Leguas 4, por agua.

Cuatro leguas de este río, arriba, está situado el pueblo de Tlacotlalpan, que es donde reside el beneficiado propietario de Alvarado [...] No se puede ir a él por tierra, así por ser arcabuco, como por las muchas cíenegas y ríos y esteros que no se pueden pasar; y,así se va comúnmente a este río arriba, en canoas.



Nueve años más tarde vuelve a realizar el itinerario de su visita pastoral por la región de la cuenca del Papaloapan. En esta fecha señala claramente el número de habitantes que ha confirmado es esa su octava salida pastoral:



Año de 1618.

Tlaixcoyan [...] Aquí confirme 111 criaturas, españoles, negros, e indios [...] En este pueblo de Acolan confirmé a 70 criaturas de indios [...]



Así, en cada población de la cuenca del Papaloapan, va indicando el número de criaturas que recibieron el sacramento de la confirmación. Sin embargo no detalla con exactitud el porcentaje de los indios, negros y españoles que confirma.

El mar Caribe y el Golfo de México fueron zonas clave para los saqueos de los piratas ingleses. En el sureste, el puerto de Campeche, fue el más débil, no sólo con los piratas sino con el contrabando comercial. Las costas de Veracruz no fueron ajenas a los ataques de los piratas. La población de Alvarado fue víctima de los ataques de éstos, en 1667, provocando la migración de sus pobladores río adento. La Alcaldía Mayor de Tlacotalpan recibió a esta población que en su mayoría eran españoles y criollos, quienes llegaron en busca del refugio.

Alvarado y Tlacotalpan, "puertos naturales" con una actividad marítima de menor escala, eran puertos internos, navegables para sacar grandes toneladas de maderas finas procedentes de Adentro y Coatzacoalcos, como se destaca en el próximo relato:



La incursión de piratas y el desafortunado episodio del saqueo de Alvarado y Tlacotalpan en mayo de 1667 trae como consecuencia inmediata el incremento de la población española avecindada en la isla de Candelaria. La mayor parte de los residentes en Alvarado pasan a establecerse en Tlacotalpan, con sus esclavos negros y con los mestizos y mulatos libres que trabajan en sus granjerías.



Aguirre Tinoco señala otro acontecimiento importante en Tlacotalpan. Se trata de un incendio que arrasa con parte de la villa, en 1698, ya para finalizar el siglo XVII. En ese incendio se pierde la valiosa información de los archivos civil y religioso, según testimonio de :



Un voraz incendio que redujo a cenizas la mitad de la población consumió en sus llamas los archivos civil y eclesiástico.



Después del movimiento armado de 1910, los gobiernos revolucionarios, no dieron la atención adecuado a los archivos de la región. Muchos de estos documentos fueron consumidos por las llamas pero sobre todo por las inundaciones que anualmente afectan a los pueblos ribereños del Papaloapan. No es sino hasta 1987, cuando la autoridad municipal de Tlacotalpan inicia los trabajos de rescate de su archivo, y así salva la información que había resistido a las inclemencias climáticas. El documento más antiguo data de 1766.

En los primeros años del siglo XVIII, se instala en Tlacotalpan un astillero, y en 1731 se fabrica el primer barco de manufactura local.

La invasión inglesa a La Habana, en 1762, hace pensar a las autoridades de la Colonia la manera de proteger el inmenso litoral, que va desde la Florida hasta la Península de Yucatán, estando la provincia de Veracruz en la parte central de ambos puntos.

En 1776 se inician los trabajos de la exploración que le fue encargada a Miguel del Corral y Joaquín de Aranda, calificados ingenieros de su tiempo. La realización de su proyecto era con la finalidan de resguardar las costas de Veracruz hasta Coatzacoalcos, y el reestablecimiento de un astillero existente cuarenta años atrás.

En ese entonces Tlacotalpan atraviesa por un momento económico favorable; las grandes haciendas del Zapotal y de la Estanzuela están en sus mejores tiempos, poseen un lugar destacado en la cría de ganado vacuno así como en el cultivo de algodón, tabaco y maíz, y se comercializaban maderas preciosas. Estos eran negocios de una minoría de españoles, mientras que mulatos y pardos realizaban el trabajo productivo de éstos en las grandes llanuras de Sotavento y en las pesquerías, por otro lado, los indígenas luchaban por sus tierras que les habían arrebatado los conquistadores.

En 1783 en la región se llevó a cabo una sublevación de indígenas que pedían la reintegración de sus tierras. El conflicto finaliza tres años después, cuando se dispone se les entreguen las tierras de la hacienda de Santa Rita, a pesar de la oposición de los españoles que en ese momento ostentaban la posesión. Es en 1790 cuando el gobernador de la república de indios recibe el reintegro de sus tierras, localizadas en Saltabarranca.

Nuevamente ocurren dos incendios que arrasan con los archivos y consumen 61 casas de madera y paja. El gobernador Miguel del Corral giró instrucciones para el asentamientos de viviendas de mampostería, para evitar nuevos incendios, y prohibe la construcción de jacales.

Fue en este periodo cuando el territorio de la Nueva España fue reorganizado en intendencias, por decreto del rey Carlos III. El 4 de diciembre de 1786 se crean la nueva estructura administrativa, La intendencia de Veracruz es dividida en 12 partidos: Pánuco, Tampico, Papantla, Misantla, Jalacingo, Xalapa, La antigua Veracruz, Córdoba, Orizaba, Cosamaloapan, Tuxtla y Acayucan.

El Sotavento recibió al siglo XIX con tranquilidad al igual que el resto de las poblaciones de la Nueva España, y las poblaciones ribereñas del Papaloapan no fueron la excepción.



El movimiento de independencia, iniciado en 1810, llega a Tlacotalpan tardiámente. Durante esta centuria a Tlacotalpan se le otorga el título de Ciudad, en 1865, por decreto del gobernador en turno, don Alejandro García. como un agradecimiento por su participación en favor de la República, que encabezaba el licenciado Benito Juárez. El decreto se promulga el 9 de mayo de 1865.

La cuenca del Papaloapan, durante el siglo XIX, como todo el territorio nacional, fue objeto de interesantes recorridos. Los viajeros dejaron testimonio de sus visitas; entre ellos encontramos a Antonio de Ulloa, que exploró la región a finales del siglo XVIII, a Tomás de Comyn, Carl Chistian Sartorius, Pierre Charpenne, Mathieu de Fossy, Carl Bartholomeaus Heller, Ernest de Vigneaux, H Remy, Charles Etinnee Brasseur, Lambert de Saint Croix, Lucien Biart. Todos ellos escribieron sus impresiones de cada uno de los poblados visitados. En algunos casos detallan a sus habitantes.

Don Antonio de Ulloa (1716-1795), importante funcionario del régimen virreinal, hacia el año de 1777, nota:



Hacia los ríos de Tlacotalpan y Alvarado, y los que allí se internan, abundan mucho los insectos y animales nocivos, y es la razón de la mayor espesura de los montes, la mucha humedad que ocasionan los ríos y arrollos [...] Y la gran cantidad de aves y animales que hay en ellos, de que se mantienen los otros.



También en la relación que levanto el ingeniero Miguel del Corral nos presenta un informe de la abundancia de toda clase de insectos, llamándolos como se le conocía en la región: zancudos. Para 1820, durante su estancia en el Sotavento, Tomás Comyn, señala lo siguiente :



Tlacotalpan es villa grande con accidentes de rica. En sus plazas y calles se ven almacenes y tiendas abundantemente surtidas y de géneros comunes y aun de lujo. La población se compone de buen número de hacendados y de gente acomodada, de armadores de barcos, marineros y artesanos, quienes lucran infinito con abastecer a Veracruz de todo género de comestibles, de cal, ladrillos, carbón y varios otros reglones.



H. Remy, de quien los antologadores de Cien viajeros en Veracruz sólo dicen que visitó a nuestro país hacia 1859, escribe:



[...] Lo que ama y contempla más es la inmensa y fértil cuenca de Alvarado donde se unen, en un admirable entramado, el laberinto perfumado del Zapotal, los limoneros y naranjales que se cubren de flores y de frutas, las aguas de San Juan, del Tesechucu (Tesechoacan), del Papaloapan, del Río Blanco [...] y sembrando en cada orilla un pueblo, que se llamará Saltabarranca, Bodegas, Tlacotalpan, Cosamaloapan, Acula, Coquita y Alvarado, poblaciones prometedoras de un inmenso comercio futuro, que se dirigirá a Córdoba por Tlalixcoyan, para colocar sus más ricos productos.



Carl Bartholomaeus Heller, quién trece años antes de la estancia de Remy, hacia el año de 1846, en plena dictadura Santanista, escribía:



Alvarado es una pequeña aldea, situada de modo encantador en un puerto natural, al que se vierte el río del mismo nombre. Este puerto podría contarse entre los más seguros y bellos, si la entrada de los grandes barcos no se viera impedida por la barra de la desembocadura. Estas aguas están rodeadas por dehesas; entre Alvarado y Tlacotalpan, situada en una isla, va y viene un pequeño bote de vapor.



Ernest de Vigneaux, quien hace una descripción del jarocho, habitante oriundo de las llanuras del Sotavento, en su narración sólo hace mención al puerto de Veracruz:



[...] es el campesino de la provincia de Veracruz; es, las más veces, una mezcla de las tres razas conocidas: la blanca, la roja y la negra; y de este extraño cruzamiento ha resultado, bajo el fuego de Cáncer, una sangre de lava en ebullición, en un cuerpo formado por músculos de acero.

El jarocho recoge todo lo que la naturaleza produce sin mucha ayuda dentro de la cerca que rodea su cabaña, porque no es muy inclinado al trabajo, pero esta indolencia criolla se dobla en él con energía para el placer que pertenece a la sangre negra. Gozar con furor es la última palabra de la vida: fuego, la bebida, la música, el baile y el amor, absorben todo sus ocios. Independiente, audaz y dedicado hasta el extremo, en punto de honor suele apelar a su machete para las decisiones. Por lo demás, leal y franco, probo y hospitalario, es un buen muchacho en suma.

El jarocho es de mediana estatura, enjuto y de color entre aplomado y amarillo.



Lucien Biart, francés, que escribió la novela Tierra Caliente, publicada en Francia en el año de 1862, relata su recorrido por el sur de México. Al referirse a los jarochos señala:



El aislamiento de los jarochos hace de ellos un pueblo aparte, con sus hábitos propios, sus leyes, sus costumbres, miran a sus compatriotas de otras partes de la República como extranjeros que no merecen sino desprecio [...] Escogí entonces por guía un muchacho de piel bronceada, de ojos vivos, de indolente hablar, verdadero jarocho en miniatura que caminaba valientemente los pies desnudos y la mano puesta en la empuñadura de su machete.



Biart hace una detallada narración de Alvarado y de Tlacotalpan. De esta última dice que es una ciudad importante y civilizada, después de Veracruz y Cosamaloapan. El viajero realiza su recorrido navegando el río Papaloapan. Deja asentado varias veces en su texto los rasgos africanos que ve entre los pobladores del Sotavento.

Mathieu de Fossey (1805-1870) hace una breve descripción de la arquitectura de la perla del Papaloapan :



Tlacotalpan es otra Venecia en pequeño; pues en la fuerza del tiempo del agua, la inundación invade en gran parte del lugar, a pesar del leve declive del litoral en que está fabricado[...] Están fabricadas las casas de Tlacotalpan por las mismas reglas de arquitectura que las de casi todas las ciudades de la América española, formándose las más veces de cuatro cuerpos dispuestos en cuadro con dos patios en su centro; pero en las villas de la costa, y en los lugarones criollos como éste, sólo tiene un piso con portales para el exterior, en las cuales se toma el fresco durante las hermosas noches de primavera [...] Son hospitalarios los vecinos de Tlacotalpan, y agasajan cordialmente a los extranjeros [...].



Esta Tlacotalpan, que el autor nos muestra hacia el año de 1830, es la que se conserva hasta nuestros días, con su especial sabor colonial.

El gobernador Rafael Murillo Vidal, en 1969, decretó una ley que declara:



[...] típica la ciudad de Tlacotalpan y previene su conservación con fecha del 8 de enero de 1968.



1.4 Toponimia

El origen de la palabra Tlacotalpan que oficialmente se reconoce es el que se asienta en la relación geográfica de 1580, en la que, a pregunta del alcalde mayor, don Joan de la Medina, uno de los indígenas más ancianos, contesta:



Tlacotalpan quiere decir "tierra partida", y, ansí, está hecha una isla. La lengua que hablan es mexicana.



Tal significado es el que reproduce la mayoría de las obras que consulté, incluso en el Codice Mendocino Tlacotalpan

[está] representado por un círculo dividido en dos partes iguales por una línea recta; una de las mitades contiene color y signos indicativos de tierra cultivada mientras la otra carece de ellos.



Leonardo Pasquel, en el prólogo a La costa de Sotavento, del ingeniero Miguel del Corral, reproduce el símbolo gráfico indígena con que se representa a Tlacotalpan en el Códice Mendocino.

Como dije anteriormente, diferentes fuentes como Los municipios del estado de Veracruz (1988), El gran diccionario enciclopédico veracruzano (1993) y la información que proporciona Humberto Aguirre Tinoco retoman y avalan el significado del topónimo que, en el siglo XVI, se informó a los españoles.

Existe además una referencia acerca del porqué esta población recibió tal nombre:



[...] Axayácatl sometió al ant. asentamiento indígena (1475), al que puso nombre que significa: en el medio de la tierra.



Otro significado que se maneja es:



Tlaco-tlal-pan: tlácotl, cierta jara o mimbre; tlalli, tierra; pan, sobre: en tierra de mimbre.



Por otro lado Musacchio también atribuye al rey mexica el nombre de Tlacotalpan, y señala que el rey Axayácatl fue el sexto monarca de los mexicas.

Uno de los cronistas ibéricos también explica:



Axayaca fue el sexto señor de México, y señoreó catorce años. [...] ganó o conquistó estos pueblos y provincias: Tlacotépec, Cozcacuauhtenco, Calimaya, Metépec, Calixtiahuaca, Ecatépec, Teutenanco, Malinaltenanco, Tzinacantépec, Coatépec, Cuitlapilco, Teuxahualco y Tecualoya, Ocuilan.



Ninguna de las fuentes de consulta proporciona información exacta respecto a la afirmación de la cita anterior; lo que sí está bien documentado es el hecho de que los mexicas sometieron algunas tierras de las costa del Golfo de México:



Cuando los recaudadores mexicas llegaron a Cotaxtla fueron ahogados con humo de chile seco y sus cadáveres vejados. [...] Axayacatl envió sus ejércitos los cuales hicieron en Cotaxtla una terrible matanza que no cesó hasta 1474 cuando el pueblo prometió el pago de doble tributo [...] Axayacatl, al final de su gobierno, intentó sin éxito la conquista de Coatzacoalcos vía Oaxaca. El imperio cambió de ruta. Tomando como base Cosamaloapan dominó la cuenca del Bajo Papaloapan hasta el actual Alvarado y conquistó Tuxtla alrededor de 1483.



Lo anterior puede, en cierta medida, confirmar que los militares del conquistador azteca habitaron la región del Papaloapan, y que Tlacopalpan haya sido un lugar estratégico para sus maniobras militares; sin embargo comprobar el origen del nombre de la población no ha sido posible.

Aguirre Beltrán hace una reflexión acerca del significado del nombre Tlacotalpan, y nos dice:



Se compone de dos palabras: tlacotl y tlalli, y la posposición locativa pa, ambas de la lengua náhuatl. Tlalli no tiene dificultad para ser traducida al castellano por tierra; [...] En composición tlalli pierde el abslotivo li, marcador substantival, y queda en tlal. En cambio tlacotl, que en composición pierde también el abslutivo tl, se ha prestado a muy variadas interpretaciones [...] Tlaco tl, con a larga y saltillo en la segunda sílaba significa esclavo, mientras que tlácotl, con a breve quiere decir jarilla. Como el náhuatl, al pasar a lengua escrita en signos latinos perdió estas distinciones hoy no sabemos cuándo se trata de uno u otro significado.



El mismo Aguirre Beltrán señala que José Corona Núñez, traductor de los topónimos del Mendocino. da a Tlacotalpan el significado de "tierra de esclavos", mientras que Antonio Peñafiel y Cecilio Robelo dan el significado de "tierra de jarillas", que de alguna manera se refuerza por la abundante vegetación que existía en la cuenca del Papaloapan. Basta leer los informes técnicos que envía el ingeniero del Corral al virrey de la Nueva España, Antonio de Bucareli y la descripción que hace Lucien Biart en la novela Tierra Caliente (1862).

Remi Simeon hace una clara distinción entre las palabras Tlacotl y Tlacotli; el primero significa vara, palo, tallo, jarilla, rama de mimbre; el segundo quiere decir esclavo o sirviente;

Por último quiero citar una referencia que reproduce Juan Nepomuceno y que data del año 1604, cuando los habitantes de la perla del Papaloapan, en su negativa para congregarse al partido de Cosamaloapan, hablan del significado del topónimo:



[...] este el dicho pueblo de Tlacotalpan en el comedio de las dichas provincias y donde se junta los ríos, que el mismo nombre y vocablo de dicho pueblo quiere decir en el comedio de la tierra: Tlacotalpan, agrega esta a la mitad de este camino y navegación donde mudan canoas y remeros.



Cabe hacer notar que esta referencia coincide con la versión de los indios que se reproduce en la relación de 1580.

Aguirre Beltrán dice que, según Nepomuceno, Tlaxcotaliapan significa entre aguas, y que no proporciona mayor información respecto al origen del topónimo.

Todo parece indicar que el significado de 1580, es el más extendido. Sin embargo esperamos que los estudiosos de la lengua mexicana algún día desentrañen su significado real.













































CAPITULO II



2.1 Indígenas en la cuenca baja del Papaloapan



Los indígenas de la cuenca baja del Papaloapan fueron testigos de dos importantes invasiones provenientes del altiplano central. En menos de cien años, el Tlalocan o paraíso padeció el sometimiento por parte de los mexicas, fuerza hegemónica a finales del siglo XV en toda Mesoamérica ─según afirma Francisco Xavier Clavijero─. Los mexicas exigían a los pueblos sojuzgados el pago de un tributo:



Todas las provincias conquistadas por los Megicanos eran tributarias de la corona, y le pagaban frutos, animales, o minerales de los respectivos paises, segun la tarifa establecida. Ademas los mercaderes contribuian con una parte de sus generos, y los artesanos con otra de los productos de sus trabajos. En la capital de cada provincia habia un almacen para custodiar los granos, las ropas y todos los efectos que percibian los recaudadores, en el termino de su distrito.



Los habitantes de las llanuras del Sotavento enviaban su tributo, consistente en productos que se cultivaban localmente y que en ninguna otra zona del imperio mexica se producían:



Tochtepec, Otatitlan, Cozamalloapan, Michapan, y otros lugares de la costa del golfo Megicano, además de las ropas de algodon, del oro, y el cacao, veinte y cuatro mil manojos de bellisimas plumas, de diversos colores, y calidades, seis collares, dos de esmeraldas finismas y cuatro de ordinarias; veinte pendientes de ambar engarzados en oro, y otros tantos de cristal: cien botes de liquidambar, y diez y seis mil cargas de ule, o resina elástica.



Las zonas costeras de Veracruz colonial fueron poco pobladas, principalmente por las condiciones climáticas. Los grandes centros de población indígena se localizaban principalmente en el centro y occidente de la Nueva España, zonas montañosas en la mayoría de los casos. Sin embargo no hay que olvidar que la cultura madre de Mesoamérica se desarrolla en la región sur de la provincia de Veracruz, y muy ligada a los afluentes ribereños y a la sierra montañosa de los Tuxtlas:



Conocemos poco sobre esta región, porque la población disminuyó en forma más violenta que en las zonas templadas y frías durante los primeros años de la conquista española, y las fuentes del siglo XVI dan muy poca información sobre la zona.



La mayoría de los pobladores del Papaloapan, hablantes del náhuatl, mixteco y popoloca fueron encomendados a los españoles, quienes administraban las grandes extensiones de tierras y a sus nativos habitantes. Aguirre Beltrán señala exactamente quiénes fueron estos colonizadores del Papaloapan, cuyos apellidos están ligados a los primeros conquistadores: Castañeda, Alvarado, Ojeda, Pérez, etcétera.

Como lo anoté en el capítulo anterior, en 1609 el obispo de Tlaxcala realiza un viaje pastoral a lo largo de su diócesis, que comprende entre otras alcaldías la de Tlacotalpan que a su vez incluye los poblados de Cosamaloapan y Alvarado. Al hablar de este último se expresa de la siguiente manera:



El trato y granjerías de estos indios (son las) sementeras, pesca y, lo más grueso que ganan, es de remar y llevar gente a Alvarado (Alvarado, Veracruz), que (está a) 9 leguas. Tiene extremadas frutas de la tierra, plátanos, guayabas, anonas ( Annona SquqmosaL.), mameyes, chicozapotes, naranjas, limones y cidras ( Citrus medica L.), que todo lo venden; crían algunas gallinas.



En la mayoría de los pueblos de la región serrana sólo habitaban españoles e indios, pero en la parte sur de la provincia de Veracruz había negros, mulatos, pardos, españoles e indios. Cabe hacer notar que en sus relaciones, el obispo registraba en primer lugar a los negros. En la población de Tlalixcoyan asienta la existencia de una cofradía de negros, sin mencionar su condición de libres, cimarrones o esclavos.

En su relación de los habitantes de Alvarado anota lo siguiente:



Prediqué en esta iglesia (el) 3, domingo de adviento, a los españoles y, este día confirmé 219 criaturas, españoles, indios, mulatos y negros y, también, prediqué a los indios en este día y me despedí de este pueblo.



En el caso de los negros no especifica si se trata de negros bozales o negros nacidos en estas tierras.

Después de su estancia en Alvarado continúa su viaje con rumbo a Tlacotalpan. Este recorrido lo hace por río, y al respecto hace notar que los vientos no dejaron de soplar y las lluvias no cesaron por más de cuatro días contínuos:



Es este pueblo de la Corona, doctrina de clérigo, tiene 111 tributarios indios casados; es el temple caliente y enfermo, está situado a la ribera de este río de Alvarado de donde le viene (el) tener grandísima copia de mosquitos de todo géneros que son muy penosos y mil sabandijas ponzoñosos. El principal trato de estos indios es pescar en este río, esteros y lagunas, y hacer loza de la bastarda, que ellos usan y gastan.



En sus breves comentarios acerca de Tlacotalpan no hace referencia a los negros, mulatos ni pardos. Esta visita la realiza cinco años después de que la autoridad virreinal intentara congregar a la población en el partido de Cosamaloapan.

No debemos olvidar que, desde tiempo atrás, Alvarado y Tlacotalpan tenían una importante participación en el mercado de maderas preciosas por lo que la introducción de grandes contingentes de negros esclavos en esa región se hacía necesaria. La madera se transportaba por el río hasta Veracruz y de ahí a La Habana.

En el Memorial de su viaje el obispo también hace referencia al pueblo de Amatlán, mejor conocido como Amatitlán, que dista unas cinco leguas río arriba del partido de Tlacotalpan; en sus notas dice:



Son los indios 80, casados, tributarios, hablan lengua mexicana, siembran y pescan y alquílanse a cortar madera, con (lo) que ganan su vida. Las mujeres se ocupan en hilar y tejer ropa blanca de algodón, para vestidos suyos y de sus maridos, venden alguna. .



En el caso de esta comunidad ni Aguirre Beltrán, en Los pobladores del Papaloapan, ni Joseph Antonio Villaseñor, hacen referencia alguna sobre el establecimiento de población de origen africano.

Cosamaloapan es la última población que visita Mota y Escobar en la ribera del Papaloapan. Buena parte del trayecto la realiza por las aguas del río y un último tramo lo hace por los reales caminos, cada vez más se acerca a los límites territoriales con el obispado de Antequera. De Cosamaloapan dice:



Está fundado en la ribera del río, tiene algo más de 30 indios vecinos, tributarios; hablan la lengua mexicana; (el) temple (es) cálido y enfermo; ganan la vida en lo mismo que esos otros, sus vecinos y en servir a (los) españoles. [...] Tienen en este pueblo fundada una cofradía de sangre, con apellido del entierro, y dejé mandado que no la pasen a otra sin mi licencia, a pedimento de los vecinos.



Al cotejar las notas de este recorrido evangélico que lleva a cabo entre 1609 y 1610 y las que escribió durante su segunda estancia por el territorio de su obispado, entre diciembre de 1617 y enero de 1618, se advierte que no hay información de trascendencia que enriquezca a la que proporciona en su primer viaje.

La segunda visita de fray Alonso de la Mota y Escobar al partido de Tlacotalpan la registra el día 9 de enero de 1618, y por motivos de salud el prelado descansa en dicha población por espacio de 4 días, hecho que le permite confirmar a 203 criaturas entre españoles, mulatos, negros e indios, y reafirma que los indios vecinos son 100, y todos hablantes de la lengua mexicana.

En el siglo XVI, los españoles encomenderos de las llanuras del Sotavento demandaban, aparte de las tierras que se les había otorgado, estancias de ganado mayor debido a la introducción de vacas y caballos procedentes de España.

La siguiente es una observación que hace Joseph de Acosta acerca del tema:



En muchas partes de Indias, y creo son las más, no se cría bien ganado menor, a causa de ser la yerba alta y la tierra tan viciosa, que no puede apacentar sino ganado mayores, y así de vacuno hay innumerable multitud. Y de esto en dos maneras: uno, ganado manso y que anda en sus hatos [...] De este ganado se aprovechan como en España, para carne, y manteca y terneras, y para bueyes de arado, etc.



Es así como el ganado vacuno se va extendiendo por casi toda la Nueva España, siendo los españoles los únicos dueños. Para los indígenas mesoamericanos este hecho se convierte en uno de los principales problemas, pues el ganadero colonial exigía las mejores tierras para la crianza de su ganado; al mismo tiempo el indígena reclamaba esas tierras de su propiedad para el tradicional cultivo de maíz, chile y frijol.

Por otro lado la actividad ganadera fue muy bien asimilada por los afromestizos de la cuenca baja del río Papaloapan al igual que el cultivo de la caña de azúcar, uno de los principales productos agrícolas de la Colonia que no se explotaba en otras regiones de la Nueva España:



La caña de azúcar fue otro cultivo importado que la metrópoli trató de fomentar desde mediados del XVI. A partir de Don Luis de Velasco (1550); los virreyes recibieron especial recomendación de favorecer la instalación de ingenios de azúcar y ampliar las siembras de caña con la adjudicación de las tierras necesarias a quienes desearan dedicarse a esta actividad.



El nuevo cultivo, importado de las Antillas, requirió de la experiencia de los africanos que venían realizando esta labor en las islas del Caribe español, además de que la mano de obra indígena cada vez era menor debido al gran índice de mortalidad, derivado del mal trato que le daban los españoles. Esta situación dio como resultado la introducción de los negros esclavos a la Nueva España.

En el centro de Veracruz se instalaron los ingenios de Orizaba, Jalapa, Coatepec, Córdoba y Los Tuxtlas, en dichas poblaciones los ingenios se convirtieron en centros de desarrollo agro-industrial de vital importancia. Virgina Molina describe la situación entre el ganado vacuno y el cultivo de la caña, en estos términos:



A la vuelta de pocos años las tierras costeras veracruzana estaban llenas de ganado, sobre todo vacuno y caballar, y las templadas de grandes plantaciones de caña. De tal manera, cuando se inició la recuperación demográfica de la población india, hacia 1650, buena parte de las tierras bajas despobladas en el siglo XVI ya estaban otorgadas a empresarios particulares. Los indios nunca pudieron recuperarlas.



La población indígena de las riberas del Papaloapan, al igual que la del resto de la Nueva España, se vió afectada por el gran índice de mortalidad que padeció en menos de un siglo.

Algunos autores señalan que la población indígena de esta zona casi desaparece:



[...] En la jurisdicción de la Veracruz nueva la totalidad de la población indígena desaparece entre 1518 y 1646 o la casi totalidad.



Por esta disminución de nativos en las zonas propicias para la agricultura fue necesaria la mano de obra de esclavos negros y sus descendientes, sobre todo en estas regiones cuyas condiciones climáticas eran de lo más difícil, dado el intenso calor y lluvias.

La mayoría de los indígenas sobrevivientes se enfilaron a las altas montañas pertenecientes a la provincia de Antequera. La doctora Molina señala que es hasta mediados del siglo XVII cuando los indígenas nativos empiezan a recobrar su desarrollo demográfico, al tiempo que se va mezclando con las nuevas razas: blanca española y negra africana. En estas circunstancias los indígenas aprenden a convivir, aunque con cierta resistencia, propia de los procesos que traen consigo las conquistas de los pueblos.

Sin embargo, a pesar de la recuperación poblacional, nunca se pudo alcanzar la cantidad de indígenas que habitaron estas tierras antes de la llegada de los españoles: 25 millones aproximadamente.

Al respecto cabe esta referencia:



La alcaldía de Veracruz Nueva abarcaba desde este villa hasta el delta del río Papaloapan, incluyendo Tlalixcoyan, Tlacotalpan y Alvarado. Para 1532 la población india ya se había reducido mucho y siguió disminuyendo hasta 1626: 443 tributarios en 1570 y 134 en 1626. A partir de entonces se inicia la recuperación, con 189 tributarios en 1696, 347 familias indias en 1743, 434 en 1777 (la mayoría en Tlacotalpan) y 545 en 1799.



Como mencioné, en mayo de 1667, el puerto de Alvarado sufre el asalto por parte de los piratas ingleses, provocando que los españoles de cierta posición económica se refugien río adentro, en el partido de Tlacotalpan. No sólo se desplazan los españoles, sino que llevan consigo a sus esclavos negros y mulatos. Esta migración pone en otra dinámica socioeconómica al pueblo de San Cristóbal de Tlacotalpan.



[...] En el periodo que va de 1568, que es la aventura de John Hopkins en el puerto de Veracruz, hasta el ataque que realiza Lorencillo en marzo de 1683 tenemos casi cien años de una intensa actividad bucanera y pirática[...] en una especie de simbiosis con la administración colonial española de la región. Hay una especie de status quo, una especie de impase, una especie de alianza incluso, entre este contrabando propiciado por los piratas y los funcionarios españoles de la región.



Si bien es cierto que la única vía legal para el comercio de la Nueva España con la Metrópoli era justamente a través de los puertos de Veracruz y Acapulco, la piratería, en mucho de los casos, fue un primer contacto para la práctica de comercio de contrabando, en una forma pactada entre las autoridades locales con los piratas. Pero cuando la parte novohispana llega a romper dicho pacto vienen entonces las represalias por parte de los piratas, atacando a las poblaciones, que en su mayoría no contaban con una milicia propia para la defensa. En el caso de Alvarado una gran parte de la población se traslada hacia Tlacotalpan, en busca de seguridad personal:



La incursión de piratas y desafortunado episodio del saqueo de Alvarado y Tlacotalpan en mayo de 1667 trae como consecuencia inmediata el incremento de la población española avecinada en la isla de Candelaria. La mayor parte de los residentes en Alvarado pasan a establecerse en Tlacotalpan, con sus esclavos negros y con sus mestizos y mulatos libres que trabajan en sus granjerías.



A finales del siglo XVII la población indígena ya está inmersa en la dinámica de interrelaciones étnicas con los españoles y negros africanos, pero siempre reclamando su espacio territorial, al grado de influir en la administración para prohibir el establecimiento de españoles y negros en sus tierras.



2.2 Indígenas en el siglo XVIII



A mediados del siglo XVIII, en Tlacotalpan la relación entre españoles e indios llega a un estado conflictivo ya que el número de estos últimos de nuevo había crecido considerablemente (después del casi exterminio de los primeros años de la conquista), y se movían ya en varias esferas de la vida productiva y demandaban la devolución de las tierras de que habían sido despojados.

La situación que prevalecía en algunos lugares del Sotavento, hace que los indígenas se rebelen contra las autoridades y originen conflictos, que en su mayoría no fueron resueltos, sino al contrario, reprimidos. Tlacotalpan y Acayucan son los principales focos de insurrección a finales de esta centuria.

En la lucha por la tierra, los indígenas se organizan para declarar la guerra a los españoles, después de lo cual obtienentierras cerca de Tlacotalpan, en el rancho de Saltabarranca, mismas que habían sido adjudicadas a los religiosos agustinos.

Uno de los primeros conflictos que se suscitaron en la población de Tlacotalpan, fue consecuencia de los abusos que los españoles cometían en contra de los indios. Éstos fueron constantes en sus reclamos de mejor trato. Ya desde principios de la Colonia, algunos religiosos fueron auténticos defensores de la dignidad del pueblo indígena:



Los indios de tlacotlalca' [sic] sufrieron sin chistar las intemperancias y tirarías de sus vecinos españoles hasta que en 1721 en que se levantaron queja en contra de Mateo Díaz de Agreda, tratante en maderas y otras granjerías. El pleito entre la república de naturales y el vecindario español fue causa determinante de la escisión del asiento de dos barrios: el de arriba donde radicaron los españoles y el de abajo donde habitaron los indios.



La división social de Tlacotalpan subsiste hasta nuestra días, se habla, como en antaño, del barrio de arriba y del de abajo, en todos los sentidos de la vida cotidiana.

La información que pude obtener en el Archivo Municipal de Tlacotalpan, acerca de la segunda mitad del siglo XVIII, fue relativamente poca, a pesar de que el rescate del archivo se ha concluido. Sin embargo hay que recordar que gran parte de la información se perdió en los incendios de los que hablé anterirmente.

Entre los primeros documentos que ahí se pueden consultar, se encuentran los testamentos españoles ahí radicados; la correspondencia del teniente de Justicia con sus superiores (tanto los del puerto de Veracruz como los de la capital virreinal); información de las elecciones para la República de Naturales de San Cristóbal de Tlacotalpan, y algunas cartas de instrucciones para sofocar las rebeliones de los indígenas que se suscitaron tanto en Tlacotalpan como en Acayucan.

Entre la información que puede consultar de este momento, se encuentra la relativa a la población: nombre, apellido y casta (indio, negro esclavo, negro libre, mulato y pardo libre), que en este periodo (mediados del siglo XVIII), eran la mayoría de los habitantes de la región.

Pocos son los censos que de la Colonia novohispana se tienen para mediados del siglo XVIII. José Antonio Villaseñor y Sánchez, en su obra Theatro americano (1746), asienta el resultado del censo que se realiza en el transcurso de las administraciones virreinales de don Pedro Cebrían y de don Agustín Conde de Fuen Clara, bajo el reinado de Felipe V. Villaseñor concluye su trabajo habiendo nuevos gobernantes: Fernando VI como rey y Francisco Güemes de Horcasitas, como virrey.

De la región del bajo Papaloapan hace una relación detallada del número de habitantes y de algunas de las actividades propias de sus pobladores.

Alvarado, informa, lo integran de 50 a 70 familias de españoles y mulatos, sin precisar el número exacto de estos últimos, tampoco hace mención de la población indígena; Amatlán está conformado por 150 familias de indios; en Acula viven 305 indios; en Santiago Ixmatahuacan 192 familias de indígenas; en Otatitlán hay 19 familias de indígenas; en Chacaltianguis, población perteneciente al obispado de Antequera pero ubicado en el conjunto de pueblos del bajo Papaloapan, viven 7 familias de españoles, 18 mulatos y negros y 75 familias de indígenas de habla popoluca; en Cosamaloapan 38 familias de peninsulares, 128 mulatos y 4 indios.

De Tlacotalpan, Villaseñor y Sánchez dijo lo siguiente:



[...] el Pueblo de Tlacotalpa, en cuya boca se encuentran algunas Isletas pequeñas, y desde ella caminando cinco leguas se llega à dicho Pueblo, que está en latitud de diez, y ocho grados, y veinte minutos, y en longitud de doscientos, ochenta grados, y trece minutos, distante de la Ciudad diez, y nueve leguas por la vanda de el Suest. En este País no se dÁ fruto alguno por las repetidas inundaciones, que padece con las crecientes del Río, en el que consiguen sus Vecinos abundantes pescas, y las trescientas, treinta y siete familias de Indios, que lo habitan, se exercitan, en la fábrica de la loza de barro, y aunque trabajan en cortes de madera han abandonado este tráfico [...].



Aclara que dicho pueblo es parte de la doctrina de Cosamaloapan, y sólo cuenta a la población indígena, descartando a los españoles, mulatos y pardos que vivían durante aquellos años. Es en el capítulo XXX de su obra ─en el que habla de la doctrina de Cosamaloapan─ cuando se refiere a Tlacotalpan:



San Chistoval Tlacotalapan es República de Indios, y Cabezera de Gobierno, situado en temperamento caliente, y húmedo á la margen del Río de Alvarado, y distante de la Capital siete leguas al Lest, quarta al Suest cuentanse en él ochenta, y una familias de indios de la referida Doctrina de Chacaltianguis [...].



La mención a Tlacotalpan es muy breve, sin mayores datos de su ubicación geográfica y del resto de la población. Es extraño, además, que no mencione a los españoles residentes. En el caso de Otatitlán, escribe una breve reseña del Cristo negro que se encuentra en el pueblo.

En todos estos pueblos indígenas que señala Villaseñor y Sánchez, dueños de una herencia espiritual y material, los habitantes sincretizan a sus dioses mesoamericanos con los santos que la conquista les impone:



[...] en Tlacotalpan la virgen de la Candelaria y la diosa de las aguas Chalchiutlicue, la de la saya de esmeraldas, son una misma persona.



Detrás de la veneración a la Candelaria el indígena seguramente rendía culto a la diosa de sus antepasados.

A mediados del siglo XVIII los indígenas de Tlacotalpan se dedican a muy diversas actividades: son peones de las grandes haciendas de la zona, otros se dedican al comercio, unos más a la caza y a la montería, y una pequeña parte a la pesca, actividad que poco a poco va siendo ocupada por los negros africanos, mulatos y pardos. Entre todas esas actividades, los indígenas cultivan maíz, frijol y algodón, productos propios de la zona.

En la relación que escribió Miguel del Corral, en 1777, deja asentado:



[...] su Población en el día es de ocho cientos sesenta vezinos; ochenta Españoles; quatro cientos sesenta Indios; y tres cientos veinte mulatos; los últimos son todos Monteros, Hacheros, y Aserradares, los que en diferentes tiempos del año van hazer sus cortes de Maderas; la benefician para poderlas vajar por los ríos, y luego las asierran según la salida, que pueden darles: ay también entre los Indios algunos Monteros, pero los mas se aplican a navegar en las Canoas, y a sembrar Milpas de Mais; Algodon, y Frixol; lo que practican en tierras agenas, no teniendo este Pueblo terreno ninguna propio, pero se les franquean, las haziendas condindantes, pagando el reconocimiento establecido entre ellos.



Entre las haciendas más importantes de Tlacotalpan se cuentan Estanzuela y San Juan Zapotal. En estas grandes extensiones de tierra los indios, esclavos, mulatos y pardos conviven bajo la guía del español o criollo, dueño de las haciendas.

Con un gran movimiento económico, la agricultura y la ganadería fueron las principales actividades productivas, dada la calidad de las tierras, todas ellas beneficiadas por las aguas del río de La Mariposa.

En el transcurso del siglo XVIII en todo el territorio novohispano, y particularmente en los pueblos en los que los indígenas estaban relegados a posiciones inferiores y desposeídos de sus tierras, hubo constantes movimientos armados por el justo reclamo de tierras:



Los conflictos por la tierra entre comunidades indias y grandes propietarios se iniciaron hacia mediados del siglo XVII, cuando la recuperación demográfica de los indios empezó a provocar fuertes presiones sobre las reducidas tierras que se les habían reservado.



Si por un lado los movimientos reivindicatorios de los negros esclavos giraban en torno a la libertad, los de los indígenas ─que vivían una maltracha libertad─ pugnaban por la devolución de la tierra que para ellos tenía un significado especial (sagrado) dentro de su cosmovisión.

En la provincia de Veracruz algunas de estas manifestaciones se dieron a través de litigios, pero en otros casos se utilizó la fuerza como única alternativa para exigir la tierra demandada. Papantla, Tlacotalpan y Acayucan, fueron sin duda los escenarios en los que se dieron las más trascendentes rebeliones; aunque no fueron las únicas:



El crecimiento de la población agudizó el problema de la tierra, los indígenas lucharon con mayor virulencia contra la expanción de las haciendas que les impedían el libre uso de los bosques y de las aguas, como sucedió con los naturales de Orizaba y el barrio de Ixhuatlancillo, quienes desde 1701 a 1743, pleitearon contra la marquesa de Sierra Nevada por posesión y uso de los montes [...].





En Tlacotalpan las revueltas campesinas se suscitan entre 1743 y 1786, siendo las de 1783 y 1786 las más documentadas por los historiadores que han estudiado esta población. El conflicto de 1783 se produjo en los primeros días del mes de octubre, siendo teniente de justicia don Isidro Vicente Carlín, quien recibe del jefe de las milicias de la plaza de Veracruz, don Miguel del Corral, la siguiente notificación:



Enterado de cuanto vm. me expone con fecha 11 le prevengo que suspendiendo la publicación del Bando que yo había mandado respecto de haberse reducido a sus domicilios todos, los naturales fugitivos de provincia, que sin ruido ni alboroto se arresten y aseguren los cuatro cabecillas del motín que andan vagando por los montes, y verificado que sea les formará vm. de sumaria y remitirá con toda precaución a esta real cárcel sin proceder vm. a ningún castigo corporal cuya ejecución me reservo según tenga conveniente.

Veracruz, 13 de octubre de 1783.



Es muy poca la información que contiene el Archivo Municipal de Tlacotalpan respecto a esta rebelión de indígenas. Sin embargo Aguirre Tinoco realiza algunas pesquisas en el Archivo General de la Nación y transcribe los testimonios de varios implicados, tanto por parte de los usurpadores españoles, como por la Iglesia y los propios afectados:



Tlacotalpan, 30 de Septiembre de 1783

Testimonio de José Carvajal, administrador de la Real fábrica de materiales.

[...]el tlatoque Sebastían Martín con los demás oficiales de su república y los indios todos que habían asistido al trabajo, le estaban haciendo cargos a Julián Pérez tlatoque que fue el año próximo pasado, que habíendoles tomado declaración en diligencias que a petición del común se siguieron acerca de la conducta de algunos vecinos y como en la ciudad de Veracruz no declaró contra dichos vecinos en la forma que ellos querían, diciéndole había declarado contra el pueblo y dándole respuesta Julián Pérez que había dicho sólo la verdad así como Diego Domínguez Alguacil mayor que fue en el mismo año pasado, gritando todos los indios que los prendan y los azoten dijeron los oficiales que ya sabían quiénes habían declarado contra ellos [...] y a Julián Pérez lo prendieron para castigarlo con azotes y eran 250 indios que removían sublevación.



Este movimiento que los indios emprenden para exigir se castigue al propio exdirigente de su república no es el único medio de que se valen para hacerse justicia. Así lo demuestra el testimonio del miliciano Mariano Alarcón, al referirse a ciertas prácticas sobrenaturales:



Dos o tres días antes del día que los indios quisieron conspirarse contra el Teniente de Justicia y demás gente de razón, oyó clara y distintamente tocar un pito por muy largo rato, en el mayor silencio de la noche hacia la casa de Pascuala Morales, india que vive en la plazuela de San Miguel [...] supo estar colgada una calavera de una persona humana en la esquina de Pascuala Morales atada a una pita torcida frescamente[...] fue señal para matar a don Isidro y después incendiar el pueblo.



Los principales instigadores de la rebelión fueron detenidos por la autoridad virreinal del pueblo. Encabezaron la lista los siguientes detenidos: Sebastián Martín, Felipe Cortés, Luis Celestino, Juan Felipe Ortiz, teniente Diego, Salvador Dionisio Marchena, Jacinto Mendoza, Juan Pedro y su mujer Pascuala Morales, Juan de Aparicio, Juan Velázquez, Francisco León, Antonio del Castillo, todos ellos indios;y Francisco Navarrete, pardo de Alvarado, quien también prestó declaración. Todos los participantes fueron trasladados a la real cárcel de la ciudad y puerto de Veracruz.



A la república de indios sistemáticamente se les obligó a plantear sus inquietudes a través de los ayuntamientos y de los párrocos, los cuales desempeñaron durante años el papel de voces y mediadores entre las repúblicas y las autoridades mayores del virreinato sin obtener resultados favorables, lo que condujo al descrédito y a invalidar el respeto de los funcionario.



La rebelión de Acayucan, una de las más grandes, se efectuó en el mes de octubre de 1787. Ana Pascuala al mando de un grupo de indígenas atacó al gobernador recién designado. Las consignas de su lucha eran:



!No a los trabajos forzados, no a las invasiones de sus tierras comunitarias, no más diezmo de un peso por cada vaca que mataban para su consumo, no al cobro de alcabala por la caña de azúcar! Media población indígena se volcó en su apoyo.



El gobernador militar de la plaza de armas de Veracruz, el señor Troncoso, envía refuerzos para sofocar la rebelión. Al frente del destacamento militar se encontraba el coronel Miguel del Corral, quien organizó a los milicianos de Alvarado, Tlacotalpan y Cosamaloapan para apoyar a las fuerzas reales asentadas en San Martín Acayucan.



Alfredo Delgado, investigador, habla acerca de la manera en que los gobernadores de las repúbicas de indios eran elegidos:



El gobierno de los indios, llamado república de naturales, era de carácter semiautónomo y modelado conforme al Ayuntamiento español, aunque con algunos elementos de la organización indígena prehispánica. Las funciones del gobierno eran principalmente dos: el cobro de la tributación y la policía del pueblo [...] Estos funcionarios eran electos anualmente al mes de diciembre, y podían ser reelectos. La lista de individuos era sometida a consideración del cura del lugar y del alcalde mayor quienes podían cuestionar la elección de alguno.



En el archivo de Tlacotalpan se encuentran las actas correspondientes a las elecciones de 1781 para gobernantes de la república de indios. Las designaciones son las siguientes:



Matías Josef, Gobernador.

Sebastián López, Alcalde primero.

Manuel Ortiz, Alcalde segundo.

Sebastián Martínez, Regidor primero.

Jacinto Pérez, Regidor segundo.

Salvador Dionicio, Escribano.

Diego Domínguez, Alguacil.

Nicolás Cortés, Ayudante.



Además de esta información se encuentra la que corresponde a los años de 1785, 1787 y 1789.

Una vez elegida la nueva administración. el teniente real de justicia del partido envía a sus superiores inmediatos la relación de cómo quedaba integrada la nueva autoridad de los indios.

Una rebelión más se verificó en los primeros meses del año de 1786, con poca significación para las autoridades locales. Delgado Calderón nos dice:



Sucedió entre febrero y marzo de 1786 en el paraje de Ahuateopa, perteneciente a Tlacotalpan, pero los implicados eran naturales del pueblo de Acula, de la jurisdicción de Cosamaloapan. Fueron 66 los indígenas aprehendidos. Don Miguel Del Corral ordenó que se pusieran a la disposición del alcalde mayor de Cosamaloapan [... ] Sin embargo los indios fueron perdonados y restituidos a su pueblo advirtiéndoles que por esa ocasión se les trataría con conmiseración [...].



En este mismo año se hace otro recuento de la población existe en Tlacotalpan. Aguirre Beltrán lo adjudica al cura. La información desglosada es la siguiente :

[...] 372 familias de indios y 394 de españoles, mestizos, chinos, mulatos y negros; componentes estos últimos de la población llamada de razón y los primeros la de naturales. A este número el teniente de cura agregó cincuenta familias trabajadoras del Zapotal que elevan a 444 las familias no indias, esto es, anota un "exceso de setenta y dos familias sobre los indios". La certificación es del año 1786.



El aumento de pardos y mulatos refleja el hecho de que la población de origen africano cada vez se hacía más presente en el la vida social y cultural del Sotavento.

Poco tiempo despúes los indígenas reciben las tierras por las que durante tanto tiempo habían luchado.

Miguel del Corral, como funcionario del régimen colonial, hace la entrega a los representantes de la república de naturales, siendo Juan Nicolás el gobernador de los nativos. El 18 de marzo de 1790 reciben las tierras de Saltabarranca, que comprendía los sitios El Mesón, La Campana y Tecolapa.

Aguirre Tinoco transcribe lo que don Vicente Carlín asentara en el documento de entrega de tierras:



[...] Tomé por la mano el actual Gdor. de Naturales, Juan Nicolás paseándolo con los demás de su cav. o pr. ellos y los demás de su Común y República haciéndole cortar ramos y llevar, los esparcieron en señal de posesión Real y personal que a nombre del Rey Nto. Sor que Dios guarde, en altas voces expresé le daba todo el distrito y montes, labores, ejidos, aguajes, pastos, entradas y salidas comprendidas en los dichos linderos de que les hago legítimos dueños, mandan que no les inquiete, ni despoje en virtud de la soberana gracia que se dignó hacerle S.M. bajo las penas que se imponen a los que contravienen sus reales donaciones, sin que sean primero oídos y por otro convenidos, y dando un viva al Rey por su soberana gracia, repitieron agradecidos el reintegro de las tierras que les corresponde.



Pocos años más tarde, en 1824, ya en el México independiente, se conforma el municipio de Saltabarranca.

Desde 1568, la autoridad virreinal promulgó reales cédulas para que los españoles, mulatos, negros, no vivieran en los pueblos de los indios: sin embargo fueron pocos los pobladores que cumplieron fielmente tales mandatos que estuvieron

vigentes hasta finales de la Colonia.

Para mediados del siglo XVIII, cuando los corsarios amenazaban al puerto de Alvarado, un importante número de habitantes españoles y sus esclavos negros trasladaron su residencia a Tlacotalpan, y se instalaron en el territorio de los indios. De tal forma, españoles, indios, africanos, y sus respectivas castas, fueron conformando una cultura de vaqueros, hombres dedicados al cuidado del ganado vacuno y caballar, especialmente los pardos y mulatos, quienes conforman principalmente lo que conocemos como cultura jarocha.

La pérdida de archivos coloniales, en particular los de la Iglesia católica, impide conocer con mayor detalle información demográfica sobre natalidad, matrimonios y defunciones del partido de Tlacotalpan, así como los diferentes tipos de unión matrimonial que se daba entre castas distintas.

Lo que sí fue posible documentar son las prohibiciones del régimen Colonial respecto a tales uniones para evitar las mezclas entre grupos humanos de diferente origen racial, en particular los enlace matrimoniales con negros. Fueron numerosas las reglas que se dictaron para vigilar la institución matrimonial. Tanto indígenas como africanos fueran sometidos a los cánones matrimoniales de occidente. Sin embargo, a pesar de la misma legislación, el mestizaje es propiciado en primer lugar por los españoles, quienes se mezclaron con las indígenas, creando una raza de mestizos.

Estas leyes intentaban evitar la unión de indias con negros, hecho que provocó situaciones conflictivas. Eran constantes los robos de mujeres indígenas en regiones donde se había asentado algún palenque, como lo señala Aguirre Beltrán en la Población negra de México:



Ante la imposibilidad de una vida matrimonial con la negra esclava, el negros también esclavo, desde de los primeros años de la Colonia tendió a unirse conyugalmente con la india que, con raras excepciones, gozaba de ingenuidad.



Los hijos, producto de uniones matrimoniales o de amancebamiento de esclavo africano con indias, nacían libres, por lo mismo los matrimonios entre negros esclavos (hombre y mujer) se dieron con poca frecuencia, para evitar que los hijos también fueran esclavos. Como consecuencia, en la cuenca del Papaloapan como en el resto de las colonias hispánicas, existe una gran cantidad de pardos.

Varios autores han señalado que la mujer india tenía marcada preferencia por los hombres de origen africano, como lo confirma la declaración del virrey de la Nueva España, Martín Enríquez, al rey Felipe II:



y las indias es gente muy flaca y muy perdida por los negros, y así se huelgan más en casar con ellos que con indios, y ni más ni menos los negros se casan con ellas, antes que con otras negras, por la razón de dejar a sus hijos libres.



Gracias a esta debilidad, en la Nueva España, a finales del siglo XVIII, la población era predominantemente de raíces africanas.

En el Sotavento, mulatos y pardos fueron el principal factor para el desarrollo económico.

En 1803, José Luis de la Esquina realiza un nuevo censo poblacional en el partido de San Cristóbal Tlacotalpan. En éste se asienta que los pardos son la mayoría de los habitantes, con un total de 1,621; les siguen los indios, con un total de 1,156. Y como siempre en la historia de la Nueva España, los españoles son minoría, con 238 pobladores. Al respecto el autor Gilberto Loyo dice lo siguiente:



En Tlacotalpan predominaba la población de color [...] Los datos por edades perecen indicar que la mortalidad en Tlacotalpan eran mucho mayor en los indios que entre los pardos [...]



Con esta somera revisión histórica de la presencia indígena en la Perla del Papaloapan pretendo hacer una valoración de su trascendencia en la vida productiva, social y cultural, que sumada y entremezcada con la de los negros africanos originó lo que hemos dado en llamar cultura jarocha.



























CAPITULO III



3.1 Españoles, minoría del Sotavento Veracruzano, a finales del siglo XVIII



En este capítulo planteo la situación de los españoles, minoría entre los residentes de Tlacotalpan. Son ellos quienes poseían la mayor parte de riqueza en todas las actividades económicas propias de la región, riqueza que se fincó primordialmente en la posesión de grandes extensiones de tierra que, en ese periodo, eran ya haciendas bien consolidadas. En éstas tanto el producto de la actividad agrícola como la posesión de ganado vacuno y caballar, eran derecho exclusivo del español, lo mismo que el control del comercio que ellos mismos monopolizaban en la regional y en ultramar, en sus dos modalidades: el legal y el ilegal. La explotación de maderas finas, en particular, hizo florecer el comercio. Las maderas llegaban desde diversos punto del sur de la provincia de Veracruz, en especial de Acayucan, y subían por los ríos hasta llegar al partido de Tlacotalpan o de Alvarado. De aquí salían para La Habana o al mismo interior de la Nueva España. En el renglón de la agricultura, si bien es cierto que los campesinos indígenas eran los encargados de realizar todo el proceso de cultivo, desde la preparación de los campos hasta la cosecha, las tierras eran propiedad de la hacienda, por lo tanto los productos extraídos (maíz, frijol, algodón y tabaco) pertenecían a los españoles.

Como mencioné anteriormente, en el Archivo Municipal de Tlacotalpan se encuentra muy poca información del periodo de la Colonia. Afortunadamente se conserva buen número de testamentos e inventarios de bienes de la segunda mitad del siglo XVIII, que en su mayoría pertenecen a españoles peninsulares, únicos poseedores de la riqueza acumulada en la región. Sólo se registra un caso de una familia indígena; se refiere a una sucesión de propiedad, en la que Josefa Esperanza y José Antonio Rivera, indios tributarios de Tlacotalpan, testan en favor de sus hijos Juan Esperanza y María Pascuala. Se trata, posiblemente, de una familia que por circunstancias espaciales conservaron ciertos privilegios.

En la región del Papaloapan a los indios se les bautizaba con nombres y apellidos castellanos, no así en la sierra de los Tuxtlas, donde hasta en la actualidad se encuentran apelativos nativos.

En este archivo de Tlacotalpan localicé tres interesantes casos de españoles que, hacia finales del siglo XVIII, tienen la necesidad de seguir un proceso de limpieza de sangre. Este proceso consistía en comprobar que por sus venas corría sólo sangre de español viejo, sin mancha de negro, mulato o judío.

El control judicial lo tenía el santo oficio, como una manera especial de vigilar la vida cotidiana de la Colonia novoespañola.

Aguirre Beltrán, en Los pobladores del Papaloapan, proporciona una valiosa información sobre el origen de los inmigrantes procedentes de la Península Ibérica. la pesquisa del autor fue posible gracias a la documentación de las propiedades de estos colonos peninsulares (estancias de ganado mayor y haciendas). Los españoles junto con los indígenas y los descendientes de africanos otorgaron una nueva identidad a la región del Papaloapan. En este proceso la cercanía del puerto de Veracruz fue determinante:

Hemos anotado a la Villa Rica de la Vera Cruz como el primer foco de irradiación de pobladores españoles en el Papaloapan. Lo fue en el tiempo, por haber sido el primer establecimiento de peninsulares fundado en las cercanías de la hoya.



Si bien es cierto que el conquistador se dirigió hacia la gran capital mexica, la conquista de la cuenca baja del Papaloapan se dio en los primeros años de la llegada de los españoles, debido a su relativa cercanía con la Villa Rica de Veracruz. En los primeros años del régimen colonial, la hoya del Papaloapan fue encomendada a soldados conquistadores y sus familiares, para sacar el mayor provecho a las inmensas extensiones de tierras fértiles, cercanas al puerto de Veracruz, mientras que los indígenas habitantes de la zona eran sometidos, y sus creencias religiosas eran reemplazadas por un nuevo credo judío-cristiano.

La Corona española premió a sus mejores hombres con encomiendas a lo largo y ancho del territorio novohispano; tal es el caso de Rodrigo de Castañeda Xicotencatl, natural del Valle de Carriendo-Santander, hijo legítimo de Juan de Castañeda y de Leonor Díaz de Zevallos. Rodrigo, junto con Hernán Cortés, participa en las conquistas de Michoacán, Mixteca, Pánuco, Coatzacoalcos, Guatemala y México; es designado alférez real en la Primera Audiencia, y vecino y gobernador de México, hacia 1559.

Rodrigo de Castañeda Xicotencatl recibe en sus manos la encomienda de Puctla:



[...] lugar de brumas, era un cacicato enclavado en la inmensa hoya del Papaloapan, situado en un laberinto de isletas, esteros y lagunas y a la orilla de un sistema fluvial que recibía el expresivo nombre de Acola, río de las Vueltas.

La cabecera del cacicato se encontraba a legua y media de Tlacotalpan [...].



Don Rodrigo de Castañeda muere en Castilla, hacia el año de 1564, dejando seis hijos y dos hijas; a uno de ellos heredó la encomienda.

Otros encomenderos importantes de los primeros años de la Conquista fueron Hernando de Carvajal, hijo, y Juan de Limpias, ambos hijos legítimos del matrimonio compuesto por Hernando Carvajal y Lucía de Limpias. Los hermanos llegaron a tierras de la Nueva España bajo las órdenes de Hernán Cortés. El primero fue conquistador de la Huasteca, y el segundo participó en las conquistas territoriales de Zacatula, Pánuco, Higueras, Coatzacoalcos, Guatemala, México y Oaxaca: por estos servicios obtiene la encomienda de Otatitlán, pueblo que posteriomente pertenecería al obispado de Antequera.

Aguirre Beltrán señala que Juan de Carvajal era conocido con el apodo de "el sordo", luego de haber perdido el oído en una batalla. Este encomendero casó con María de Alcázar, con quien procrea cuatro varones y dos mujeres; a la muerte del padre todos los hijos reciben de la Corona estancias de ganado mayor, y a la viuda le asigna una donación de tierras en Cosamaloapan, Naranjal y Alpopozoca. De esta manera se va conformando el grupo de nuevos dueños de las tierras en la cuenca baja del Papaloapan.

Algunos encomenderos sí vivieron en el territorio que se les otorgó, otros, desde diferentes puntos de la Nueva España administraban sus encomiendas, principalmente desde la ciudad de México. Puebla y Tlaxcala.

Varios fueron los conquistadores de la Nueva España cuyo apellido era Alvarado; el más conocido, sin duda, fue Pedro de Alvarado y Contreras, nacido hacia el año de 1483 en Badajoz. A los treinta y cinco años de edad viaja hacia el Nuevo Mundo. En 1518 recorre con Juan de Grijalva las costas del Golfo de México.

Jorge de Alvarado y Contreras, hermano de Pedro, y también natural de Badajoz, viene con Cortés a las nuevas tierras y participa en la conquista de Pánuco y Zapoteca; participa activamente en la represión del levantamiento de Chirinos y Salazar, españoles que se habían revelado en contra de Cortés. En 1526 es designado alcalde de las Atarazanas y tiene la encomienda de Huazpaltepec:



[...] Acuezpaltepec venía a significar "lugar de los hombres lagarto".

Los hombres lagarto eran de origen mije-popoloca y habían fundado un señorío extensísimo que abarcaba la totalidad de los hoy municipios de Playa Vicente, Tesechoacan, Chacaltianguis y Tlacojalpan [...] Su cabecera se llamaba Acuezpaltepec [...].



Estos caballeros hidalgos no sólo lograban poseer grandes extensiones de tierra, sino también contraer nupcias con las hijas de importantes señores y funcionarios de la Colonia. Tal es el caso de Jorge de Alvarado, quien casa con Luisa de Estrada, hija del tesorero real, Alonso de Estrada, descendiente por línea paterna del rey Fernando V de Aragón. De esta unión matrimonial nacieron Leonor Alvarado, que a su vez casa con Juan de Villafañe, y Jorge de Alvarado, hijo, casado con Catalina de Carvajal, hermana de Juan Villafañe.

Francisco de Vargas, natural de Sevilla, hijo legítimo de Juan Vargas y de Juana Méndez de Valadés, participa en la campaña que Hernán Cortés encabezó para la conquista de la Nueva España. Hacia 1547 recibe la encomienda de los siguientes pueblos: Tulancingo, Xochitépec, Amatlán. Este último:



[...] era, a la llegada de los españoles, un cacicato indígena de habla nahua situado en ambas márgenes del Papaloapan, desde la confluencia de este río con el actual Tesechoacan, hasta la desembocadura del río de Obispo.



Los encomenderos traían consigo o mandaban traer a otros españoles, la mayor de las veces sin prestigio, para delegar en ellos actividades importantes en las encomiendas.

Aguirre Beltrán proporciona una lista de los hijos de conquistadores, dueños de haciendas, que de una forma u otra, fueron convirtiéndose en dueños y pobladores de la fértil región de la Cuenca Baja del Papaloapan; esta lista contiene información biográfica de cada uno de los más importantes pobladores, señalando su origen, historias familiares y méritos militares, que los hacían acreedores de recibir las donaciones de tierras y encomiendas.

Algunos beneficiados fueron conformando las grandes haciendas de la región, como la de Estanzuela, que al pasar los años logró consolidarse como un importante emporio agrícola y ganadero.

La estructura social novohispana privilegiaba al español de origen en los órdenes social, político, económico y religioso. Ellos, por el solo hecho de haber nacido en tierras de Castilla, tenían derecho a pertenecer al grupo dominante. Todas las funciones de primer nivel, en lo civil y religioso, fueron reservadas exclusivamente para el español peninsular. Virreyes, militares y altos funcionarios de la jerarquía eclesiástica fueron los administradores de la riqueza material del inmenso territorio que comprendía la Nueva España:



Los hombres del Viejo Mundo, soldados conquistadores primero, después colonizadores, comerciantes, religiosos o funcionarios, que partían hacia América en la segunda mitad del siglo XVI, representaban el estrato superior de la sociedad colonial americana.



Los criollos eran los españoles nacidos en tierras americanas; ellos obtenían cargos secundarios en la administración, pero en el transcurso de la Colonia llegaron a ocupar puestos políticos y religiosos que en un principio estaban reservados exclusivamente a los españoles peninsulares. Como ejemplo cito a fray Alonso de la Mota y Escobar, obispo de Tlaxcala, criollo que asumen su responsabilidad al inicio del siglo XVII, y Juan Vicente de Güemes Pacheco de Padilla Horcasitas y Aguayo, segundo conde de Revillagigedo, criollo nacido en La Habana, quien encabezó el virreinato de la Nueva España entre los años 1785 y 1794.



3.2 Limpieza de sangre, para vivir tranquilos



El racismo español estaba en pleno apogeo justo en el momento en que La Corona emprende la conquista del Nuevo Mundo. España acababa de expulsar a los moros y judíos, quienes, por cierto, despúes de ocho siglos de estancia en la península, dejaron un legado importantísimo a la cultura ibérica.

Los árabes del norte del Africa habían pasado a Europa vía España, y se mezclaron con los españoles, generación tras generación, por lo tanto es arriesgado afirmar que los pobladores de los reinos de Castilla, Aragón, León, Cataluña y demás fueran de sangre pura.

Aunque en el Nuevo Mundo también se dio un mestizaje entre españoles e indios, la Corona de Castilla preparó una legislación migratoria que prohibía el ingreso de judíos y moros a sus dominios.

Los negros son introducidos sólo como un instrumento de trabajo, sin embargo la autoridad virreinal no pudo evitar la mezcla de éstos con españoles y con indios.

En todos los casos la mentalidad racista de los españoles hizo que los individuos, productos de mezcla, fueran considerados como inferiores.

Cuando el historiador Alexander von Humboldt visita el virreinato de la Nueva España, hacia el concluyente siglo XVIII, se percató del manejo racial que imperaba en las colonias españolas, y comenta lo siguiente:



En España es una especie de título de nobleza el no descender ni de judío ni de moros; en América la piel más o menos blanca decide el rango que ocupa el hombre en la sociedad [...].



[...]Sucede frecuentemente que algunas familias en quienes se sospecha mezcla de sangre, piden a la Audiencia una declaración de que pertenecen a los blancos.



Entonces no es extraño encontrar frecuentes procesos de limpieza de sangre; esto es, investigaciones para comprobar que la sangre de la familia interesada era pura, de español viejo y católico, sin ninguna mezcla con razas inferiores o malditas, como judía, mora, negra o mulata.

Durante los primeros siglos de la Colonia, la Santa Inquisición era la instancia encargada de hacer el seguimiento de los procesos de limpieza de sangre así como de vigilar que los pobladores novohispanos no fueran herejes, hechiceros, idólatras, blasfemos, luteranos, fornicadores ni bígamos.

La inquisición tiene su nacimiento en la Europa medieval, en el papado de Gregorio IX, en 1231:



El propósito de la inquisición fue el preservar la supremacía de la fe y de los dogmas católicos romanos contra aquellos individuos que sostenían puntos de vista heréticos o que eran culpables de actos carentes de respeto hacia los principios religiosos.



Desde los primeros momentos en que los españoles conquistaron y colonizaron Mesoamérica, los inquisidores fueron llegando poco a poco. Sacerdotes y frailes eran quienes tenían la facultad para sancionar los actos de los propios españoles, de criollos y negros. En su primera etapa la Inquisición de la Nueva España estuvo en manos de la Iglesia.

Juan de Zumárraga, primer obispo de la Nueva España, fue también el primer inquisidor a partir de 1535. El segundo obispo y también inquisidor fue Alonso de Montúfa, de la orden de los predicadores, pero es en 1571 cuando se crea oficialmente el Tribunal del Santo Oficio.

La Santa Inquisición en la Nueva España se asentó en todo el territorio, aunque en algunos lugares con mayor fuerza, como en Tlacotalpan, habitada por una importante población afromestiza. Los negros representaban un verdadero peligro de contaminación para la gran mayoría de población indígena, y para los propios españoles que podrían violar los reglamentos establecidos en el proceso de mezcla.

En Tlacotalpan, precisamente, se realizaron tres procesos de limpieza de sangre.

Cayetano Alejandro Carvallo, en 1777, se ve en la necesidad de iniciar un proceso judicial para sostener su linaje de español auténtico. Alonso de Herrera y su esposa Ana de la Rosa, también se presentan ante los tribunales del Santo Oficio; su proceso se inicia el año de 1799. Al año siguiente, 1800, Juan de Dios González acude a las autoridades virreinales para demostrar su limpieza de sangre.

En el mismo lugar de su residencia los sospechosos tenían que presentar a los testigos que declararían en favor de su origen. Testigos podrían ser españoles, criollos, indígenas, negros, mulatos o pardos, quienes al comparecer ante la autoridad correspondiente exponían su verdad.

A continuación transcribo parte de las declaraciones que rindieron algunas personas en favor de Cayetano Alejandro Carvallo:



San Christóval Tlacotalpam, 14 de agosto de 1777.

Testimonio a la larxa de la información original de la legitimidad de limpio de sangre de Don Cayetano Alexandro Carvallo que [...] su padre don Ramón Carvallo, marido de doña Petra Yacola.

Atentamente don Diego Franco, teniente de justicia.

Don Ramón María de Carvallo, originario de la Rota del obispado de Sevilla en los reinos de Castilla, vecino de este pueblo de Tlacotalpam [...] habiendo contraído matrimonio con doña Gertrudis Yacola, havemos por hijo entre otro a don Cayetano Alexandro Carvallo, quien puso a los exprisada reynos de Castilla ai necesaria hacer constar de su legitimidad y limpieza de sangre [...] Limpios de moro, de negros mulatos y otros.

Yo Don Diego Franco, subteniente real [...] 11 de agosto de 1777.

Notificación, en el pueblo de San Christóval Tlacotalpam, jurisdicción de la plaza de Veracruz.



Don Ramón María Carvallo, padre del investigado, presenta como primer testigo a don Pedro González de Inguera, clérigo previsto del obispado de Puebla de los Angeles, natural de la montañosa jurisdicción de la Villa Torrelareja, obispado de Santander.

El interrogatorio al cura Pedro González inició con la declaración de su fe católica, se persignó y besó la cruz; juró decir toda la verdad, y después dio repuestas a las preguntas:

Primero dijo que sabe y le consta, por a ver conocido de trato y comunicación a don Ramón Carvallo y doña Gertrudis Yacola, y ver administrado el santo sacramento del matrimonio, que don Cayetano Alexandro Carvallo, quien pasó a los reinos de Castilla, en el mes de mayo de este año, es hijo legítimo de Don Ramón y Doña Gertrudis [...] Así mismo sabe y consta por haberle tratado, es nieta por línea materna de don Carlos Yacola, difunto y doña Luisa de Naxera, vecinos todos de este pueblo. Sabe y le consta que por linea es viznieto de Don Antonio de Naxera y Doña Felisa Rodrigues.

Segunda pregunta - Dixo que sabe y le consta que el citado don Cayetano Alexandro Carvallo, de si sus padres, abuelos de más familia [...] por línea materna ha sido cristiano y limpio de toda mala raza de moro, judía de las más sectas.

A la tercera pregunta, dixo que igualmente sabe de los unos por a verlos conocidos y de los otros [...] ( por) voz y fama. Don Cayetano como su madre, abuela y los más ascendientes, descienden de europeos, limpios de los moros, de sangre negra, mulata.

Como sacerdote a dicho la verdad, en cuanto haya preguntado que es de edad de sesenta y dos años.



El segundo de los testigos, Ignacio Malpica, originario de Cádiz, de 50 años de edad, rindió su declaración el mismo 11 de agosto del año de 1777, ante el subteniente del Real Cuerpo de Artillería y teniente gobernador, don Diego Franco. Las preguntas que se hicieron a éste fueron las mismas que al primero, aunque las respuestas del clérigo fueron más amplias. El tercer declarante fue Juan de Pérea y Trigo, también originario de Cádiz, y de 45 años de edad. El rito inicial fue el mismo, al igual que las preguntas, sin embargo en su declaración hubo variantes:



[...] sabe, ni ha oído decir cualquier de esta familia, aya sido castigado por el Santo Tribunal de la Inquisición.



Los siguientes declarantes fueron: Vicente de la Esquina, originario de San Cristóbal Tlacotalpan, de 48 años de edad; José Borin, maestro carpintero de los blancos, natural y vecino de ese pueblo, con 63 años de edad, y no rubricó por no saberlo hacer; Nicolás de Reyna, oriundo de Sevilla, España; Carlos Terán, natural del mismo Tlacotalpan, 52 años de edad; Diego Recio, español de 49 años de edad; y por último Juan Aurzo de la Herrera, oriundo de Ojeda, provincia de Liebeno, reino de León, de 56 años de edad, y vecino de la localidad donde de realizaron las diligencias, mismas que terminaron el 14 de agosto de 1777.

En este caso la mayoría de los interrogados fueron españoles peninsulares y uno que otro criollo.

El siguiente proceso de limpieza de sangre es muy interesante, puesto que los afectados no sólo presentaron testigos sino cierta documentación como actas de bautismos y de matrimonios.

Los sospechosos eran Alonso de la Herrera y su esposa Ana Escudero. Las diligencias del caso iniciaron en 1799.

Es importante señalar que quien certifica la documentación presentada por los interesados es el cura del pueblo, Cayetano Carvallo, mismo nombre del personaje que solicita limpieza de sangre en 1777, y al que hice referencia en el caso anterior.

Sin llegar a afirmar, infiero que se trata de la misma persona, tomando en cuenta dos elementos: uno, que en el proceso que se le sigue en ningún momento se menciona que es casado ni que tiene hijos; segundo, que cuando un cura toma posesión de alguna parroquia, el Santo Oficio gira ducumentos que certifican la limpieza de la raza. Ejemplo de ello lo encontré en el ramo Inquisición, del Archivo General de la Nación, que contiene el expediente del licenciado Antonio Castillo Farías de la Peña, quien en 1744 pidió ejercitarse como cura en Tlacotalpan, para lo cual presentó el resultado de su proceso de limpieza de sangre. Como también lo hizó Nicolás Ruiz de la Torre, quien presenta su genealogía familiar, para obtener el grado de vicario en la Iglesia Católica en 1760; muriendo el 30 de agosto de 1761.

En el caso de la familia de la Herrera Escudero obtuve el documento en el que el cura Cayetano Carvallo certifica la autenticidad de los documentos presentados por la misma familia:

Don Cayetano Carvallo, cura coadtitular vicario y juez eclesiástico de este pueblo de san Cristóbal de Tlacotalpan, certifica que en el libro forrado en pergamino blanco que comienza en el año de mil setecientos treinta y tres y finaliza el año de mil setecientos quarenta y ocho, con ciento quarenta y dos foxas útiles en que asentaron los partidos del bautismo de párvulos españoles y pardos y al folio setenta se halla la del tenor siguiente: En la parroquia de este pueblo de San Cristóbal Tlacotalpan, en nueve días del mes de septiembre de mil setecientos treinta y ocho, yo el [...] cura bauticé solemne, puse oleo y crisma a Ana de la Rosa, párvula española, de quatro días de nacida, hija lexitima de don Sebastián Santiago Escuedero y doña Ana de Aguirre, españoles y vecinos de este pueblo, fueron sus madrinas, doña Sebastiana Manchena y doña Ana de Aguirre, así mismo españolas y vecinas de este pueblo a quienes advertí lo necesario.- lo firmó Don Nicolás Corzo.

La partida está legal y fielmente extractada de su original. Tlacotalpan en diez y nueve de febrero de mil setecientos noventa y nueve. firma Cayetano Carvallo.



El cura Carvallo certifica que en el libro que le presentaron se asientan los bautizos de párvulos españoles y pardos, este hecho me hace pensar que en Tlacotalpan estos últimos eran en número considerable.

Siguiendo con el caso de Juan Alonso de Herrera, a continuación presento el acta matrimonial:



[...] se asentó las partidas de casamientos de españoles y pardos, en folio treinta y nueve, se halla la del tenor siguiente: En la Yga ( iglesia) de San Christóval Tlacotalpan, ocho de julio de mil setecientos sesenta y dos, habiéndose amonestado como dispone el Santo Concilio, de treinta y tres días festivos continuos inter missarum solemne.

Don Juan Alonso de Herrera, español soltero, natural de la villa de Ojeda, obispado de Santander, en los reinos de Castilla y Dña Ana Escudero, española doncella originaria y vecina de este pueblo, y no habiendo resultado impedimento [...] siendo testigo don Pedro Nolasco Fiscal, y los sacristanes y otras personas. Firma, Cayetano Carvallo.



Los interesados también incluyen en la documentación el acta bautismal de uno de sus hijos:



En esta parroquia de Tlacotalpan, once de julio de mil setecientos ochenta y dos, yo Dn José Ignacio Sánchez de Mora, cura párroco [...] de este partido, bauticé solemnemente a un niño al que le puse por nombre Manuel Felipe José, hijo lexítimo de Dn Juan Alonso y Dña Ana Rosa Escudero, fue su madrina Doña Ana Barragan, todos españoles y vecinos de este pueblo, le advertí a la madrina su obligación y parentesco espiritual que consta, la firma José Sánchez de Mora. Tlacotalpan, veintiuno de agosto de 1798- certifica Cayetano Carvallo.



El paquete de documentos contiene además el acta matrimonial de los padres de Ana de la Rosa Escudero:



En este pueblo de San Christóval Tlacotalpan-treinta días del mes de octubre de mil setecientos veinte y siete años.

Yo don Alonso Rangel de Zepeda [...] cura de esta santa iglesia parroquial, vicario y juez eclesiástico, haviendo leído las tres amonestaciones, ordinarias de tres días festivos inter missarum solemnia. Casé [... ] que lexitimo matrimonio y expresado sus consentimientos ante mí y testigos, lo fueron Fernando Romero, José de Aguirre, naturales de este pueblo y Juan González fiscal. A "Sevastián Santiago de Escudero, natural de la ciudad de Córdoba, hijo lexitimo de Sevastian de Escudero y Antonia María, españoles y a Lucia de Aguirre natural de este pueblo, doncella hija lexitima de Don Diego de Aguirre y María Esquivel; con licencia que para ello tuvo del señor provisor y vicario general de este obispado de los Ángeles. Firma Alonso Rangel de Zepeda. Dio la presente en Tlacotalpan ocho de marzo de mil setecientos noventa y nueve; firma Cayetano Carvallo.





Para los cánones establecidos en ese momento respecto a la limpieza de sangre, la línea materna ofrecía riesgos de falsa autenticidad.

Por ello, la autoridad virreinal dictó normas para investigar la genealogía de las mujeres que llegaban a la Nueva España.

A continuación transcribo parte del acta bautismal de doña Luciana de Aguirre:



En el pueblo de Tlacotalpan a quince de enero de 1702, bauticé solemnemente a Luciana, hija lexítima de Dn Diego de Aguirre y María Esquivel, vecinos de este pueblo, fue su padrino el capitán don Antonio Díaz, y vecino de la villa de Acayucan. Firma Br. Marco Rendón. Doy fe de la presente, en Tlacotalpan ocho de marzo de mil setecientos noventa y nueve. Cayetano Carvallo.



Una vez que los documentos eran certificados por la autoridad eclesiástica pasaban a la autoridad civil:



En el pueblo de Tlacotalpan a once de marzo de mil setecientos noventa y nueve. Yo Dn Miguel de la Esquina, capitán de milicias [...] juez territorial de este pueblo doy fe de las firmas que suscribe las partidas de bautizo de Ana de la Rosa Escudero, y de casamiento [...] que preceden son al parecer el cura párroco coadjutor don Cayetano Carvallo a lo mismo que le ha dado y da entera fe [...] lexítimidad y limpieza de sangre; firma don Miguel de la Esquina y Miguel Cházaro.



En este caso, además de todo el seguimiento anterior, se presentaron a declarar, de viva voz, personas que de una manera u otra tenía cierta relación con la familia investigada. El primero fue uno de sus propios hijos, Sebastián Alonso, vecino de Tlacotalpan, quien también certificó la legalidad de los documentos antes mencionados, aunque al referise a su abuela materna le agrega el apellido Flores antes que de Aguirre; habla de sus demás hermanos, todos hijos legítimos de sus señores padres; de su abuelo materno, Sebastián Santiago de Escudero, especifica que es originario de Córdoba, España, ya que en el acta del matrimonio de

sus padres (Juan Alonso de la Herrera y Ana Escudero) sólo se asienta que es natural de Córdoba, sin especificar cual de todas las ciudades que llevan ese mismo nombre; reconoce también como sus bisabuelos maternos a Diego de Aguirre y a María Esquivel, padres de su abuela Luciana Flores de Aguirre; confirma que sus familiares por vía materna y paterna son viejos españoles, sin ninguna mezcla de raza judía, mora, negra ni luterana, todos limpios de sangre, y declara que ningún miembro de su familia ha sido castigado por el Santo Tribunal de la Inquisición, afirmando que él y todos sus hermanos fueron educados como criaturas en las obligaciones de la Santa Iglesia Católica. Dice conocer bien a su hermano Miguel Alonso, quien nunca tuvo enfermedad contagiosa que le impidiera vivir en su casa, pueblo o colegio. Todas estas declaraciones fueron firmadas por el interrogado.

Otros testigos fueron: Sebastián Alarcón, de setenta y ocho años de edad; Juan de García, vecino también de Tlacotalpan, con setenta y tres años de vida; Juan Carlín, de setenta y cinco años de edad; Francisco de Narre con sólo cuarenta y cuatro años, vecino de la ciudad de Veracruz; Santiago Cházaro, con setenta y tres años, vecino de Tlacotalpan pero originario de República de Génova; Felipe Beltrán, de setenta y ocho años, natural de Lucas, en Andalucia, reino de Castilla; y Juan Eusevio, castizo (producto de la mezcla entre mestizo y español, en la escala de las castas), último testigo a quien se le toma declaración.

El último de los procesos de limpieza de sangre tiene lugar en los primeros meses de 1800, siendo teniente de justicia de Tlacotalpan el señor Ignacio Malpica. El implicado fue Juan Dios González:



[...] Vecino de Acayucan y residente en este pueblo, en la forma que más haya comparezco diciendo [...] que soy hijo lexítimo y de lexítimo matrimonio de Doña Rosa María Díaz y Don Andrés González, aquella natural de este pueblo y este de los reinos de Galicia, y dicha madre fuere hija de padres de distinción por razón sin genealogía [...].



Como el investigado no proporciona mayor información acerca de la ascendencia de su madre, acude a comparecer José Bonula:





[...] que sabe y le consta que dho [dicho] Dn Juan de Dios, es hijo lexítimo y de lexítimo matrimonio de Dn Andrés González y de Dña Rosa María Díaz, a quienes conoció a vecindados en este [...] que sabe igualmente que aquel es natural de los reinos de Galicia y esta de este citado pueblo [...] dixo conocer a Dña Rosa María, que fue hija lexítma y de lexítimo matrimonio de Dn Francisco Díaz, natural de los reinos de Cataluña, y de Dña Juana Limón que es originaria de este pueblo [...] y toda esta verdad de lo que consta en buena de su juramento [...] tiene de edad 40 años.



Juan Bruno Carlín, natural de Tlacotalpan, 50 años de edad; Juan Nonoventa del Castillo, ochenta y tres años; y Felipe Beltrán, natural de la ciudad de Cádiz, España, y vecino del pueblo de San Cristóbal Tlacotalpan acuden a declarar y todos coinciden en que conocen a la familia de tratos y comunicación, pero especialmente a los padres de doña Rosa María Díaz.

La autoridad virreinal aceptó también las declaraciones de un mulato libre, en favor de la familia de Juan de Dios González:



Seguidamente compareció en este juzgado, Bartolomé Aguirre, Mulato libre, vecino de este pueblo, dicho juez certificó conocerlo [...] Que le consta que el dicho Dn Juan de Dios es hijo lexítimo y en lexítimo matrimonio de Dn Andrés González, natural de los reinos de Castilla y de Dña Rosa María Díaz de este pueblo, que conoció y que fueron vecinos de trato, vista y comunicación; dixo que igualmente conoció a Dn Francisco Díaz, natural de los reinos de Cataluña y Dña Juana Limón de este citado pueblo, padres lexítimos [...] Bartolomé Aguirre, mulato libre de cincuenta y dos años.



La autoridad local certifica haber recibido las cinco declaraciones.

En todas las fojas consultadas que se refieren a estos tres casos no hubo documento alguno en que la autoridad asentara sospecha o negación de la legitimidad de limpieza de sangre.

En estos documentos que revisé durante mi estancia en el Archivo Municipal de Tlacotalpan, pude observar que la palabra español, cuando se refiere al gentilicio, está escrita en forma resaltada y con mejor ortografía, como destacando la calidad de pureza de sangre.



3.3 Peninsulares y criollos tlacotalpeños



En la mayor parte de información que se consigna en el Archivo Municipal de Tlacotalpan, los sujetos principales de la vida cotidiana son españoles peninsulares y criollos, aunque estos últimos con la desventaja de no haber nacido en España. Su condición de naturales de tierras americanas limitó a los criollos, durante mucho tiempo, a ocupar puestos y cargos secundarios, tal y como lo marcaban los roles sociales en las colonias españolas.

Los criollos tenían la oportunidad de estudiar y ascender a mejores posiciones administrativas en el gobierno; también se les permitía ingresar a la vida clerical de la Iglesia católica aunque con ciertas limitaciones. Sin embargo en su relación con indios y esclavos africanos, peninsulares y criollos eran una misma cosa; tanto unos como otros eran propitarios de las grandes haciendas y controlaban todo el comercio. También los poderes civil y religioso eran privativos de este grupo hegemónico.

La provincia de Veracruz no fue un lugar atractivo para que españoles y criollos fincaran su residencia. La mayoría buscaba vivir en el centro del virreinato, y algunos más se asentaban en las regiones del norte y occidente, especialmente en los centros mineros.

A propósito de los criollos, el historiador Enrique Florescano comenta:



Aproximadamente un 5 por ciento del millón de criollos gozaba de un rango social semejante al que tenían los peninsulares. Eran tan blancos como éstos, algunos se habían ennoblecido, muchos emparentaron con españoles, la mayoría compartían las aspiraciones e ideales de éstos y eran ricos mineros o agricultores que mantenían vínculos estrechos con los peninsulares. Pero se enfrentaban a una barrera que les negaba el acceso a los altos puestos administrativos y políticos que su posición social y económica reclamaba. El resto de los criollos estaba en un situación más crítica y cultivaba una amargura persistente.



Los españoles y criollos avecindados en Tlacotalpan se adueñaron del centro de la población, conocido como barrio de arriba, y de las grandes extensiónes de tierra para cultivo y cría de ganado. Los peninsulares provenían de las más diversas y regiones de la Península Ibérica: Castilla, Aragón, País Vasco, Andalucía, Cataluña, etcétera:



[...] si bien los españoles en su conjunto eran el grupo dominante característico, no se presentaban como un grupo homogéneo sino por lo contrario, fuertemente diversificado [...] En realidad, las simples diferencias de origen regional podrían desempeñar ya un papel bastante delicado en el grupo español [...].



El primer legajo de documentos que resguarda el Archivo Municipal de Tlacotalpan, está integrado por abundante información en el ramo notarial: testamentos, inventarios de bienes, y una que otra demanda por reclamos de herencia. Todos éstos promovidos por criollos y peninsulares, lo que hace pensar que eran ellos los únicos con derecho a recurrir a esta instancia.

El primer documento, fechado en el año de 1762, es un testamento:



El teniente de justicia de Tlacotalpan, don Phelix de Betancourt, quien funge como notario, de don Manuel Antonio Alarcón, quien declara entre otras cosas, que es natural de Santa Fe, en los reinos de Castilla, y que fueron sus padres legítimos don Diego Alarcón y doña Antonia Antijo y Taraco. Que de su primer matrimonio es viudo, de María Prudencia Manzano, vecina de San Martín de Acayuca, afirma que no tuvieron hijos, en segundas nupcias fueron con doña Mariana Hernández Palacios, originaria de San Cristóbal Tlacotalpan, de este matrimonio procrearon a cinco hijos legítimos, y un adoptivos Juan Joseph, vecino de Acayuca. Nombrando sus albaceas a su esposa, al licenciado don Pedro González de Unguera, clérigo, Miguel Pérez Bonola, y como testigo a Isidro Vicente Carlín, don Pedro García, don Cristóbal González, todos ellos vecinos de dicho pueblo, en los casos que se notan está propuesta su casa con todos los bienes, cabe señalar la pertenencia de una esclava negra de nombre Gertrudis, valuada en 330 pesos. Don Manuel Antonio Alarcón, muere el 20 de septiembre de 1776, dejando también algunas disposiciones para el descanso eterno de su cuerpo, pidiendo ser sepultado en la iglesia de la Candelaria [...].



Manuel Antonio Alarcón, al igual que todos los fieles cristianos de la Colonia, no sólo arregla sus asuntos terrenales, sino que dispone también el lugar en donde han de descansar sus restos. Luego de lo cual hace una proclamación de fe hacia la Iglesia Católica. Algunos más piden sus deudos les manden a decir misas para el eterno descanso de sus almas.

El segundo testamento pertenece a Cristóbal González, quien vivió en matrimonio con Ana Díaz de Agueda; procrearon tres hijos, de los cuales les sobrevivieron dos: Ignacia, casada con Vicente de la Esquina, y Gertrudis, de estado doncella (soltera). Esposa e hijas fueron designadas por el testador únicas herederas universales. Fungió como albacea el propia Vicente de la Esquina, y como testigo el bachiller Francisco Xavier Perea, cura de Tlacotalpan. Falleció Cristóbal González el 24 de septiembre de 1767. Se le dio cristiana sepultura en la capilla de Nuestra Señora de la Candelaria frente al altar del Rosario.

En el año de 1771 se elaboró el testamento de Manuel de Hoyo, notario y vecino de Tlacotalpan, siendo sus padres Juan de Hoyo y María Abendaños. Manuel de Hoyo casó con María Bravo, y pocrearon a María Gertrudis, María Manuela, Joseph Raphael, Ignacia Joaquina, Ana Rita de Hoyo. La disposición más importante de este testamento fue consolidar la herencia que el testador había heredado de sus antepasados.

Entre los testamentos del Archivo Municipal de Tlacotalpan se encuentran los que promovieron las siguientes personas: Cristóbal González, Joseph Marcos de Aguirre, María Aguirre, Nicolás Lili, Ana Díaz de Agueda, Bernardino de Fuente, Manuel de Hoyos, Diego José Perea, Ana María Hernández Palacios, viuda de Manuel Antonio Alarcón, Luis Barrios, María García y Juan Rulfo.

Se encuentran también otros documentos relacionados con el ramo, por ejemplo el que consigna que Pedro Grajales de Unguera murió intestado, así como un inventario de bienes de Juan de los Reyes y otro de María Antonia Lagos; otro más en el que José Perea demanda la parte correspondiente de la herencia paterna que le pertenece. Además las actas que asientan las propiedades de Carlos Bueto, Toribio Fernández y Ramón Lauro. Todos los documentos mencionados pertenecen al periodo que va de 1762 a 1800.

En la mayoría de los testamentos, luego de hacer su declaración de fe, en favor de la Santa Iglesia Católica, el testador eleva una plegaria en favor de la beatificación del "venerable siervo de Dios", Gregorio López, de quien no logré obtener mayor información respecto a su "vida piadosa y ejemplar", ni siquiera en el Archivo Parroquial de la iglesia de San Cristóbal, Tlacotalpan.

Hacia mediados del siglo XVIII la mayor parte de la población novohispana habitaba en el altiplano central y en occidente. El norte y sur de la Nueva España estaban casi despoblados, sobre todo las regiones costeras, aunque algunas, como la del centro de Veracruz, por ser paso obligado para ingresar al centro de la Colonia sí tuvieron un crecimiento poblacional. En el puerto de Veracruz, específicamente, y a pesar de las condiciones climáticas adversas, varias decenas de españoles se vieron obligados a fincar su residencia, ante la necesidad de controlar el comercio de ultramar.

Tlacotalpan, cercana al puerto de Veracruz, también se ve habitada por colonos peninsulares dedicados a la actividad comercial, derivada de la producción agrícola y ganadera de las encomiendas. Estos colonos conformaron la clase dominante de la región, aunque mestizos y pardos también se involucraron en estas actividades:



Junto con el grupo de comerciantes que se ha examinado, existían numerosos individuos dedicados a la cría de ganado vacuno y caballar en gran escala, ligados, como es natural, a la red mercantil descrita y al funcionamiento de haciendas y ranchos comarcanos. Los principales propietarios muestran ser españoles, pero los documentos notariales revelan cierto número de mestizos y pardos, involucrados en menor escala en esta actividad.



En el Archivo Municipal de Tlacotalpan, en los documentos relacionados con asuntos comerciales no se consigna la participación de mestizos, pardos ni indígenas, excepto en los casos en que se ven involucrados por trasgredir las leyes del régimen, por ejemplo el robo de ganado vacuno.

La mayor parte de actos ilícitos eran imputados a los indios, mestizos, negros, mulatos y pardos, quienes eran sometidos a las normas de justicia de peninsulares y criollos, quienes aunque también se veían involucrados en asuntos judiciales, éstos no iban más allá de demandas para cumplimiento de algún convenio pactado, entre iguales, ya fuera de tierras o de dinero.

La historiadora Blázquez Domínguez registra una lista de comerciantes tlacotalpeños del periodo 1760-1800:



Miguel de Aguirre, Manuel Antonio Alarcón, Antonio Beltrán, Felipe Beltrán, Manuel Beltrán, Manuel Bacho, Pedro Antonio Candelas, Cristóbal del Castillo, Ramón Carvallo, José Corro, José Ramón Cházaro, Santiago Cházaro, Francisco Díaz, José Luis de la Esquina, Miguel de la Esquina, Vicente de la Esquina, Juan Fernández, Cristóbal González, Grandulfo Limón, Dionisio Hernández, Juan Alonso del Herrero, Mariana Basilia Lovera, Nicolás Lozano, Ignacio Malpica, Agustín Martínez, Francisco Mortera, Manuel Muñoz, Juan de Perea y Trigo, Miguel Pérez Bonola, Juan Reyes, Nicolás de Reyna, Juan Reynaldo, Francisco Rivera, Bernardino Rodríguez, Domingo Antonio Rodríguez, Diego Sánchez, Carlos Terán, Fabián Terán, Juan Agustín Umpierres, Pedro González de la Unquera.



Aguirre Beltrán indica que para 1727 vivían en Tlacotalpan por lo menos 62 familias de españoles, y consigna los nombres de los peninsulares que anotaron sus nombres en la contestación a una demanda indígena:



Jorge de Agugoritag, Gaspar de Aguilera, Bartolomé de Aguirre, Diego de Aguirre, Nicolás de Aguirre, Francisco de Aguirre, Gregorio de Aguirre, Marcelo de Aguirre, Pedro Pérez Balsamen, Diego Barrientos, Tomás Barrientos, Gerónimo Bravo, Julián Bravo, José Alvarez Camacho, Joselo Camacho, Alonso de Céspedes, Eugenio de Cerdeña, Antonio de la Cruz, Juan de la Cruz, Martín José de la Cruz, Manuel Felipe, José Francisco, Diego de García, Damián Díaz de Gide, Francisco de García, Juan de García, Francisco de Guevara, Miguel de Guevara, Antonio Gutiérrez, Diego Gutiérrez, Francisco Hernández, José Hernández, Juan Félix Herrera, Alberto Lagos, Joselo Lagos, Mariano Lagos, Carlos Limón, Juan Limón, Cristóbal Lorencez, Domingo Lolo, Miguel Marian, Francisco de Paula Marquena, Diego Martín, Pedro Hurtado de Mendoza, Francisco de las Nieves, Sebastián de las Nieves, Miguel de Palacios, Juan Palomino, Antonio Pillado, Andrés de los Reyes, Luis de los Reyes, Fernando Romero, Joselo Sánchez, Blas Santlaés, Juan Selin, Alfonso Susunaga, Juan Susunaga, Manuel Susunaga y Miguel Varo.



Muchos de estos españoles llegaron a Tlacotalpan provenientes de Alvarado, lugar en el que habían vivido por algún tiempo. Es importante destacar que en los protocolos de finales del siglo XVIII, que se encuentran en el Archivo Municipal, aparecen registrados casi todos los apellidos de la lista de 1727, realmente son pocos los que se pierden en el transcurso de ese periodo. Sin embargo pasado el tiempo han desaparecido varios más y se han sumando otros tantos.

Cabe destacar que afromestizos e indígenas adoptaron también, además de nombre, apellidos castizos.

Cincuenta años después de 1727, fecha del documento a que se refiere Aguirre Beltrán, el ingeniero Miguel del Corral, en su informe técnico así como en el documento final que redactó, conocido como La relación del Corral, deja asentado que en 1777 viven en Tlacotalpan 80 familias españolaes.

Hacia 1786 se realiza un censo poblacional en el que ya no se hace la distinción entre españoles, criollos, mestizos y mulatos, todos conocidos como gente de razón. Todos ellos conforman 394 familias, sin contar otras 50 que residían en la hacienda El Zapotal. Sin embargo no se menciona a los indios, negros ni pardos.

Al inicio del siglo XIX, en 1803, se levantó otro censo que dirigió el tlacotalpeño José Luis de la Esquina. La suma de habitantes ascendió a 3006 individuos de los cuales sólo 238.

La comunidad española, clase dominante en todos los ámbitos de la vida Colonial, se valía también de las alianzas matrimoniales para preservar y consolidar su capital, y por ende su estatus de dominio.

A las criollas se les casaba con comerciantes españoles; incluso encontré los casos de dos viudas jóvenes que habiendo sido esposas de hombres prósperos dedicados al comercio se volvieron a casar con personajes del mismo circulo:



[...] el dominio que el capital comercial logró sobre la economía tlacotalpeña se vio reforzado por relaciones políticas y familiares [...]. La familia de la Esquina es quizás el mejor ejemplo de la situación descrita. Una hija de Cristóbal González, comerciante de importancia en el contexto local como ya lo hemos visto, Ignacia, estuvo casada con Vicente de la Esquina, familiar de Miguel de Esquina, quien era capitán de Milicias y quien se desempeñó en varias oportunidades como Teniente de Justicia, al mismo tiempo ambos desplegaban actividades mercantiles. Otro ejemplo de lazos familiares determinados por la praxis mercantil fue la unión de Mariana Hernández Palacios, viuda de Manuel Antonio Alarcón, negociante también, ya mencionado, con Pedro Candelas, comerciante [...].



En el periodo colonial eran comunes y bien vistos los enlaces matrimoniales entre personas de la misma casta. Los peninsulares y criollos fueron quienes mayormente siguieron la norma; cuidaban la limpieza de su sangre y los lazos comerciales. Sin embargo españoles pobres, sin fortuna ni prestigio, sí se casaron con indios, negros y sus mezclas. Por otro lado españoles casados con españolas procrearon gran cantidad de mestizos y mulatos, en sus relaciones extramatrimoniales.













































CAPITULO IV



4.1 Los negros africanos en la Nueva España



La esclavitud ha sido desde tiempos remotos una práctica reconocida en diferentes lugares del mundo. Algunos pueblos europeos, en particular los del Mediterráneo, hicieron de la esclavitud un modo de producción durante mucho tiempo.

Hacia mediados del siglo XV los portugueses, antes que los propios españoles, llevan a cabo expediciones por las costas del occidente africano, en busca de nuevas rutas marítimas para el comercio con la India. Es en ese proceso cuando inician también la trata de esclavos africanos. Para ese entonces los portugueses habían colonizado las islas Azores, Canarias y Madeiras, al sureste de la Península Ibérica, en las que tenían diversos cultivos como el de la caña de azúcar. Los esclavos africanos eran obligados a trabajar en esas plantaciones. y desde allí se promovió el tráfico de éstos, que habían sido traídos desde diversas áreas del litoral del occidente africano:



Durante el periodo inicial del ascenso portugués a lo largo del siglo XV, la fuente de esclavos fue la región que se extiende del sur del río Senegal a la Sierra Leona, territorio al que se llegaba con facilidad desde las islas de Cabo Verde y al que los portugueses llamaron Guinea de Cabo Verde.



Pocos años más tarde, los tratantes de esclavos fueron ampliando las regiones de donde se abastecían de la mercancía humana, llegando al centro y litoral oriente de Africa.

Por su parte, son los españoles los primeros en llegar a las islas orientales del que más tarde se conocería como Continente Americano, a finales del siglo XV. Luego de someter por la fuerza a los pueblos taínos, los conquistadores emprenden la colonización de estas tierras. La explotación de que fueron objeto los habitantes aborígenes trajo consigo su casi total exterminio. Por ello los colonizadores se vieron en la necesidad de traer negros africanos que adquirían en las factorías de los portugueses.

Los mercaderes de esclavos tenían diversas maneras para hacerse de esclavos, una de ellas era a través de contratos comerciales que establecían con algunas poderosas comunidades africanas, quienes habiendio sometido a los miembros de otras tribus, los esclavizaban. Esto nos indica que algunos pueblos africanos conocían perfectamente bien el funcionamiento de las prácticas esclavistas, como se indica a continuación:



Africa surtía ampliamente las necesidades de las plantaciones indianas. La esclavitud no era, ciertamente, ni nueva ni rara en los pueblos africanos. Los prisioneros de guerra, los reos de homicidios, robos, hechicerías, adulterio o deudas, caían generalmente en servidumbre por el derecho salvaje de aquellos países.



Por éstas y otras agravantes más, millones de negros fueron presa fácil de sus dominantes. La ingerencia de los portugueses en estos conflictos trajo consigo la reproducción y extención del comercio de seres humanos. Tal actividad reportaba importantes ganancias materiales a los negros tratantes y a los portugueses que comerciaban con sus vecinos los españoles.

Fernando Ortiz, uno de los más importantes afroamericanistas, describe el perfil de los distintos grupos de africanos traídos como esclavos a tierras americanas:



Los yolofes, senegaleses de color de ébano, eran aguerridos, belicosos, difíciles de gobernar, aunque excelentes cuando no eran indisciplinados [...]

Los fulas, de color menos negro, algo rojizos, eran de especie superior en inteligencia y en belleza física. Un viajero dice "los cuerpos de los negros fulas, recuerdan los perfiles de la estatuaria griega." Los hombres son buenos guerreros e industriosos, poco asimilables.

Los mandingas, de negro o moreno claro, eran mansos de carácter, fácilmente instruibles, negociantes hábiles e infatigables, generosos, francos, hospitalarios, bastante fatalistas [...] Según Bruce eran los mejores negros para el trabajo, robustos, dóciles, fieles y resignados. [Según Dumont] se distinguen especialmente, por su gran talla, fuerza muscular y mirada inteligente y simpática a la vez [...]

Los bambaras, según Golberry, eran robustos, abandonados al fatalismo, torpes, volubles, perezosos, amigos de lo ajeno, pero alegres y dulces [...]

Los lucumís eran los esclavos más inteligentes y civilizables, pero altivos y difíciles de subyugar y atropellar; buenos trabajadores [...]

Los ararás [...] eran dóciles, buenos labradores y poco sensibles a la esclavitud porque habían nacidos en ella.

[...]

Los dajomés eran malos esclavos, propensos al suicidio y a la nostalgia [...]

Los biches eran tímidos y fáciles al suicidio [...]

Los carabalís del Viejo Calabar [entre las diferentes variedades de carabalís] son los más civilizados de todos porque tienen frecuente relación con los blancos dedicados al comercio o a la trata [...]

Los negros guineos no tenían una psicología propia, pues tomaban esa denominación muchas procedencias, por ser imprecisa y muy amplia la zona que se conoce por Guinea; pero por lo general se entendía que eran buenos esclavos [...]

"Los congos son fuertes, pero tímidos y extravagantes, dados a la insubordinación y al reposo excesivo, no sienten entusiasmo por la libertad, holgazanes por naturaleza [...]" Los angola eran robustos y hábiles, también muy queridos. De ellos se decía que despedían al sudar olor intensísimo tan desagradable que los distinguía de los de otra nación.

Los macúas o mozambiques eran menos negros y menos resistentes a las faenas del campo que los esclavos de Africa occidental. Eran muy propensos a la tuberculosis, amables e inteligentes.



Los negros esclavo que los controladores comerciaban provenían de distintas regiones del inmenso Continente Africano, y por lo tanto de una gran variedad étnica.

En las Antillas, cuando un contingente de esclavos estaba compuesto por negros que pertenecían a un mismo grupo tribal, y éstos eran destinados a un mismo lugar para su explotación, pasados los años conservaban, y aun más, reforzaban, su herencia cultural. Canto, baile y religión fueron las manifestaciones que mayormente contribuyeron a preservar la identidad de algunos grupos africanos en el Caribe.

La experiencia desfavorable a los propietarios de negros en las Antillas, al mantener grupos numerosos de negros de una misma etnia, propició que los tratantes y compradores de mercancía de ébano en la Nueva España, separaran a los esclavos provenientes de una misma región para evitar posibles rebeliones. Al estar mezclados entre sí, los africanos sólo tenían en común su condición de esclavos, su oficio y el idioma del europeo. Ello trajo consigo la pérdida de su identidad cultural.

Sin embargo a pesar del esfuerzo que realizaron los explotadores para anular sus creencias religiosas, los negros africanos al igual que los indígenas se las arreglaron para sincretizar sus deidades con las figuras religiosas de la Iglesia católica, y de esta manera evitar el castigo por parte del Santo Oficio que no permitía ningún tipo de actividad considerada hereje o de hechicería.

El término bozal es aplicado a los negros traídos directamente de Africa, aunque no provenientes de la misma región:



El negro bozal, aunque recién venido de su tierra, no traía ni las mismas características anatómicas, ni las mismas características psicológicas.

Pronto bien se vio que no todos eran tan cerriles ni salvajes como hubiera sido de desear, sino que poseían, algunos, un grado de cultura evolucionado: conocían la escritura y la religión islámica, como los mandingas; o eran francamente reacios a la esclavitud, como los gelofes.



De esta manera eran clasificados generalmente los esclavos africanos; también se les denominaba negros de nación.

Luego de ser capturados, los esclavos eran conducidos a las factorías, donde esperaban la salida de los barcos que los transportaban a sus destinos en tierras lejanas.

Las condiciones en que eran transportados eran completamente insalubridad, la alimentación apenas servía para que no murieran de hambre y a eso hay que sumar los maltratos de que fueron víctimas, por partes de sus tratantes. La mayoría de los negros viajaba ya con nombre cristiano, y los apellidos por lo regular eran tomados de la región de donde provenían:



Sin duda, al esclavo se le daba un nombre cristiano si estaba bautizado y mitológico si era un "bosal" y su apellido se identificaba siempre con su origen étnico [...] pues no era el negro quien escogía su apellido, sino su amo blanco, quien se lo imponía.



Aunque muchas de las veces los apellidos no correspondían al lugar exacto de su origen.

Por otro lado, no debemos olvidar que los propietarios marcaban a los esclavos ─como se hace actualmente con el ganado vacuno─ para asegurar el derecho de propiedad:



Para marcar un negro se calentaba el hierro sin dejarlo enrojecer, se frotaba la parte del cuerpo donde se debía estampar la señal, generalmente el hombro izquierdo, con un poco de sebo o de grasa, se ponía encima un papel aceitado y se aplicaba el hierro lo más ligeramente posible [...] Antiguamente, además del nombre se les daba a los esclavos como apelativo el de su nación; así teníamos José Gangá, Macario Carabalí, Rosa Lucumi, Juana Mandiga, etc. Pero al adquirir la libertad tomaban comúnmente el apellido de sus amos [...].



También a los imdígenas se les asignaron apellidos de los españoles. Esta práctica y las anteriormente mencionadas eran comunes en todo el territorio colonizado. Millones de negros africanos, además de la marca racial llevaban el sello de la calimba, que perduraba hasta su muerte.

Después de la colonización de las Antillas los españoles tardaron veinticinco años en arribar a tierras mesoamericanas. La presencia del africano en la Nueva España se remonta a la llegada de Hernán Cortés, en 1519. Cuando éste desembarcó en las playas de Veracruz, su tripulación estaba integrada por españoles y africanos, estos últimos como esclavos de los conquistadores que hacían las veces de sirvientes personales.

Juan Cortés se llamaba el negro esclavo que acompañaba al conquistador extremeño. Por otro lado Juan Núñez Sedeño, el más rico de los expediccionarios que arribaron a la Nueva España, en 1519, trajo consigo a un esclavo llamado Juan Garrido Narváez, a quien se le atribuye la siembra del trigo en tierra mesoamericana:



Negro. Fue el primero que en M. sembró y cogió trigo y semillas de verduras [...] Se volvió cristiano en Lisboa. Está siete años en Santo Domingo y luego va a San Juan de Puerto Rico [...] está casado con Francisca Ramírez y tiene tres hijos.



El Diccinario de los conquistadores, que incluye 1,147 referencias biográficas de los conquistadores de la Nueva España, sólo consigna el nombre de un negro llamado Juan Garrido, quien llegó en calidad de acompañante (no se especifica si era esclavo).

En varias de las fichas de los conquistadores se deja ver la existencia de una gran cantidad de esclavos negros y mulatos que participaron, junto con los españoles, en la Conquista de México. Sus nombres no forman parte de la historia por considerárseles soldados ordinarios o simples criados:



Los primeros entraron con Cortés en la enorme labor de la Conquista. Se sabe que don Hernando cuando menos traía uno a su servicio -llamado Juan Cortés-; algunos de sus acompañantes, entre ellos Juan Núñez Sedeño, cargaban otros. De estos negros, uno llamado Juan Garrido, fue según propia declaración el primero que sembró trigo en México. Pánfilo de Narváez también traía negros; dos de ellos son conocidos: uno era bufón, el otro desembarcó con viruelas y las introdujo al país. Francisco de Montejo también se hizo acompañar por negros en su conquista de Yucatán.



Españoles y africanos exploraron, sometieron y conquistaron juntos el territorio mesoamericano.

Al principio los conquistadores españoles esclavizaron a los indígenas, con la intención de hacerlos trabajar en la construcción de los nuevos edificios, en la agricultura y en la minería:



La primera sociedad colonial aceptó abiertamente la esclavitud indígena. Como actividad económica, el rescate de indios resultaba muy lucrativo [...] los esclavos indios parecieron un recurso inagotable y se usó de ellos sin ningún limite. La disminución de la población acarrea tras sí un aumento proporcional de los precios de cada "pieza".



La esclavitud del indígena, practicada durante los primeros cincuenta años de la presencia ibérica, dio como resultado la mortandad de millones de nativos. Los fallecimientos fueron causados por la excesiva carga de trabajo que les fue impuesta y por las epidemias de viruela, sarampión y otras más desconocidas hasta entonces en el mundo indígena.

En las islas del Caribe Español, la población indígena taína se había extinguido tiempo atrás por la misma causa.

Ante la pérdida de grandes cantidades de mano de obra indígena, los colonizadores españoles se vieron en la necesidad de reemplazar a los indios por negros esclavos. Su experiencia en las Antillas Mayores les había demostrado que los negros africanos eran muy resistentes al trabajo pesado.

Los propios conquistadores promovieron el comercio de esclavos en la Nueva España. Los cargamentos negreros arribaban al puerto de Veracruz, procedentes de La Habana:



Los puertos de entrada en las Indias eran pocos. En nuestro país solamente Veracruz, en el Atlántico, gozaba de este privilegio, que tendía a segurar el control del monopolio colonial [...] en la segunda mitad de la centuria siguiente, Pánuco y Campeche fueron abiertos a este comercio.



De ahí los negros eran destinados a diferentes puntos de la geografía novohispana. El comercio de éstos estaba organizado por una burocracia colonial y por capitales ecuménicos de otras naciones europeas, en particular de los ingleses, portugueses y holandeses.

Es así como la mayoría de africanos entraron a México; algunos eran bozales (provenientes de Africa) y otros ladinos (provenientes de España y otras tierras colonizadas).

Aguirre Beltrán señala que para la tercera década del siglo XVI:



[...] el mercado y el tráfico de negros se encontraban ya firmemente establecidos y las licencias que se otorgaron a comerciantes, funcionarios, conquistadores y pobladores, para transportar negros, fueron cada vez más frecuentes y el número concedido cada vez de mayor consideración [...] Las licencias otorgadas durante estos años y los que se sucedieron, sin determinar el lugar de destino de los negros, fueron aún más númerosas.



Para entonces es tan grande ya la población esclava africana, en la Nueva España, que en 1537 tiene lugar uno de los primeros levantamientos de negros, en contra de la autoridad virreinal, encabezada por el primer virrey, Antonio de Mendoza, quien respondió con una represión total, culminando con la matanza de los esclavos alzados, el 10 de diciembre de ese mismo año

El historiador David Davidson refiere este hecho:



"El veinticuatro del mes de noviembre pasado", escribió Mendoza, fui advertido que los negros habían elegido a un rey, y habían acordado entre ellos matar a todos los españoles y levantarse para tomar la tierra, y que los indígenas también estaban con ellos. Mendoza envió a corroborar el rumor [...] Rápidamente arrestó al "rey" y a sus principales lugartenientes y, despúes de arrancarles confesiones, ahogó y descuartizó a los principales cabaecillas de los conspiradores.



A continuación me referiré a los principales lugares de poblamiento africano, en la Nueva España, a partir del siglo XVI.

Después de la capital del virreinato, la provincia de Veracruz fue la que registró mayor concentración de africanos, pero hablaré de ésta en el apartado siguiente.

El estado de Guerrero fue también destino de un considerable número de esclavos de origen africano que habitó la región, y participó grandemente tanto en los trabajos del campo como en los de la minería:



Los africanos fueron destinados a diversas tareas como: capataces de indios que explotaban los placeres de oro en las costas; de arrieros transitando de la ciudad de México a Zacatula o de México a Acapulco; de mineros en Taxco, Zacualpa, Espiritu Santo, Ayotenco, Huitziltepec, Zumpango e Izquatzingo; como obreros en trapiches de caña en Coatepec Costales, Mochitlán, Tepechicotlán y haciendas de cacao, como en la Coyuca de Benitez; de vaqueros y peones en estancias ganaderas como Cuijinicuilapa, Juchitán, Huehuetán; al servicio doméstico en las haciendas, hospitales y conventos agustinos o franciscanos, en lugares como Tlapa, Chilapa, Acapulco [...].



El primer estudio acerca de los negros del estado de Guerrero, es Cuijla: Esbozo etnográfico de un pueblo negro, que publica Aguirre Beltrán en 1958. El trabajo se refiere a la población del municipio de Cuijla, perteneciente a la Costa Chica de Guerrero. El autor relata la vida cotidiana de los pobladores, descendientes directos de negros africanos, que hasta la fecha conservan su herencia negra tanto genética como cultural. En esta zona se encontraban los centros mineros más sureños de la Nueva España. Araceli Reynoso comenta:



El auge minero trajo no sólo mejoras materiales a la sociedad taxqueña, sino también aumentó su número de habitantes, como sus ocupaciones. Colin Palmar anota que para 1570 la población de Taxco se componía de 400 españoles, 900 indios y 700 esclavos, dedicados principalmente a la minería y al comercio.



Otro de los centros mineros por excelencia fue Guanajuato, perteneciente a la provincia de Nueva Galicia, actualmente estado de Guanajuato. este lugar también fue un importante asentamiento de población negra:



Desde que llegan ganaderos y mineros "españoles" vemos a los africanos interviniendo en la vida pública y privada, como cofundadores de villas y pueblos, como vaqueros, pregoneros, peligrosos asaltantes de caminos, sirvientes y labriegos [...] desde San Luis de la Paz, en el norte, hasta Pénjamo, Celaya, León, Cuarámaro, Irapuato y Guanajuato. Se les consideraban especialmente hábiles como caporales y vaqueros.



En realidad los negros y mulatos junto con los españoles fundaron la mayor parte de los pueblos de Nueva Galicia, región anteriormente habitada por los chichimecas. Después de la Conquista los españoles recibieron estancias de ganado mayor y concesiones para la explotación de minas.

Durante el periodo colonial era común ver a negros, mulatos y pardos trabajando en cualquier actividad, especialmente labores relacionadas con la agricultura, la minería y el servicio doméstico. En lugares como Saltillo, Valladolid, Oaxaca, Guerrero, Puebla, Chiapas, Yucatán, Tlaxcala, Guanajuato, Guadalajara y Veracruz, los negros y sus descendientes participaron con su fuerza física ─la mayor de las veces privados de su libertad─ en la construcción y desarrollo de estas poblaciones. En este proceso los rasgos culturales de los negros bozales se fueron dispersando por toda la geografía novohispana, a través de sus descendientes mulatos y pardos.

En los últimos años del gobierno virreinal la introducción de esclavos a nuestro territorio fue disminuyendo poco a poco, hasta ser eliminada en su totalidad a partir del movimiento libertario, convocado por criollos principalmente, en 1810. Los ejércitos insurgentes que hicieron posible la Independencia de México estaban conformados, en gran parte, por una cantidad considerable de afromestizos.



4.2 Veracruz, de notable herencia africana



En la parte central de la región costera del Golfo de México se se establecieron originalmente los españoles, y con ellos sus esclavos, los negros africanos. Sin embargo la incursión de los españoles hacia otros puntos del territorio veracruzano llevó consigo la dispersión de negros. Por ello es visible su huella aun en estos tiempos.

Desde el río Pánuco, en el norte, hasta el Coatzacoalcos, en el sur, los negros esclavos fueron destinados a trabajar en agricultura, ganadería, pesca y montería. En el centro se les confinó a trabajar principalmente en las haciendas cañeras de Córdoba, Orizaba y Xalapa; en la Mixtequilla cultivaban los campos algodoneros; y en la región de los Tuxtlas los tabacaleros.

En las siguientes líneas presento una muestra de documentos que dan razón de la presencia africana en diferentes regiones del territorio veracruzano:



15 de julio de 1578, f. 7 fte. a 8 fte.- JALAPA.

Cristóbal Jiménez, estante en Jalapa, vende a Juan de las Ruelas Machuca y a Inés Núñez, su mujer, una esclava negra nombrada Catalina, de tierra Biafra, en 230 pesos oro común.



En las zonas serranas de bajas temperaturas, como Tlacolulan, Jalacingo, Altotonga y Zongolica, también existen evidencias de la existencia de negros:



27 de abril de 1598, f. 499 fte. bis. a 499 vta. bis. Jalacingo.

Juan Bello se obliga de pagar a Pedro Pascual 560 pesos de oro común, precio de una esclava negra con su hijo, de tierra Bran, y el negrito de un año, poco más o menos.



Veracruz es uno de los estados en los que se realizan las primeras investigaciones acerca de la tercera raíz. Los cimarrones en Veracruz y la fundación de Amapa, publicada por Octaviano Corro Ramos, a principio de la década de los cincuenta, consigna que en 1725 se verifica un levantamiento de esclavos de las haciendas cañeras de la villa de Córdoba. Estos negros huyen a las márgenes del río Cuespalapa, dentro de la jurisdicción de la alcaldía mayor de Teutila, hasta donde son perseguidos por los hacendados. Los que logran huir se internan en las montañas de Mazateopan, lugar habitado desde tiempo atrás por antiguos cimarrones (Cabe aquí recordar que negros cimarrones se les llamaba a los esclavos que escapaban de su hacienda en busca de libertad. Por lo regular las huídas se organizaban masivamente. Para sobrevivir, en un principio los negros de dedicaban al robo de haciendas vecinas o pueblos.) En 1748 el alcalde mayor de Teutila, Andrés Fernández de Otañez, establece los primeros contactos con los cimarrones para que depongan su actitud hostil a cambio del reconocimiento de su palenque. Finalmente 20 años después llegan a un acuerdo al que Octaviano Corro se refiere en los siguientes términos:



[...] el 12 de enero de 1768 proveyó su muy docto decreto el Sr. Fiscal D. Juan Antonio Velarde Cienfuegos que unido al del Sr. D. Diego Cordinez, asesor general se declaraba libre de servidumbre y de la contribución de reales tributos perpetuamente a todos los negros [...] para fundar el pueblo en el paraje señalado, con las precisas circunstancias de destruir completamente los palenques de Mazateapan, de tomar las armas en servicios del rey y del país siempre que fuera necesario, coger los negros que en adelante se huyensen de los trapiches y otras partes del poder de sus amos, bajo el premio de veinticinco pesos por cabeza, de no permitir nuevos palenques, que viviesen sujetos a la real justicia de Teutila, que nombrasen Alcaldes y regidores para el Gobierno de la República, que de esta providencia se diese aviso por oficio al Ilmo. Sr. Obispo para que señalase ministro que los doctrinase y cuidara en lo espiritual.



El caso de estos negros a quienes se les reconoce libertad y se les autoriza la fundación de su pueblo (Amapa), no es el único. En diferentes regiones del territorio novohispano otros grupos de cimarrones logran pactar su libertad a cambio de tener que alistarse en la milicia, ante las constantes amenazas de invasión por parte de los ingleses.

En las diferentes colonias españolas de América se establecieron comunidades de negros cimarrones. En algunas naciones se les conoce como palenques, en otras mocambos, y algunas más quilombos.

El término cimarrón originalmente se refería al ganado doméstico que se escapaba a las montañas. De ahí que el vocablo se aplicara posteriomente a los negros huidos.

El antropólogo Fernando Winfield afirma que en la provincia de Veracruz "el cimarronaje era favorecido por la cercanía de terrenos elevados que hacían difícil, casi imposible, su acceso."

Los primeros años del siglo XVII, en un palenque establecido cerca de Cordoba, un príncipe africano, llamado Yanga, encabezó la primera rebelión de negros, por lo que se le considera el primer libertador de la América esclava. A partir de ese movimiento se funda el pueblo de San Lorenzo de los Negros.

De este líder nato Adriana Naveda dice:



Yanga fue un esclavo evadido alrededor de 1570. Junto con otros esclavos formó un palenque en las montañas de Olmealca, en las faldas de la Sierra de Zongolica [...] Por 30 años estos cimarrones, que habían nombrado por Rey a Yanga, vivieron de asaltar los parajes y pueblos como Tlalixcoyan, saqueando haciendas, llevándose a los negros esclavos, sembrando pánico en los dueños y pasajeros [...] Finalmente en 1635 lograron constituirse en un pueblo "libre" llamado San Lorenzo de los negros.



En la cuenca de Actopan, la presencia africana ha sido poco estudiada. En esta región existen poblaciones con marcada herencia africana, particularmente El Coyolillo, antiguo poblado perteneciente a la exhacienda de Santa Rosa, y actualmente congregación del municipio de Actopan. Su población afromestiza es identificada por su mano de obra resistente al corte de la caña en los ingenios regionales. En este lugar destaca la elaboración de caras labradas en maderas, con mil alusiones posibles. El origen de esta población negra no ha podido ser determinado; se ha señalado que se trata de un grupo de negros cimarrones del presidio de Pensacola, localidad ubicada en la parte occidental de La Florida, cerca del límite con Alabama, en la costa del Golfo de México, actualmente territorio norteamericano pero en otro tiempo perteneciente a la Nueva España. Entre los pocos estudiosos de esta población se encuentra Alfredo Martínez Maranto, quien nos dice:



En la actualidad, El Coyolillo es uno de los pocos poblados veracruzanos que puede considerarse como afromestizo por los rasgos físicos de sus habitantes. Sin embargo, el tipo físico del descendiente de negro acusa una fuerte tendencia a su desaparición en virtud de un prolongado proceso de mestizaje, principalmente con población blanca [...] Por su resistencia para el trabajo, los coyoleños se conciben a sí mismos como los mejores trabajadores agrícolas ─especialmente en el corte de la caña de azúcar─ cualidad que es atribuida muchas veces a "la raza" o a "la sangre negra" que corre por sus venas.



Octavio García Mundo, catedrático de la Facultad de Historia de la Universidad Veracruzana, en los últimos años también ha realizado trabajos de investigación en El Coyolillo, y año tras año acude con sus alumnos a dicha población a realizar trabajo de campo, como parte de sus cursos de Africa Contemporánea o seminario de tesis. En febrero y marzo de 1992 participé con uno de sus grupos de trabajo en un levantamiento censal. Entre otros rubros el censo comprendía aspectos de la forma de vida de los lugareños. Justo en el periodo de nuestras visitas el pueblo se preparaba para la celebración del carnaval. Cabe destacar el trabajo artístico de la elaboración de máscaras talladas con navaja y cuchillo.

En el estado de Veracruz se puede distinguir una gran variedad de topónimos provenientes de vocablos africanos, por ejemplo: Cerro del Congo, Cabo Verde, Mozomboa, Mandinga, Mocambo, Motzorongo, El Mulato, Matamba, Yanga, Rinco de los Negros, Guarumbo, Gimba, Valle de Mozambique, y muchos más que hacen evidente la presencia africana.

Los africanos y sus herederos no sólo sirvieron como mano de obra, sino que, a pesar de toda una serie de disposiciones legales que los limitaban y controlaban su vida, participaron activamente en la vida cultural de la Nueva España con sus cantos bailes, música, pintura, escultura y muchas expresiones más. Los españoles y sus instituciones presionaron de todas las formas posibles para reprimir las manifestaciones culturales e ideológicas de los africanos por considerarlas peligrosas para la estabilidad del virreinato.

En el puerto de Veracruz, lugar donde se concentró una importante población de negros, mulatos y pardos, éstos dieron a la ciudad ciertas características de identidad.

El Chuchumbé, por ejemplo, es un baile cantado que causó la reprobación de las autoridades religiosas en la Nueva España. Esta manifestación llegó a través del puerto de Veracruz, primer lugar en donde se popularizó. González Casanova afirma que los negros, mulatos, soldados, marineros y la broza en general son quienes lo socializan. Los clérigos fueron los primeros en levantar su voz de inconformidad por el baile:



Al Ilustre Señor del Santo Oficio

Veracruz, Ver., 10 de septiembre de 1776.- Señor como procurador predicador con veces de comendador de este convento de Nuestra Señora de la Merced, lastimado del grave daño que causa a nuestra curia, particularmente entre las mozas doncellas, de un canto que se ha extendido por esquinas y calles de estas ciudad, que llaman el chuchumbé, por ser sumamente deshonesto, y voraz sus palabras y modo de que lo bailan por lo que le suplico a vuestra señoría se digne atajar el mucho escándalo y ofensas que contra su divina majestad resultan, mandando que por vía de excomunión que el Sr. Obispo publique en los púlpitos de los conventos de esta ciudad recogiendo los muchos versos que se han escrito, y los rosarios y vestidos que hay a la moda diablesca, por ser un abuso infernal lo que hago presente a Vuestra Señoría para descargo de mi conciencia pues me lastimaron mucho estos abusos [...]

Presbístero Nicolás Montero.



Para ese año de 1776, ya había disminuido considerablemente la introducción de negros bozales a la Nueva España, convirtiéndose los afromestizos en mayoría poblacional en el puerto de Veracruz. La mayor parte de manifestaciones de cultura popular, particularmente las que provenían de indios, negros y sus descendientes, fueron condenadas por las buenas conciencias del grupo hegemónico:



En general la costa del Golfo y en particular Veracruz fueron sede fecunda en desmanes musicales. La alegría de su gente, y el desenfado religioso de sus almas, la proximidad en que se hallaban de una de las regiones musicales más inquietas de América, como tradicionalmente ha sido las Antillas, y el tráfico constante con los puertos españoles, hacían que surgieran diariamente en esas regiones nuevos bailes profanos que escandalizaban a las autoridades religiosas.



También en la Ciudad de México así como en el norte y occidente de la colonia las expresiones artísticas de los negros, mulatos y pardos, eran consideradas, por parte de las autoridades eclesiásticas y civiles, como desmanes demoniacos.

Enseguida transcribo algunos versos del canto del chuchumbé:

En la esquina está parado,

un fraile de la merced

con los hábitos alzados

enseñando el chuchumbé

Que te pongas mal que te pongas bien

el chuchumbé te he de soplar

Esta vieja santularia

que va y viene a San Francisco

toma el padre, daca el padre

y es el padre de sus hijos

el demonio de la china

del barrio de la Merced

y cómo se sarandeaba

metiéndole el chuchumbé

Que te pongas bien que pongas mal

el chuchumbé te he de soplar...



En la poesía colonial destaca la presencia de José Vasconcelos, el "Negrito Poeta" (homónimo del filósofo-educador nacido en Oaxaca), de quien se dice nació en la hacienda de Almolonga, jurisdicción de la Alcaldia Mayor de Jalapa de las Ferias, y actualmente congregación del municipio de Naolinco. Según algunos de sus biógrafos, sus padres eran negros oriundos del Congo. Otros autores aseguran que José Vasconcelos es nativo de alguna población haitiana o cubana; sin embargo el propio autor asegura:



Aun que soy de raza Conga

Yo no he nacido africano

soy de nación mexicana

y nacido en Almolonga.



El poeta Vasconcelos fue uno de los pocos negros que lograron establecer contactos en la corte virreinal; gracias a su ingenio se mantenía con los obsequios que obtenía de los admiradores de sus versos; se dice que su obra se transmitió en forma oral; falleció hacia el año de 1760.



4.3 Los afromestizos de Tlacotalpan: 1760-1800



En el curso de casi trescientos años de dominación española, los negros africanos fueron marginados de la historia novohispana. Incluso hasta hace poco tiempo aún no se había estudiado ni reconocido su importancia en la conformación de México como nación. En la mayoría de los actuales países latinoamericanos ha sucedido lo mismo. La población de origen africano fue prácticamente ignorada en los estudios históricos del pasado colonial.

En México la importancia de la tercera raíz sigue siendo desconocida por la población en general; no así el glorioso pasado indígena que ha sido objeto de diferentes formas de exaltación.

Las mezclas de negros, ya fuera con indios o españoles, dio como resultado una población de afromestizos, mayoritariamente. Para éstos las autoridades del virreinato dictaron una serie de cédulas reales con la finalidad de regular su comportamiento.

Sin embargo los negros y sus descendientes eran muy dados a trasgredir toda normatividad impuesta tanto en lo moral como en lo civil y religioso.

En las poblaciones veracruzanas, por diversos factores se perdieron numerosos archivos. En las comunidadesciones establecidas en las márgenes del río Papaloapan, particularmente, la causa de tales pérdidas ha sido la presencia de lluvias anuales que han provocado innumerables inundaciones a lo largo de los siglos. En el Sotavento veracruzano las inundaciones alcanzaron las plazas centrales, donde generalmente se ubicaba el archivo, además de la iglesia, la casa del alcalde mayor y el cuartel militar.

En Tlacotalpan, Alvarado y Cosamaloapan, la información que a la fecha se puede obtener acerca de la Colonia es muy poca; en cambio, en Otatitlán se encuentra el archivo parroquial con abundante información de tal periodo.



En el capítulo anterior presenté un acercamiento somero a los indígenas y españoles que habitaron el Sotavento, particularmente en el partido de San Cristobál de Tlacotalpan, durante los últimos años del siglo XVIII.

En éste expongo la participación de los afromestizos, fundamental para el desarrollo de la región, tanto en lo económico como en lo cultural, a pesar de que se les ubicara en la escala más baja de la sociedad virreinal.

Precisamente por lo desafortunado de sus circunstancias, la información de éstos es casi nula, aunque su presencia en la vida económica haya sido primordial. Los afromestizos ─específicamente los pardos─ fueron mayoría en algunas poblaciones de la Cuenca, de acuerdo con los censos coloniales, mientras que los españoles siempre fueron minoría.

Al interior del Sotavento veracruzano, el negro tuvo una presencia muy notoria desde los primeros años de la colonización. En Santiago Tuxtla, relativamente a pocas leguas del partido de Tlacotalpan, se instaló el primer ingenio de caña de azúcar, en tierras asignadas al marqués del Valle.

Hacia la segunda mitad del siglo XVI, se realiza la compraventa de 500 negros bozales de Cabo Verde, destinados precisamente al ingenio cañero. Éste es el primer gran contingente de africanos destinados a tierras veracruzanas para realizar trabajos forzados.

Con la introducción de la caña de azúcar a tierras del sur de Veracruz, también surgió la actividad ganadera. La gran extensión de tierras despobladas resultó benéfica para la cría del ganado mayor, para lo cual la mano de obra de los vaqueros afromestizos fue la más requerida, y con ello se consolidó la ganadería de la Nueva España.

A la fecha no ha sido posible precisar el origen de los primeros negros que llegaron a las llanuras del Sotevento ni el número de éstos durante los primeros años coloniales. Es ya cuando el proyecto virreinal se va consolidando cuando la información poblacional de las haciendas de ganado vacuno nos da cuenta de la existencia de los negros vaqueros:



Los latifundios que se formaron en la hoya, entrado ya el siglo XVII, sin excepción, tuvieron esclavos negros a su servicio: Zapotal, Uluapan, Estanzuela, Zolcuautla, Cuautotolapa, Las Lomas, Joluca, Cuyucuenda, etcétera. [...] De todos estos lugares, unos situados en las márgenes de la hoya, otros en su mismo seno, irradiaron los africanos que al teñir al Papaloapan con su color subido dieron a la población el tinte que caracteriza al jarocho. Los focos principales de irradiación, sin embargo, puede ser reducidos a tres: 1) El Ingenio de Tuztla; 2) Tlalixcoyan; y 3) La Estanzuela; los dos últimos puntos como centro de albergue de negros huidos, llamados comúnmente cimarrones.



Los esclavos de estas haciendas fueron quienes realmente hicieron posible el florecimiento de la agricultura y la ganadería. Por otro lado, también fueron negros, de ambos sexos, quienes realizaban los trabajos del servicio doméstico. En las poblaciones sotaventinas también participaron en la pesca, montería y fabricación de ladrillos y cal.

El obispo de la Mota y Escobar, a principios del siglo XVII, en sus Memoriales, deja constancia de que fue advertido de un asalto de cimarrones. Es posible que se tratara del movimiento libertario encabezado por Yanga, pues el obispo se encuentra muy cerca de la región de Córdoba-Orizaba:



Labor de Francisco Pérez. Punto de La Venta de Cacatepec.

[...] confirmé a 50 criaturas de esta heredad y del pueblo de Amatlán (Amatlán, Veracruz), sujeto de esta doctrina de Guatusco (Huatusco, Veracruz), y dormí aquí.

Negros cimarrones. Estando durmiendo, como a la una de la noche, vinieron dos hombres vecinos de la Puebla, a decirme como habiendo desuncido X carros, que llevaba a la Veracruz, junto al corral de Moteczuma, salieron con la luna una tropa de negros, de los alzados, y dieron en los carros y se apoderaron de ellos y le robaron se caja do (nde) llevaba su [...] y como cien pesos y le mataron un hermano suyo, de hasta XII años y le llevaron dos indias casadas.

Yo esperé que fuese rompiendo el día y así partí, habiendo puesto en orden de guerra mis criados y el hato; y, llegué a los carros que estaban más de dos leguas adelante y hallé ser así, como dijeron, y al niño muerto, con los intestinos de fuera y degollado, y la caja hecha pedazos y despojada y, los maridos de las indias me dijeron que les llevaban sus mujeres y una criatura de pecho. Yo hice llevar el niño muerto a la estancia de Rivadeneira y le hice enterrar en una capilla que hay ahí.



Evidentemente el hecho narrado se refiere a un asalto de cimarrones de la región de Córdoba; de ellos Adriana Naveda afirma:



Los esclavos huían sin distinción de sexo, edad u oficio, ya que hemos encontrado registro de esclavos que escapaban contando con más de 60 años, y algunos que lo hacían desde la adolescencia. También huían tanto bozales como criollos, y era frecuente que lo hicieran por parejas.



Algunas de los cimarrones de las haciendas de Córdoba-Orizaba lograron la fundación de poblados como el de San Lorenzo de Cerralvo, reconocido como pueblo libre por el año de 1631; otro pueblo a palancados se funda en 1778 con el nombre de Nuestra Señora Guadalupe de Amapa. Algunos cimarrones de esta región se refugiaron en poblaciones sotaventinas como Cosamaloapan, Chacaltianguis, Otatitlán, Tlacotalpan y Alvarado; ahí se sumaron a la población afromestiza ya existente desde los primeros años de la Colonia.

No ha sido posible cuantificar el número de cimarrones que pudieron llegar a la zona del Sotavento, y menos aún cuantos africanos ingresaron a través del contrabando de esclavos que eran vendidos por los ingleses en las costas del Golfo de México, en estos principios del XVIII.

Como dije anteriormente, lo que sí se puede asegurar es el número exacto de negros bozales (500) introducidos por el propio Hernán Cortés, en 1542, cuando los compra a Antonio Lomelín. Al respecto cabe destacar las características que debían poseer dichos negros, de acuerdo a los requerimientos del marqués. Entre otras cosas:



[...] que sean de edad desde quince hasta veinteseis años [...] sean sanos de dar y tomar conforme a la costumbre, que se entiende que no no sean lisiado de miembro, ni falto de él, ni tuerto, ni endemoniado.



En el documento señalado se establece que ninguna de las partes en la compra-venta debía perder en la operación. Los compradores de esclavos africanos eran muy cuidadosos al adquirir su "mercancía". Una de las condiciones más importantes para la adquisición de un esclavo era su fuerza física, su resistencia para trabajos rudos como el cultivo de la caña de azúcar, pero no sólo eso:



El negro, además de participar en las actividades productivas relacionadas en el azúcar, extendió su influencia como trabajador permanente a todo el espacio económico de la Nueva España. Esclavos negros ejecutaron "la trajinería y trato de las mercaderías" en el puerto de Veracruz, fueron vaqueros en las grandes extensiones de terreno dedicadas a la ganadería, trabajadores obligados por disposiciones oficiales en los obrajes, servidores domésticos en casas de señores y religiosos, y artesanos y trabajadores de la construcción en ciudades y haciendas.



De acuerdo con lo señalado por García Bustamante, en las líneas anteriores, al esclavo africano se le colocó en casi todas las actividades productivas a lo largo del territorio novohispano. En algunos casos eran aglutinados para servir en la milicia; así se formaron batallones de mulatos y pardos al servicio de la Corona.

La inversión económica que representaba la compra de cualquier esclavo era alta, así es que los esclavistas tenían que asegurarse de las óptimas condiciones de "la pieza" que adquirían. El negro africano equivalía a la fuerza de trabajo de cuatro indios mesoamericanos, según lo explica Aguirre Beltrán:



EL negro, según hemos dicho, fue conducido a la Nueva España como esclavo para que sirviera de bestia de trabajo; de él se exigía exclusivamente trabajo muscular [...] se dijo que un negro valía por cuatro indígenas, queriendo con ello afirmar que el esfuerzo de trabajo que desarrollaba un negro equivalía al de cuatro indios.



Enrique Semo lo confirma en el comentario siguiente:



Los negros eran más fuertes y sólidos, aguantaban mejor las fatigas de algunos trabajos pesados y, sobre todo se adaptaban mejor a las zonas tropicales, que eran mortales para los indígenas de tierras frías.



Por la capacidad de resistencia de los negros, los dueños de los medios de producción veían en éstos un capital bien invertido, a pesar de los brotes de sublevaciones y cimarronaje, que les significaban grandes pérdidas.

Tanto en Tlacotalpan como en el resto de la región en la actualidad son evidentes los rasgos negroides en gran parte de sus pobladores. Sin embargo es significativo el hecho de que ellos mismos se niegan a aceptar que en alguna medida son descendientes de africanos. Muchos de ellos argumentan que son morenos a consecuencia de los rayos solares; algunos más explican que son descendientes de un grupo de emigrantes cubanos que llegaron a estas tierras a finales del siglo pasado, a causa de la guerra por la independencia con España.

Tal migración sí se dio, y efectivamente algunos de los pobladores tienen ascendencia cubana pero no es el caso de todos los que argumentan en tal sentido. Los caribeños que llegaron a tierras del Sotavento eran trabajadores de la caña de azúcar y lograron establecerse en los importantes ingenios de Tlacotalpan y Cosamaloapan. Desafortunadamente no me fue posible localizar información más completa acerca del número de afrocubanos que llegaron a esta zona.

En el siglo XVIII Antonio Villaseñor y Sánchez escribe acerca de los principales pueblos de la Cuenca del Papaloapan; proporciona datos censales de algunos de éstos, y dice que la población está compuesta por españoles, indígenas, negros, mulatos y pardos. Caso diferente era la provincia de Antequeras, habitada predominantemente por indígenas.

Los afromestizos, conocidos como mulatos y pardos, eran los más aptos para soportar las altas temperaturas y en general las demás inclemencias del tiempo como las constantes lluvias que provocan grandes inundaciones. En 1787 se registró un de estos desastres naturales, por lo cual las autoridades locales ponen en alerta a las superiores:



Excmo Señor.

Mi teniente de justicia del pueblo de Tlacotalpan me ha hecho presente la deplorable constitución en que se halla aquel vecindario, con la grande inundación que en él ha experimentado con la continuada lluvia, lamenta la pérdida de sus sembrados y ganados, que ofrece notables quebrantos a sus moradores, y a mí me ha parecido propio la obligación de instruir a V.E. de este asunto por medio de la carta. adjunta copia.

Dios guarde a V.E. muchos años. Veracruz, septiembre 26 de 1786. Bernardo Troncoso.



Desastres como el que se menciona, se han sucedido una y otra vez, y a éstos se debe, en gran medida, la gran pérdida de documentos que pudieran ayudar a conocer el pasado colonial.

Lo que actualmente se conserva en el Archivo Municipal de Tlacotalpan, a pesar de incendios, inundaciones y del descuido de las autoridades, es el producto del rescate que se lleva a cabo a partir de 1987 en el que participan varias instituciones como el Instituto Nacional de Antropología e Historia, la Universidad Veracruzana, y el Instituto Veracruzano de Cultura, en coordinación con el ayuntamiento constitucional.

En el primer legajo del archivo, que es el más antiguo, se encuentra el testamento de Manuel Antonio de Alarcón, de quien hice mención en capítulos anteriores. En el documento, fechado en 1766, se hace referencia a una negra esclava, de nombre Gertrudis, 29 años, con un valor de trescientos pesos. De esta esclava no hay mayor información; por lo tanto no se sabe si se trata de una negra bozal, cuáles son sus apellidos ni su estado civil.

La esposa de Alarcón, Mariana Hernández Palacios, en su testamento ya no hace mención alguna a dicha esclava.

En ningún otro testamento de peninsulares o criollos radicados en Tlacotalpan se habla de la existencia de negros, quienes seguramente cumplieron un papel importante en las actividades ganaderas y agrícolas de las llanuras del Sotavento.

El ingeniero Miguel del Corral (1731-1794) fue enviado a las costas de Veracruz en 1776, con la finalidad de inspeccionar la zona para reestablecer un astillero y fortificar las poblaciones costeras. En esta tarea le acompañó el capitán de fragata Joaquín de Aranda; ambos realizaron los levantamientos de la información necesaria para los proyectos de la Corona, el resultado de sus investigaciones fue vertido en un expediente técnico y finalmente en la que se llamó Relación del Corral.

En la parte introductoria de la Relación se encuentran datos monográficos de las poblaciones por donde pasan los enviados del virrey, particularmente algunos censos, Del Corral llama mulatos a los habitantes con herencia africana, sin hacer la distinción entre negro de nación, mulato o pardo:



[...] Tres cientos veinte mulatos; los últimos son todos monteros, hacheros, y aserradores, los que en diferentes tiempos del año van a hazer sus cortes de maderas; la benefician para poderlas vajar por los ríos, y luego las asierran según la salida, que puedan darles [...]



En los años setenta del siglo XVIII la población de mulatos ocupaba el segundo lugar; los indígenas el primero (470 en total), mientras que los españoles apenas llegaban a 80, de acuerdo con el informe de Miguel del Corral.

Pudiera ser que estos datos los haya proporcionado el sacerdote del partido de San Cristóbal Tlacotalpan, puesto que en las iglesias se manejaba información referida a nacimientos matrimonios y defunciones; cabe también la posibilidad de que haya sido la autoridad civil, encabezada por el alcalde mayor, quien diera la información.

En la investigación que realicé en el Archivo Municipal de Tlacotalpan no encontré ningún documento que hiciera referencia al número de habitantes de tal poblado.

Del Corral tampoco señala si los mulatos censados eran libres o esclavos.

Según del Corral los negros eran monteros, hacheros y aserradores; no menciona otros oficios tales como pescadores vaqueros y servidores domésticos.

Entre la correspondencia del alcalde mayor de Tlacotalpan, Isidro Carlín, se encuentra una serie de documentos en los que se habla de los afromestizos en diferentes facetas de la vida cotidiana; ejemplo de ello es la siguiente carta que desde Veracruz le envía José de Carrión Y Andrade:



El negro Andres Pérez dador de este es hijo de Clemente negro, Esclavo de Doña Beatriz Real, que Vm. Ha remitido preso; y pasa a este pueblo para que Vm. disponga se le entrege los bienes que sean de su padre respecto a que reducidos a dineros, tiene [...] lo que le falte para su libertad, por lo que encargo a Vm. su ejecución con toda brevedad [...]



La carta fue escrita el 29 noviembre de 1785, pero desafortunadamente es mínima la información que del negro se desprende.

Aun en procesos civiles en los que se veían involucrados los afromestizos, los datos que se registran son pocos. A ello se suma el hecho de que los documentos que se encuentran en el archivo están incompletos.

A lo largo de su vida, los negros y sus descendientes con frecuencia tenían conflictos con las autoridades, por considerárseles seres nocivos vinculados con el mundo del hampa. Mulatos y pardos eran las castas más vigiladas por las autoridades.

En 1785, siendo ya gobernador de la plaza de Veracruz, Miguel del Corral, notifica al alcalde mayor de Tlacotalpan la orden de aprehensión girada en contra de un sastre:



Impuesto de los desórdenes, escándalos y vida libertina, con que se maneja en este pueblo, un mulato sastre llamado Mariano [...] de ninguna manera debió Vm. permitirle residir ahí. Le prevenga que inmediatamente se ponga en la cárcel con toda seguridad, remitiéndomelo en el primer barco [...] Veracruz 12 de enero de 1785.



Por otro lado, Isidro Carlín, alcalde mayor, recibe carta de del Corral, relacionada con la deserción de un pardo de las filas castrenses:



Haviéndose ausentado con nombre supuesto, en la licencia que sacó mía: Josef Salazar, soldado de la Compañía de Pardos de esta ciudad y nativo de este pueblo [...] prevengo a Vm. que con todo cuidado, se haga arrestar y remitirlo aquí, en el primer barco [...] Veracruz 24 de noviembre de 1785.



La mayoría de los intergrantes de la compañía de pardos eran reclutados de manera forzada. Josef Salazar, que probablemente había sido libre, al ser privado de su libertad para alistarlo como soldado, deserta a la primera oportunidad para integrarse a la vida familiar en San Cristóbal Tlacotalpan.

Miguel del Corral, gobernador de la recién creada intendencia de Veracruz, le hace llegar a Vicente Carlín, autoridad virreinal en Tlacotalpan, nuevas disposición gubernamentales:



Conforme a la instrucción dada por la Comandancia General de Tributos están tasados [...] Los pardos casados con hijas de naturales á tres pesos por cada uno, por si y sus mujeres, y en este concepto deviéndose guardan toda equidad y justicia a los tributarios. Haga [...] justificación de todos de la clase de pardos que hayan contraído matrimonio con las indias hijas de naturales, y los obligara a que paguen [...] la cuota asignada dándoseme cuenta de su puntual ejecución. Enero 24 de 1786.



Como dije anteriormente, las autoridades de la Nueva España fueron muy escrupulosas en cuanto a las uniones matrimoniales entre miembros de distintos grupos étnicos, en particular cuando se trataba de negros, quienes, al igual que los indígenas americanos, tenían otra manera de concebir al matrimonio. Las leyes, en la mayoría de las ocasiones, no se cumplían; gracias a este desacato, en el México colonial se dio uno de los procesos de mestizaje más complejos.

Ante tal situación la autoridad no pierde la oportunidad para el cobro de cualquier tributo.

El documento que menciono líneas arriba, y el hecho de que haya sido enviado a Tlacotalpan, reafirma la hipótesis de que los afromestizos ocupaban un lugar importante en las transacciones de los españoles, aunque como personas fueran totalmente ignorados.

En 1788 Rafael González, vecino de Tlacotalpan, hace la denuncia del intestado del Pedro González de la Unguera. Entre los propiedades de este último se encuentra un negro esclavo llamado Juan Luis, pero no se proporciona mayor información acerca de él.

La ganadería, una de las principales actividades económicas en las llanuras del Sotavento, dio lugar al abigeato, que es el robo de ganado. La población indígena en sus constantes luchas por la recuperación de sus tierras, se vio involucrada en disputas por el uso del suelo, en las que el abigeato surge como respuesta ante el despojo de que habían sido objeto por parte de los españoles ganaderos de la región. En la cabeza del partido se efectuaban las denuncias en contra del abigeo:



En el pueblo de San Cristóbal Tlacotalpan, a viente días del mes de mayo de 1789 años [...] Haviendo regresado del paraxe y ranchería de Saltabarranca de este juxisdicción, Ricardo Delgado, vaquero de ganado, Francisco Romero y José Martín vaqueros [...] responsables del cuidado del ganado, quienes hacen la denuncia del ilícito; señalando a los responsables del robo, entre ellos se encuentran indios y mulatos: Nicolás Antonio Indio tributario soltero de este origen, quien luego [...] les confeso que él mismo en compañía de su padre Domingo Lorenzo, Tlacoxalpan; José Antonio Ramos mulato; Julián Alonso Indio [...] Pedro Jacoxalpan, Franco Arriveño, Juan Alonso Indio, Marcelo sobrino de Luis Carabaxal de Tuxtlas, todos en bestias de Juan Alonso han hecho el robo de una baca, y les enseñó un hoyo profundo, donde han enterrado las cabezas y pieles de las reses matadas.



En sus declaraciones Nicolás Antonio amplía más la información acerca del ilícito cometido con el auxilio de varios cómplices, entre ellos su propio padre, Domingo Lorenzo, alias Tacojapan, y Mariano, soltero al cual se le calcula entre 15 y 16 años de edad; confiesa haber robado tres vacas del ganado de Ricardo Delgado, en compañía de los sujetos ya antes señalados. Uno de los afectados, Fernando Romero, asienta en su declaración ante la autoridad que:



[...] Juan Baptista Martín, pardo de este vecindario puede dar noticias [...] Dixo que estando en el rancho de Fernando Romero, quedó también allí del mozo Nicolás Antonio, de la hacienda de Romero se prestó a fin de indagar las reses que le faltan según informo.



El último en comparecer ante el juez encargado de las investigaciones, fue el pardo Mario Atanasio:



[...] pardo casado de este vecindario [...] prometió decir la verdad. [...] respondió que no sabemos de que ha viendo ido aprender a Franco el Arriveño, dixo que Julián Alonso que también lo coxieron, que no sabe sobre el asunto o una cosa y esta es la verdad.



En el mismo tenor, Tomás Islas entabla una demanda en contra de Felipe Aguirre; en dicho juicio se presenta a declarar un pardo:



En este referido pueblo de Tlacotalpan, el doce de septiembre de 1789. Ante mi expreso el teniente de este partido Dn Isidro Vicente Carlin. Se presentó como testigo de esta información, Balerio José Duarte, pardo libre originario y vecino de este pueblo [...] en forma por Dios Mío señor y la señal de la Sta Cruz, baxo el que ofrece decir la verdad en lo que supiera y le fuera preguntado [...] Dijo que por estar inmediato el rancho a la fábrica del difunto don Juan Antonio Ximenes [...] existió allí mucho tiempo que eran cuatro canoas [...] siempre la vio existentes hasta que Don Felipe Aguirre entró a manejar dicha fábrica [...] que esto es la verdad.



La fábrica a la que hace mención en realidad era un horno donde se cocían los ladrillos, actividad que también se desarrollaba en Tlacotalpan, y en la que participaban los indígenas junto con los mulatos y pardos.

El caso que a continuación presento también es un reclamo de sucesión testamentaria; el afectado presenta como testigo a un pardo dedicado al cuidado del ganado:



José Dámaso Perea, vecino de este pueblo, hijo lexítimo heredero de Diego Perea y María Antonia Lagos, mis padres difuntos [...] Que en la disposición testamentaria que havía [...] sus bienes en el rancho de ganado bacuno que tenemos[...] Tlacotalpan a los 18 días del mes de diciembre de 1788 [...] hize comparecer a Francisco Andrad,e pardo libre, casado de este vecindario [...] Que sabe regalaron a José Perea, la tierra que se refiere siendo niño por que con motivo de la [...] que tuvo con su difunto padre, Diego Perea, este y repetidas ocasiones estando juntos ambos, con ganado, el paraxe de Xuchil, le dixo. Ya mi hijo José tienes más de treinta reses de la baquita que le regalé [...] y también otras varias ocasiones, le dixo estando en dicho paraxe.



Como hemos podido observar en los casos anteriores, tanto los negros como los indígenas eran considerados como seres humanos, con plenos derechos, sin embargo eran situaciones poco frecuentes, y generalmente en casos en que los españoles salían beneficiados.

Los documentos que se encuentan en el Archivo Municipal de Tlacotalpan incluyen cédulas reales y bandos que enviaba el virrey al interior de la Colonia, entre éstos se haya el bando que emite el rey de España referente a compra de negros en Nueva España y Caracas; dicho bando debía difundir entre todos los pobladores de Tlacotalpan donde, al igual que en otros puntos que de las costas del Golfo, los negros esclavos eran introducidos de manera ilegal. El bando tiene fecha de 19 de septiembre de 1789.

Las autoridades del puerto de Veracruz mantenía estrecha comunicación con las alcaldías de la Cuenca baja del Papaloapan:



Si a la jurisdicción llegara Josef Manuel Lavonda, negro esclavo de don Manuel Rodríguez Hurtado, que esta mañana se huyó de la galera [...] prevengo que le remita de la llegada con la seguridad corresponde dando [...] 6 de septiembre de 1790, firma Pedro Gorostiza.



Por otro lado, en el juzgado de Tlacotalpan se realizaron investigaciones sobre la muerte de un carbonero, en las aguas del Papaloapan, frente el poblado de Tlacotalpan. La víctima parece haber muerto violentamente; su nombre era Juan Sánchez, natural de Campeche:



El cuatro de diciembre de 1792. Yo don Isidro Vicente Carlín [...] Haviéndoseme informado que viniendo esta propia tarde un hombre carbonero, con su canoa, que se llamaba Juan Sánchez, conocido aquí por este nombre que aseguraba ser natural de Campeche. Que el dicho Juan Sánchez era al parecer pardo.



El caso anterior me pareció muy interesante, puesto que al levantar testimonio del acontecimiento, la autoridad le dio más importancia a la casta a la que pertenecía el difunto que al motivo del fallecimiento.

En una operación de compra-venta de un predio urbano, Juan Noel, vecino de Tlacotalpan, al tomar posesión de un solar situado en la rivera del río, en el barrio de arroyo, tiene como vecino, hacia el fondo de su casa, a Mariano Molina, pardo libre.

Como dije en el capítulo anterior, en Tlacotalpan encontramos tres casos de proceso de limpieza de sangre. En el tercero que mencioné, Juan de Dios González presenta como testigo a Bartolomé Aguirre, mulato libre, quien testificó la limpieza de cualquier mala raza así como la ausencia de prácticas luteranas. Es significativo el hecho de que un mulatos fuera llamado a testificar puesto que se trata de un individuo con sangre negra.



La festividad taurina en Tlacotalpan es una forma más de expresión de los habitantes de la perla del Papaloapan. Cada primero de febrero en las principales calles de la población se lleva a cabo una singular lidia de toros, en medios de la algarabía de propios y extraños. Fue precisamente la presencia del ganado vacuno en estas tierras lo que dio origen a la cultura jarocha y a la afición por las corridas de toros. Desde los últimos años de la Colonia, los vecinos de Tlacotalpan organizan esta fiesta taurina. De ello es testimonio la carta enviada al gobernador intendente de la plaza de Veracruz, con fecha de 10 de enero de 1803:



Estos vecinos y moradores de este pueblo, se me han presentado suplicándome [...] de (Vuestra señoría) La necesaria licencia para la fiesta de corridas de toros,[...] que anualmente acostumbran hazer: En cuya vista espero de la benignidad de (Vuestra señoría) se dirige concederes dichas licencias, como lo esperan [...] Nicolás Moreno.



Entre los jarochos se hizo costumbre, a la par de sus quehaceres en el campo, la diversión con cantos y bailes al ritmo de la jarana, y las fiestas en las que se hacía uso del ganado vacuno; en un inicio con corrida de toros propiamente; en la actualidad sólo queda una reminisencia, con la lidia callejera, como parte de los atractivos de las festejos en honor a la Virgen de la Candelaria, Humberto Aguirre Tinoco, actualmente cronista de Tlacotalpan, nos dice:



[...] los jarochos mestizos y mulatos que, desde temprano descubrieron en la llanada el horizonte de libertad de su ámbito único, hicieron del cultivo de los bovinos su más guardada herencia: lazar, ajorar, conducir las grandes partidas de semovientes [...] Ser parte inherente a su vida misma, a su forma de ser, de competir, de lucir, de transformarse en centauro para enfrentarse al ritual de la india, con arrojo de casta que enardece brazos y puños para dominar al bicho [...]



Al inicio del siglo XIX, en 1803, un distinguido tlacotalpeño, José Luis de la Esquina, levantó un censo cuyos datos muestran un aumento considerables de afromestizos residentes en Tlacotalpan.

De la Esquina registra a 1612 pardos, mientras que Miguel del Corral en su Relación de 1777 había anotado a 320 mulatos. Tomando en cuenta que los términos mulato y pardo se empleaban indistintamente para nombrar a todos los afromestizos podemos ver que en 26 años éstos se quintuplicaron y con esto superaron el número de indígenas que era de 1156, como bien lo dice Gilberto Loyo en sus "Apuntes estadísticos de la intendencia de Veracruz":



En Tlacotalpan predominaba la población de color, pues sobre un total de tres mil habitantes, había mil seiscientos doce pardos, mil ciento cincuenta y seis indios, y doscientos y ocho españoles [...] Los datos por edades parecen indicar que la mortalidad en Tlacotalpan era mucho mayores entre los indios que entre los pardos.



Poco a poco el número de mulatos y pardos fue creciendo en la región sotaventina y con ellos se fue conformando un modo de ser particular en el que se conjugaron rasgos culturales tanto de indígenas como de negros y españoles.

Si bien es cierto que la falta de información acerca de los pobladores de Tlacotalpan a fines del siglo XVIII (sólo existen dos fuentes de información censal: 1777 y 1803) impide conocer a fondo las circunstancias históricas de aquel momento, de cualquier manera con ésos y los otros datos a los que me he referido se puede apreciar la existencia de una importante población de origene africano, quienes en su rol social propio (como vaqueros, pescadores, sirvientes, monteros y hacheros) participaron de manera trascendental en la formación y desarollo de la comunidad tlacotalpeña.

































CAPITULO V



5.1 Esbozo biográfico de Miguel del Corral (1731-1794)



Los hombres, a lo largo de la historia de la humanidad, se han visto en la necesidad de ascender al mundo del conocimiento. Durante mucho tiempo algunas civilizaciones sólo dejaron dos alternativas para arribar al mundo del saber: la milicia y lo religioso.

Así, en el curso del devenir histórico el hombre sólo tenía dos formas de abandonar las tareas agrícolas: se enfilaba en los ejércitos o ingresaba a los conventos, en donde se formaba académicamente. En la mayoría de las sociedades antiguas, los gobernantes que conducían a sus pueblos eran guerreros o sacerdotes. En su periodo de dominación, España fue gobernada tanto civil como religiosamente por los ibéricos o peninsulares, quienes por un derecho de exclusividad, se consideraban como los más aptos para gobernar al Nuevo Mundo. Así, desde la designación de un virrey o arzobispo, todos los mandos superiores fueron privilegio exclusivo del español puro. Por otro lado, los criollos, hijos de españoles, pero nacidos en tierras del Nuevo Mundo, sólo podían aspirar a ocupar los segundos lugares en la estructura político-administrativa en todas las colonias españolas. La mayoría de la población estaba conformada por mestizos, indígenas, negros bozales, pardos y mulatos, quienes sólo debían cumplir las disposiciones del ibérico, amo y señor de estas tierras.

A continuación describo una serie de datos biográficos de uno de tantos españoles que arribaron a la Nueva España a mediados del siglo XVIII. Fueron varias las formas que los peninsulares tenían para obtener el derecho de pasar a los territorios del imperio español. Así, Miguel del Corral ingresó a la Nueva España obedeciendo encargos específicos en el virreinato; en aquel tiempo se decía que eran al servicio del monarca español. En su estancia, durante varios años, del Corral estuvo vinculado a la vida política de la Intendencia de Veracruz, después de sus actividades científicas, propias de su carrera como ingeniero naval. De ingeniero a teniente del rey, miembro del ayuntamiento del puerto de Veracruz a gobernador de la provincia de Veracruz y posteriormente intendente de Veracruz, Miguel del Corral se convierte en una referencia obligada para el conocimiento de la realidad colonial de estas tierras veracruzanas, por su trabajo cartográfico del Sotavento Veracruzano y por la información que recogió en la expedición efectuada por los ríos de Alvarado y Coatzacoalcos, entre los años de 1776 y 1777, en unión del capitán de fragata, Joaquín de Aranda; ambos redactaron la Relación del Corral, como parte de una misión secreta del virreinato en turno.

Muy poco se conoce el trabajo elaborado por del Corral y Aranda, acerca de las playas del centro sur de nuestra entidad. El trabajo más serio que se haya publicado se debe al cartógrafo canadiense-germano, Alfred H. Siemens, quien realiza un análisis de la Relación del Corral en 1976. Por otro lado Leonardo Pasquel publica, dento de su vasta obra historiográfica de Veracruz (colección Suma Veracruzana): Las costas de Sotavento 1777 (1964) y Las fortificaciones de Veracruz en 1786, (1965). En los prólogos de dichas obras, Pasquel nos presenta algunos datos biográficos de Miguel del Corral; sin embargo, no fue posible encontrar alguna biografía más elaborada; en ninguna enciclopedia se tiene referencias. Pero en los archivos General de la Nación y Municipal del puerto de Veracruz existen documentos acerca de su participación en la vida política de la intendencia de Veracruz. A Miguel del Corral se le conoce más por sus descendientes que por su obra en sí. Pasquel nos relata que uno de los nietos por línea materna llega a ocupar la primera magistratura del país: Sebastián Lerdo de Tejada, unos los protagonista del México de la Reforma e intervención francesa, cercano colaborador del presidente Benito Juárez García. Al fallecer esté, en 1872, Lerdo de Tejada lo sustituye para terminar su periodo presidencial. En la biografía de Lerdo de Tejada se señala:

Sebastián Lerdo de Tejada y Corral nació el 24 de abril de 1825, en la provincia de Xalapa [...] (del) fecundo matrimonio de Juan Lerdo de Tejada y Doña Concepción Corral y Bustillo [...] también de pura sangre española, pero de la clase criolla, pues había nacido en Veracruz.



Gracias a los prólogos de Pasquel, nos enteramos de la estirpe de donde proviene del Corral. El abuelo materno llega a ser gobernador de la Intendencia de Veracruz, a finales del siglo XVIII, y son sus nietos: Miguel Lerdo de Tejada, uno de los hombres más preclaros de la Reforma, y Sebastián Lerdo de Tejada, quien de ministro de la Suprema Corte de Justicia pasó a la presidencia de la República, de 1872 a 1876.

Pasquel, quien proporciona más información acerca de la vida de Miguel del Corral, afirma que nació hacia el año de 1731, en el seno de una familia acomodada del pueblo de Taraza, en la provincia de Aragón, España. En 1746, a la edad de quince años, es enviado a Barcelona donde ingresa como cadete, en uno de los regimientos de caballería. A sus veintinueve años ya figura como teniente de ingeniero delineador, trabajando en Andalucía, luego de haber cooperado en algunas obras de Guipuzcoa, hacia 1750.

La trayectoria de este brillante ingeniero se suspende por espacio de un año, tiempo que pidió al rey para retirarse del servicio civil e ingresar al monasterio de los monjes cartujos. Una vez realizado el año de noviciato, define su vocación entre el servicio terrenal y celestial, optando por el primero, donde ya había manifestado su disposición al servicio del rey de España, quien le permitió reincorporase a sus actividades propias de militar, a los treinta años, con el grado de capitán. Se pone a las órdenes del mariscal de campo, don Antonio María de Bucareli, quien realiza trabajos en las costas de Andalucía, donde propiamente inicia ya una carrera formal, en el área de ingeniería, luego de ser nombrado director de las obras del puerto de Cádiz. Según Pasquel, después de un par de años, es trasladado a la Nueva España, en el año de 1763, a la edad de 32 años; Sin embargo el autor no explica el motivo del traslado hacia nuevas tierras, tampoco refiere si fue por orden del rey de España. Viene a México con el grado de teniente y miembro de la expedición organizada por el teniente general, Juan de Villalba, comandante general de las armas en la Nueva España. Llega por el único puerto de altura de la Nueva España: Veracruz. Su permanencia en estas tierras le daría la mayor de las satisfacciones. No tengo información acerca de las actividades que realizó el ingeniero del Corral durante los primeros siete años de estar en la Nueva España. Para 1770 he encontrado lo siguiente:



El virrey de la Nueva España envía a don Alejandro Reylli, el memorial en el que el teniente coronel de ingeniero, don Miguel del Corral, solicita, en atención a sus méritos, se le concede ascender a coronel. Recibe el nombramiento el 29 de noviembre de 1770.



Todo parece indicar que el destacado ingeniero va consolidando su estancia por estas tierras ya para finalizar el gobierno virreinal, que presidió el marqués de Croix.

Para 1770, el ingeniero del Corral nuevamente cambia de residencia, en esta ocasión se traslada a Perote, en compañía de su hijo Manuel. El historiador, en su prólogo, comenta su incorporación a las obras del levantamiento de la fortaleza de San Carlos. Bajo la dirección del ingeniero Manuel Santiesteban, a Miguel del Corral se le ubica ocupando el segundo lugar de importancia en dicha obra. Para 1775 envían una relación de los trabajos al rey Carlos III.

Con el nuevo virrey, Antonio María de Bucareli y Ursúa, quien gobernó de 1771 hasta el 9 de abril de 1779, Miguel del Corral parece tener ya una amistad consolidada desde el tiempo en que trabajaron juntos en algunos proyectos en España. A principios de 1771 el virrey, Carlos Francisco de Croix, marqués de Croix, remite a Julián de Arriaga proyectos y planos para fortificaciones de la punta y puerto de Antón Lizardo, en las costas de la provincia de la Nueva Veracruz; el documento con fecha 19-28 de julio de 1771, está firmado por Miguel del Corral. Ya en el régimen de Bucareli, del Corral es enviado a las costas del Pacífico, al apostadero de San Blas, donde levantó planos de toda la costa. Redactó el " Testimonio de autos formado para la nueva construcción del puerto de San Blas en el Chacala o Matancher".

Después de esta comisión pasa a integrarse a los trabajos que se realizaban en la Fortaleza de San de Juan de Ulúa; ya antes, en 1765, había participado en la elaboración del proyecto, en compañía de otros destacados ingenieros: Manuel de Santisteban y Antonio Ricardos. El proyecto empezó a ejecutarse diez años más tarde, bajo la dirección del Segismundo Font, quien por la lentitud de las obras fue reemplazado por Miguel del Corral.

Luego de retornar de una breve estancia por España, el virrey de Bucareli siguió mostrando una singular atención hacia la persona de Miguel del Corral, pues en su administración virreinal, le hace responsable de varios encargos especiales para la Nueva España. En la correspondencia que tiene Bucareli con Antonio de Ulloa, hace buenos comentarios acerca de la actividad profesional del ingeniero:



[...]Corral es trabajador, hábil y de un genio muy dulce. Fue el que me acompañó en los reconocimientos de las costas de Granada y Murcia, cuando arreglé su resguardo.



En otra carta se vuelve a mencionar, con reconocimiento, la trayectoria del ingeniero Miguel del Corral, confirmando sus buenas actuaciones en los encargos de Bucareli, desde los puertos españoles, y posteriormente en las costas del Pacífico, en los proyectos de San Juan de Ulúa, en los trabajos de la fortaleza de San Carlos en Perote y en los recorridos por las tierras del Sotavento veracruzano.

La fortaleza que se edificó en Perote con el objetivo de almacenar alimentos y armas, empezó a construirse en 1770, un año después de que fuera aprobado el proyecto, durante el virreinato de Carlos Francisco de Croix, marqués de Croix. El ingeniero Manuel de Santiesteban fue el responsable de la obra que concluyó el 31 de diciembre de 1776. Miguel del Corral, aquí en Perote, recibe una nueva instrucción por parte del virrey Bucareli.

El 5 de agosto de 1776 se pone en camino hacia la ciudad de México, para ponerse a las órdenes del virrey, dejando encomendado su trabajo en manos del ingeniero Pedro de Ponce. La nueva encomienda tenía el carácter de una misión secreta, con la finalidad de realizar una exploración por las costa de la provincia de Veracruz, desde el puerto de Alvarado hasta Coatzacoalcos, con el principal objetivo de fundar un astillero en Tlacotalpan, ante los peligros que corría la Nueva España por la beligerancia de los ingleses.

Como producto final de la expedición, del Corral y el capitán de fragata, Joaquín de Aranda escribieron una relación acerca de todo lo que observaron en la cuenca baja del Papaloapan. La relación fue terminada el 21 de julio de 1777, y remitida tanto al rey de España como al virrey de la Nueva España. En ella se encuentra una explicación bien detallada de los parajes y pueblos costeros del Golfo de México, así como de las riquezas naturales. Del documento fue publicado una extracto en 1873, según comenta en sus notas Leonardo Pasquel, quien también publica parte de la relación, en 1964, con el título " La costa de Sotavento". En 1976, justamente dos siglo después de haberse escrito, Alfred H. Siemens realiza el primer análisis científico acerca de la relación de del Corral. En esta ocasión se incluye por vez primera todo el documento escrito por Miguel del Corral y Joaquín de Aranda.

Después de la expedición por las costa del Sotavento Veracruzano, del Corral recibe el nombramiento de teniente del rey, confirmándose la noticia en el puerto de Veracruz, en 1780.

Para la década de los años ochenta del siglo XVIII, Miguel del Corral inicia toda una carrera política, en la plaza de Veracruz. De ingeniero militar se convierte en importante funcionario del virreinato. El virrey don Martín de Mayorga (caballero de la Orden de Alcántara, mariscal de campo de los reales ejércitos y presidente de la real audiencia, quien cuido del gobierno de la Nueva España del 12 de agosto de 1779 al 28 de abril de 1783, bajo el reinado de Carlos III de España.) en 1782 le envía una carta reiterándolo como teniente del rey.

Al año siguiente, bajo una nueva administración, encabezada por el virrey Matías de Gálvez y Gallardo (teniente general de los reales ejércitos del rey y presidente de la real audiencia, quien sólo gobernó 19 meses en la Nueva España, del 29 de abril de 1783 al 3 de noviembre de 1784) se solicita a del Corral su traslado a la ciudad de México, para recibir el mando de gobernador de la plaza de Veracruz.

Su periodo como gobernador de la plaza de Veracruz fue relativamente corto (diecinueve meses); inició, según nos relata Pasquel , el 3 de noviembre de 1784, justamente el mismo día de la muerte del virrey Matías de Gálvez, y concluyó el 27 de junio de 1786.

El nuevo gobernante de la Nueva España era hijo del anterior virrey, situación poco vista dentro de la clase gobernante de la Colonia. Don Bernardo de Gálvez, quien asumió el virreinato el 17 de junio de 1785, poseía entre otros cargos y títulos el de conde de Gálvez, caballero pensionado de la real y distinguida Orden Española de Carlos III, comendador de Bolaños, teniente general de los ejércitos de S.M., inspector general de todas las tropas de América, capitán general del reino de Nueva España, superintendente general de la real hacienda y ramo de tabaco y presidente de la audiencia; su gobierno duró poco más de un año.

El gobernador del Corral, entre otros tantos problemas a resolver, se enfrenta al mal estado físico del ejército real. En una carta enviada al virrey expone las fatigas que sufren las tropas destacamentadas en la plaza de Veracruz (Archivo General de la Nación, Ramo Historia, tomo 200, número 9). Del Corral concluye su mandato hacia el año de 1785, siendo sustituido por el brigadier Bernardo del Troncoso.

Ya retirado de la actividad política, en 1786 termina de escribir la "Relación circunstanciada del estado de las fortificaciones de Veracruz". Dicho trabajo fue publicado por Leonardo Pasquel, en 1965.

En 1788 las autoridades virreinales envían gratificación económica al teniente del rey, Miguel del Corral, conforme a la real cédula del 3 de julio de 1749.

El rey Carlos III falleció el 4 de diciembre de 1788, siendo virrey de la Nueva España don Manuel Flores Maldonado Martínez de Angulo y Bodquin. Al asumir el poder su sucesor Carlos IV, envía como virrey de la Nueva España a Vicente de Güemes Pacheco de Padilla Horcasitas y Aguayo, segundo conde de Revillagigedo, de quien se recuerda su administración como distinguida en todos los renglones de la vida colonial, y como impulsor de grandes aciertos en todos los ramos. En la administración del segundo conde de Revillagigedo, Miguel del Corral vuelve ser designado gobernador de la intendencia de Veracruz en 1790. Pasquel refiere que en este periodo nuevamente dirigió su gobierno con rectitud y energía, por espacio de tres años, siendo apoyado por el licenciado Pedro Telmo de Landero.

En las actas de cabildo del primer ayuntamiento de América (Veracruz), se encuentran documentos de la participación del gobernador del Corral. En enero de 1791 es nombrado dependiente del cabildo. Durante su segundo periodo como gobernador tiene que sofocar los brotes de rebeldía existentes en el sur de Veracruz, Tlacotalpan y Acayucan. En ese mismo año de 1791, el virrey notifica al gobernador del Corral, la real orden sobre su próxima jubilación, luego de varias décadas de servicios al monarca Español. Durante los años de su gobierno se inician los trabajos para la introducción de aguas al puerto de Veracruz, trayéndola del río Jamapa, obra que no se terminó como afirma Pasquel.

Ante las condiciones que se presentan en el puerto de Veracruz, por tener agua salada, y ante el riesgo que significa consumir las aguas marinas, se inician una serie de trabajos para abastecer al principal puerto novohispano, con la introducción de agua dulce del río Jamapa, el cual desemboca en el Golfo de México, en Boca de Río. Su nacimiento se localiza en las faldas del Pico de Orizaba, recibe las aguas de los ríos Huatusco, Totolapan y Cotaxtla, y recorre 150 kilómetros de distancia hasta llegar a las aguas del Golfo de México.

A los 64 años de edad pide al virrey, conde de Revillagigedo, que le sirva asignarle una pensión mensual para manutención de su familia, por los servicios prestados a la Corona. En su carta ofrece cooperar en las obras del río de Jamapa; un año antes, en 1791, se le había concedido su jubilación. Miguel del Corral, ingeniero, teniente del rey y gobernador, dedicó la mayor parte de su vida al servicio del reino español.

El mes de julio de 1794 arriba un nuevo virrey, don Miguel de la Grúa y Branciforte. Su gobierno duró del 11 de julio de 1794 al 31 de mayo de 1798, en su correspondencia se encuentra la carta donde se le informa la muerte de don Miguel del Corral:



[...] El 18 del mes anterior falleció el Brigadier Don Miguel del Corral, Director e ingeniero, teniente del rey de la plaza de Veracruz, y reales fuerzas de San Juan de Ulúa y actual gobernador militar interino de ella dejando a su viuda Doña María Josefa Bustillo y de la Rocha, en la más lamentable situación, con más de seis hijos menores, pobre y desamparada [...] julio 29 de 1794.



Lo anteriormente señalado, nos hace suponer que los hijos del gobernador se encontraban todavía en edad infantil; Sin embargo no pude localizar ningún dato sobre la unión matrimonial con doña María Josefa de Bustillo de la Rocha, quien es una criolla española de pura sangre, como lo afirma Pasquel, él también asegura que Miguel del Corral antes de morir había ascendido a brigadier de los reales ejércitos; por otro lado, José Luis Sareigos del Castillo, en su libro publicado como De Sevilla a Veracruz, historia de la marina Espoñala en la América septentrional y Pacífico , en 1963, hace la misma afirmación; su trabajo se complementa con una serie de biografías de los hombres relacionados con la marina virreinal. Cabe señalar que tales biografías no tienen ninguna referencia acerca del lugar donde fueron tomadas; Leonardo Pasquel copia textualmente toda la información acerca de la vida de del Corral, sin tampoco citar la fuente de donde obtuvo la información, agregándole algunas cuantas líneas acerca de la descendencia de Miguel del Corral, en la que se ubica a la madre del presidente de México, don Sebastián Lerdo de Tejada y a Miguel, de los mismos apellidos.

Miguel del Corral aparece en varios documentos posteriores a su fallecimiento. Su viuda escribió un par de cartas al virrey en turno, para solicitar apoyos económicos para solventar la manuntención de sus pequeños hijos. En un primer documento, doña María Josefa Bustillo de la Rocha atestigua la honorabilidad del brigadier del Corral, así como su conducta intachable como servidor público de la Corona española, tanto en los cargos políticos como en su profesión de ingeniero militar:



El adjunto documento [...] da un auténtico testimonio y prueba nada equívoca de la escrupulosidad religiosa con que se conduxo este benemérito vasallo hasta su fallecimiento [...] protesta Don Miguel del Corral delante de Dios, que en nada defraudó la real hacienda con ser que tubo a su manejo y disposición millones de pesos, hace una sucinta relación de sus servicios, y pide al Rey le perdone los expresados defectos, y se digne atender a su desamparada familia.



Tanto el documento en el que notifican al virrey el deceso del brigadier como la primera carta que la viuda le envía corresponden a la misma fecha.

Resulta extraño que un personaje de la vida político-militar de la intendencia de Veracruz haya muerto en tan precaria situación económica, como lo manifiesta el documento anterior. Según éste, por sus manos pasaron millones de pesos, sin embargo fue honrado con el manejo del erario público de la ciudad de Veracruz, puerto de entrada a la Nueva España, hecho que lo sitúaba en una situación económica estratégica.

Por otro lado, la viuda de del Corral hace las gestiones necesarias para solicitar se le conceda una pensión económica así como colocación laboral a sus hijos:



[...] solicita Doña María Josefa Bustillo y de la Rocha, viuda del Brigadier D. Miguel del Corral, Yngeniero Director, teniente del Rey que fue de la Plaza de Veracruz y Real fortaleza de San Juan de Ulúa, y varias veces gobernador militar interino de ella que la piedad del Rey se sirva concederle algunas pensiones en las vacantes mayores y menores del Obispado de Puebla para poder auxiliar a la que le pertenece en el monte pío militar, y con ambas subvenir a la subsistencia de su pobre familia.

Con este objeto hace presentes los distintos méritos y servicios de su difunto marido, notorios en este reino (expone también) el lamentable desamparo en que ha quedado por su fallecimiento con seis hijos menores de ambos sexos, y por ultimo los méritos de su padre don Fernando Bustillo, comisario de hospitales que fue de este Reino [...] julio 29 de 1794.



La correspondencia está dirigida al virrey de la Nueva España, con atención a su secretario, el señor Alange. Los documentos tienen el señalamiento de que fueron contestados el 24 de diciembre de ese mismo año de 1794.

El virrey Miguel de la Grúa y Branciforte, quien había tomado posesión del virreinato el 11 de julio de 1794, a través de un auxiliar de apellido Váldez, contesta una solicitud de la viuda para que toda su familia se traslade a España, en compañía de su hermano, el capitán de fragata Juan Ignacio Bustillo, en el primer barco que zarpe para aquellas tierras, con la intención de obtener mejores condiciones de vida para ella y sus seis hijos.

No se sabe realmente si se llevó a cabo tal viaje, sin embargo su hija Concepción llega a contraer nupcias con el señor Lerdo de Tejada, importante comerciante del puerto de Veracruz.

Tanto Pasquel como Sariego del Castillo afirman, en sus breves biografías de Miguel del Corral, que al morir éste había ascendido a Brigadier, sin embargo parece ser que la aspiración del ingeniero era obtener el grado de Mariscal de Campo, según consta en un documento fechado el 28 de febrero de 1795, en el que el virrey, marqués de Branciforte comunica a uno de sus ayudantes, el contenido de la real orden de fecha 2 de octubre de 1795, en la que el monarca español, Carlos IV, niega al brigadier del Corral su ascenso a grado de mariscal de campo, quien ya era finado desde 18 de junio de 1774.

La correspondencia entre los funcionarios hace pensar que el virrey está al tanto de las nececidades de la familia del Corral Bustillo.

En la real orden del 21 de noviembre de 1794, que manda se establezca una Secretaría del Gobierno e Intendencia de Veracruz, se indica al señor Gardoqui, reintegre los gastos que tuvieron en ella el teniente letrado, don Antonio Rodríguez de Cárdenas y el teniente regidor, don Miguel del Corral. Este reintegro de dinero seguramente pasó directamente a manos de su viuda e hijos. La carta tiene fecha del 4 de abril de 1795.

Doña María Josefa Bustillo viuda de del Corral continuó sus gestiones para salir adelante con toda su familia; vuelve a solicitar al virrey, marqués de Branciforte, que su hijo mayor sea admitido como paje del rey, y que a Fernando, Francisco de Paula y José María se les conceda plazas de cadete en el regimiento fijo de infantería de la Corona.

La viuda de del Corral sigue los mismo pasos de su señor padre, don Fernando Bustillo, quien se desempeñó como superintendente de hospitales del puerto de Veracruz. En un par de cartas que encontré, y que están dirijas al virrey en turno, don Carlos Francisco de Croix, el señor Bustillo solicita el apoyo financiero para sostener los estudios de sus hijos, quienes luego de concluir los estudios pasarían a prestar sus servicios a la corona:



[...]Don Fernando Bustillo que manifiesta que en virtud de estar sirviendo gratuitamente el cargo de superintendente de hospitales de Veracruz, solicita se conceda a su hijo Juan Ignacio, de 12 años, un empleo en la compañía de fusileros, para que con el sueldo continúe estudiando en el colegio de Sorees, en Francia [...] febrero 26 de 1767.



Nuevamente don Fernando Bustillo vuelve a hacer una gestión para que su hijo Juan Ignacio Bustillo de la Rocha, ya capitán del regimiento de la corona de la Nueva España, goce de sueldo hasta que tenga 18 años de edad. Para otro de su hijos, Manuel José, subteniente del regimiento de infantería de la corona, pide licencia para que vaya a realizar estudios en Europa, en una de las mejores escuelas del arte militar. La carta está fechada en marzo de 1760. Para Juan Ignacio, logró que el rey le dispensara la minoría de edad y recibiera un pago como cadete de Dragones.

Don Fernando Bustillo fallece el 29 de julio de 1771, en Jalapa de la Feria, como comisario ordenador honorario; ocupó su puesto, en la superintendencia de hospitales de los reales de la plaza de Veracruz, don Pedro Antonio de Cosío.

En el Archivo de Veracruz se localiza una breve nota en la que se registra el monto de la recompensa que recibió Miguel del Corral por su proyecto de introducción de agua dulce a la plaza de Veracruz, proveniente del río Jamapa.

Las líneas anteriores, acerca de la vida del ilustre ingeniero y posteriormente hábil político de la intendencia de Veracruz, son muy breves. Ante la falta de mayor documentación acerca de su vida, sólo me ha sido posible esbozar su trayectoria a partir de los pocos documentos que puede localizar. Sin embargo todavía está pendiente un estudio más profundo respecto a su actividad en la Nueva España. Lamentablemente no pude obtener mayores datos de este destacado militar, y de cómo se integró al medio político, hasta convertirse en gobernador de la intendencia de Veracruz.

La vida de Del Corral no es importante para la historia de México por el simple hecho de ser el abuelo materno del presidente Sebastián Lerdo de Tejada del Corral, (1825-1889); incluso no llegaron a conocerse personalmente; el primero muere en 1794 y treinta años más tarde nace su ilustre nieto.

Miguel del Corral tiene su propia trayectoria, destaca ya en sus primeros trabajos a lado de Bucareli en España y luego en la Nueva España, posteriormente en su participación en las obras del Pacífico, Perote, San Juan de Ulúa y el Sotavento Veracruzano, y por último en la administración como gobernador interino de la plaza de Veracruz y en su participación política en el cabildo del ayuntaminento de Veracruz puerto. Se reconoce en él su desempeño como teniente del rey y brigadier, pero ante que todo como un vasallo honesto, recto y trabajador.

Para concluir debo señalar que tanto en el Archivo de Indias, en España, como en el Archivo General de la Nación, de nuestro país, se localizan los trabajos cartográficos que levantó durante su prolífica carrera de ingeniero militar.



5.2 Financiamiento y expedición



En la segunda mitad del siglo XVIII, el imperio español implementó importantes transformaciones en el estilo de gobernar sus dominios de ultramar. La nueva monarquía perteneciente a la casa de los Borbón reorganizó todo el sistema político y económico, para un mejor y mayor aprovechamiento de todas las riquezas que se producían en las colonias del Nuevo Mundo. Los antiguos gobernantes del reino español, pertenecientes a la casa de los Habsburgo, no dieron un adecuado manejo a las riquezas procedentes de los diferentes virreinatos, en especial de la Nueva España y el Perú, principales productores de minerales tales como la plata, mientras otros recibían los beneficios de todo es caudal de esa riqueza, en particular los banqueros germanos.

El adveniento del siglo XVIII trajo consigo una nueva monarquía, la de los Borbón y con ellos una nueva mentalidad de gobernar, con un mayor provecho para la casa imperial española, encabezada por el rey Felipe V de España:



La dinastía de los Borbones inicia para España no sólo una nueva casa gobernante, sino una nueva política acompañada de un cambio de las costumbres en la vida social [...]



Las ideas económicas de la Francia del siglo XVII y principios del siglo XVIII, encontró en la administración de los Borbón uno de sus más fieles continuadores, encabezandolos en estos primeros años, por el destacado economista español José del Campillo y Cosío.





La colonia de la Nueva España, con una gran abundancia de riquezas naturales y un territorio de acerca de 4 millones de kilómetros cuadrados, y que desde 1519 era una de las proveedores de todos los productos hacia la metrópoli. Donde se ejecutaron un serie de reformas en todo los niveles de la vida colonial, en lo económico, socia y en las nuevas formas de gobernar en todas colonias, de ello se puede indicar:



Hay razones históricas para explicar lo que consideraban las autoridades metropolitanas el mal estado y atraso del gobierno colonial. La estructura administrativa era prácticamente la misma que fue implantada en el siglo XVI. Al llegar el siglo XVIII, la formación de otros reinos, el crecimiento de las ciudades y de la población mestiza y las frecuentes comunicaciones con el interior y el exterior.



Fueron una par de siglos, de las administraciones de los Habsburgos, se dieron sólo a la tarea de explotar todas las productos de venidos de las colonias. Como consecuencias de la pésima administración de la riqueza, no hubo políticas adecuadas para una mayor distribución de las ganancias que producían el comercio de ultramar, sin sumar el ejercicio de la piratería por parte de los ingleses en particular.

Fernando VI, quien reino desde los 1746-1759, dándose los primeros pasos para iniciar las reformas, conocidas como Borbonicas; con el ascenso en 1759 del rey Carlos III, se implantan ya oficialmente, el sello peculiar de los Borbonés, para Alfonso Toro, lo considera como el más notable de los gobernantes de dicha casa de los Borbonés, quien durante de cerca de 30 años de conducir los destinos de la corona española, en entre otros rublos de su gobierno, se pueden destacar los siguientes puntos: la designación de los mejores hombres para gobernar los virreinatos, en particular los que gobernarían a la Nueva España, para citar algunos ejemplos, están el duque de Linares, marqués de Casa Fuente, marqués de Croix, Antonio María de Bucareli, don Bernardo de Gálvez, así como el segundo conde de Revillagidedo, quienes se distinguieron como los más fieles interpretes de las líneas políticas y economías, que desde la metrópolis, enviaban a todos sus dominios de la América Española.

Joaquín de Montserrat, marqués de Cruillas, siendo el primer virrey, enviado por el monarca Carlos III, durante esta administración se crea formalmente el ejército de la Nueva España, que lo conformaron esencialmente, los mestizos, mulatos, pardos y negros. Ante la amenaza que representaba las fuerzas de los corsarios ingleses, y luego del toma de la Habana en 1762, el sector de la marina, como el comercio, la industria fueron objetos de grandes transformaciones, con la finalidad de hacer más productivo a todos, en benefició del gobierno imperial. A Carlos III, también en la vida religiosa, se dictaron normas específicas como la expulsión de la compañía de Jesús, en junio de 1767. La reorganización territorial de las colonias, se venían planearon su redistribución territorial, creando las intendencias en 1787, la Nueva España, se fundaron 12 intendencias, y las cuales interiormente también se reorganizaron.

Es en estas circunstancias de las reformas borbonicas, cuando se inician los trabajos por las costas del Sotavento Veracruzano, desde el puerto de Alvarado, Tlacotalpan y Coatzacoalcos, en los años setenta del siglo XVIII, para estas iniciativas el gobierno virreinal, designado para encabezar los trabajos, al ingeniero Miguel del Corral. El virrey en turno era Antonio María de Bucareli y Ursúa, quien había asumido la administración de la Nueva España en septiembre de 1771. Entre Bucareli y del Corral existía ya una amistad, desde sus primeros trabajos de del Corral, quien había tenido la oportunidad de trabajar a lado de Bucareli en los reinos de Castilla.

Miguel del Corral ya contaba con un prestigio en la Nueva España, luego de una estancia de por lo menos de una década de trabajar y residir en estas tierras, por supuesto cuando Bucareli, tiene la necesidad de elaborar las estrategias para resguardar las costas de la Nueva España, con el fin de protegerlas de las incursiones por parte de los piratas y corsarios europeos, es cuando Bucareli convoca a Miguel del Corral para encargarlo de la expedición por las costas de la provincia de Veracruz:



Agosto 5 de 1776.

Excmo señor. Enterado de la superior orden que vd, se sirve darme para que sin demoras, me traslade a esa corte, me pondré en marcha, el día 5 del corriente [...]



Como he señalado en las páginas de la biografía del Corral, en esos momentos se encontraba, en los trabajos finales de la fortaleza de san Carlos en Perote de la misma provincia de Veracruz, su nueva misión se localizaba en las costas, todo un radical cambio del paisaje como de clima, pasar de una zona fría a los calores de la costa del Golfo de México. Al inició la misión tenía una carácter de secreta, con la finalidad de estudiar todas las posibilidades para el establecimiento de un puerto de altura, en particular Alvarado y Tlacotalpan, se encontraba en la mira de los estrategas del virreinato, como el restablecimiento de un antiguo astillero, en Tlacotalpan; ya que en la Nueva España, sólo contaba con dos puertos oficiales para arribar al interior de la colonia, Veracruz y Acapulco, donde se impulsaba toda la actividad comercial de ultramar, en particular hacia España. Sin olvidar que las hostilidades por parte de los piratas ingleses, acechaban por las costas del Golfo de México.

Es por eso, que las autoridades virreinales tiene la necesidad de elaborar un proyecto de defensa militar, para el resguardo de la colonia, la experiencia de la Habana, todavía esta muy reciente para los españoles. En las costa del sur de Veracruz, que ya desde los primeros siglos de la colonia, había experimentado la presencia y los saqueos como atracos por parte de los piratas. El puerto de Alvarado, hacia 1667, sufre del asalto por parte de los corsarios, teniendo sus pobladores que refugiarse en la partido de san Cristóbal Tlacotalpan, y la práctica del contrabando de mercancías, que incluían a negros esclavos, siendo una de las principales preocupación por parte de la aduana colonial.

Las reformas administrativas y económicas, qué en este siglo XVIII es realizaban, eran para un cambio sustancial en el modelo de gobernar, y la administración económica:



El siglo XVIII se inició, el reinado de los Borbonés en España y sus dominios, las reformas administrativas se orientaron hacia el saneamiento de las rentas públicas [...]



Desde un primer momento, la administración de los Borbonés, se dirigió hacia unas finanzas más limpias, tomando en cuenta los errores de la casa gobernante anterior, quienes por más de un siglo de coordinar la vida política y económica, de la abundancia de las riquezas del nuevo mundo, sufriendo el pueblo Español un estado de pobreza, ya que sus funcionarios reales, sólo exportaban sus recursos naturales al interior de Europa. Los banqueros Alemanes fueron los más privilegiados y beneficiados en económico, por parte de la corona española.

En la empresa del reconocimiento a las costas del Golfo de México, se iniciaron sus trabajos en los últimos días de septiembre de 1776, con previó aprobamiento por parte del virrey, Antonio María de Bucareli.

El financiamiento de la expedición, debió de salir del erario público, como se presenta al virreinato, como un estado benefactor de los pueblos que conformaron a la Nueva España, pero leyendo el expediente técnico de la expedición del Sotavento, me encontré que Virreinato, como un estado autoritario, ejecutaba las obras que benefician a los vasallos del rey Español, para el caso de la inseguridad de las costas del litoral Novohispano, ante las de invadir cualquier poblado del Golfo de México, por parte de los corsarios ingleses, fue una preocupación constante de las autoridades, se solicitan apoyos financieros a diferentes instituciones, para allegarse mayores recursos económicos, con el fin de echar andar la expedición.

En los primeros documentos, que se tienen, son instrucciones por parte del virrey, enviados a las autoridades políticas de la provincia de Veracruz, con el fin, para que prestaran todos los recursos como auxilio necesarios, por parte de los ingenieros del Corral y de Aranda, entre los funcionarios coloniales, que residían en el puerto de Veracruz; como jefe de escuadra marinera, Antonio de Ulloa y el brigadier e ingeniero director, Manuel de Santisteva, a quien se entrego la documentación oficial, que los acreditaba para realizar los trabajos encomendados, para recorrer las costas del centro sur de Veracruz.

Entre los primeros apoyos logísticos, que solicitan, para iniciar los trabajos, siendo la vía fluvial como marítimas, el principal medio de comunicación, para los levantamiento requeridos, los accesorios primordiales que se utilizan:



Minuta de los auxilios, que necesitamos se nos subministren

en esta plaza, para la comisión a que nos hallamos destinados:

Dos tiendas de campaña.

Docena y media de achas.

Doce y media de machetes.

Dos obillas de con maderas con cuatrocientos varas y un

carrretel para [...]

Un escandolla de seis libras, con una sondelesa de veinte y cinco brazos.

Una abuja de marear.

Un piloto, y un carpintero de ribera.

Veracruz 2 de octubre de 1776. Miguel del Corral y Joaquín de Aranda.



Se trata de las cosas más indispensables, para realizar los trabajos ya formales, con pocos las elementos, para realizar una expedición en esas regiones. Pero las condiciones climáticas de las temporada de ciclones, hace que la salida hacia el mar, se posponga, hasta la normalización de las fuertes lluvias, por esos meses, Miguel del Corral mantiene una constante comunicación con sus superiores, con la finalidad de informar de todos los movimientos que se ejecutaron durante la expedición, desde el primer instante que zarparon con destino hacia el puerto de Alvarado:



12 de nobre de 1776.

Excmo Señor: Por haver continuado los nortes y aguas no emos podido empezar las operaciones en este puerto hasta el dia 3 del corriente, las que se han seguido sin ynterrupción hasta hoy [...]



Es muy extraño, que sólo hubiera solicitado a dos personas un piloto y un carpintero de la ribera, y pienso que debió que de tener más personal, en particular quienes conocían las rutas del mar y de los ríos de la zona, así como macheteros para la instalación de las tiendas de campaña, de estos últimos para limpiar las regiones selvática, por donde pasarían la caravana expedicionaria, en este sentido muchos de los pobladores de las costas del golfo de México y particular del Sotavento de Veracruz, eran esencialmente negros, mulatos, pardos, en una palabra afromestizos Veracruzanos. Estos participantes formaron parte del ejército de mano obra anónima.

El estado virreinal, ante la imposibilidad de financiar los costos totales de la expedición, en un primer termino acudió a su principal aliado histórico, como lo fue la iglesia católica, la religión oficial, en el auxilió financiero. Antes tuvo que exponer ante la jerarquía católica, los objetivos de la expedición, que consistían en resguardar las costas de Veracruz, y el establecimiento de una industria militar como el restablecimiento de los astilleros de la región.

Luego acudieron al apoyo económico, que representaba la iniciativa privada de su tiempo, entre los más acaudalados millonarios del sector minero, se encuentra don Pedro Romero de Terreros Conde de Regla,(1710 -1781) oriundo de Cartagena, en Huelva España. Pasando a la Nueva España hacia 1732, para atender la sucesión testamental de su hermano, José y posteriormente asumir la responsabilidad de los negocios de su tío don Juan Vásquez de Terreros, en Querétaro donde inicia parte de su fortuna, se asocia con Alejandro Bustamante Bustillo, en la explotación del Real del Monte. El conde de Regla, se encuentra involucrado en la estructura política del Virreinato, ocupando varios cargos públicos como alcalde ordinario de Querétaro, Alférez real, alguacil mayor, alternando sus actividad productiva con la política. Convirtiéndose en un importante benefactor de la cultura y la construcción de templos, se puede destacar la fundación del Real Monte de Piedad, que hasta nuestros días sigue prestando un importante servicio a la población de México desde 1775. Se afirma que tan prestigioso caballero llegó a prestar dinero a los virreyes en turno, como al marqués de Croix y al propio Bucareli, por todos los servicios prestados a la Corona Española y la Nueva España, el Rey Carlos III, le confiere el titulo nobilario del Conde de Regla 1768. En el proyecto de Miguel del Corral, obsequia la construcción de un navío de guerra con ochenta cañones, y la corona Española, en cambio le agradece tal donativo con los marquesados de san Francisco y san Cristóbal, para sus respectivos hijos, hacia 1776 cuando se inician los trabajos de la exploración en el Sotavento.

Voy a presentar parte de la correspondencia entre el conde de Regla con el virrey Bucareli, para los detalles propios de la donación de un barco militar y el interés propio del mecenas por conseguir algunos títulos nobilarios para sus familiares, que es una compra disimulada, para ingresar en la realeza española. La primera carta tiene un carácter de reservada:



La precisa atención del gobierno a promover lo más propio a la conservación de estos dominios del rey a dirigido sus ideas a la única medio de conseguirlo, por el de las fuerzas navales, y aumento de los buques de guerra en que se travaja con tesón en los astilleros de España y en los de las Américas [...] el piadosa corazón del Rey de que sus fieles vasallos vivan en todas partes con la quieta tranquilidad que inspira la seguridad de que no puedan ser insultados, me ha mandado, promover con los cuerpos de estas provincias, con los demás yndividuos [...] un servicio gracioso dedicado a la construcción de Buques de guerra. Ya el consulado de esta capital se ha distinguido con el celo que acostumbra [...] Señalar trescientos mil pesos para la construcción y habilitación de dos buques de guerra, y deseando yo que Vuestra señoría siga tan buen exemplo en la parte con que se lo permita la posibilidad de sus fondos [...] la cantidad con que voluntariamente podrá concurrier, [...] para tan digno obgeto como que merece toda la atención del Rey.

México 20 de Agosto de 1776.

La carta esta dirigida al conde de Regla, pero resulta curioso que no esta firmada por el virrey Bucareli. Con ella se inicia una intercambio frecuente de correspondencia entre los dos personajes antes citados. El representante del rey en La Nueva España, se presenta las intenciones de la ayuda, con el objetivo de aumentar la flotar naval y por la tranquilidad de la colonia novohispana, en ningún momento hace alguna referencia hacia los temores de nuevas incursiones por parte de los ingleses. Y como picándole un poco el orgullo, le informa que el consulado de la ciudad de México, va a portar una cantidad fuerte, destinado en la construcción de algún buques y rehabilitación de dos buques.

El conde de Regla, como todo un filántropo, no espere más tiempo, para darle contestación al virrey, en las siguientes líneas:



Mui señor mío: recibí la mui apreciable carta de V.E. de 20 del corriente, en la que se Dígna su bondad manifiesta, de los motibos que ha tenido el gobierno apromober el unico medio de conservar los Dominios de Ntro Rey y señor, y que las fuerzas navales, y aumento de los buques de guerra [...] He deteminado siendo del Real agrado del Rey, el que se construyan de mi quentta un navío de guerra de ochenta cañones [...] no habiendo un inconbeniente mayor dese nombre dicho navío Nuestra Señora de Regla.

Agosto 24 de 1776.



Como se ha mencionado de la fortuna que le dejó la explotación de la mina, su sentido común lo llevo que sus ganancias económicas, se volverán invertir en la Nueva España, con lo cual puedo realizar varias obras de beneficencia pública, en la tierra, que lo había convertido en un acauladado hombre de negocios, la gran mayoría de sus paisanos enviaba sus fortunas hacia España. En carta girada al Virrey donde se anuncia su donativo, expresa sus deseos que el buques lleve el nombre de Nuestra Señora de Regla, seguramente alguna Santa Católica.

El virrey, al recibir la contestación del conde de Regla, donde le presenta su donativo, le envía sus agradecimiento, por tan generosa donación, dándoles indicaciones para el deposito del dinero, para iniciar de pronto los trabajos, el documento original es poco legible en su lectura, con la fecha del 28 de agosto 1776, parece que se tiene un deposito de 150,000 pesos

Me parece importante señalar, que el servicio de correos en esos tiempos, tenía una eficacia plena, pues guiándome por las fechas de las distintas cartas que intercambia el virrey con el conde de Regle, existe muy poca diferencia de días. La Hacienda de San Miguel (Hoy Estado de Hidalgo) residencia de la Familia Terreros, y la distancia a la ciudad capital, donde se encuentra la residencia oficial del virreinato, debió de ser una distancia no muy lejos, contando con buenos caminos reales.

Con la autoridad moral y sobre todo económica del conde de Regla, inicia una serie de correspondencia con la autoridad virreinal, indagando sobre un posible reconocimiento por parte de la corona Española, como agradecimiento por su donativo de dotar al flota marina, de un nuevo buque de guerra:



Respectto a el [...] el Señor Arzobispo que llego a el día cuattro por la mañana [...] de dio faborables noticias de mis hijos [...] halle carta del apoderado del 24 de julio, en que me dice que la Real Camara sobre la aprobación que esta por obtener un titulo de nobleza y p que le hagan un informe, en el particular a la Real audiencia de esa corte para agilizar los nombramientos [...] El conde de Regla, en la hacienda de san Miguel 6 de octubre de 1776.



Los españoles durante todo el período colonial, vieron en las nuevas tierras conquistadas, un espacio más rápido para lograr gloria y poder, trabajando en las Colonias, en compañía de un poco de suerte, hasta convertirse en un distinguido noble. En la Nueva España, desde los primeros años de la conquista de estas tierras, Hernán Cortés al encabezar la conquista del imperio Mexica, en reconocimiento por aporte a las Reinos de Castillas y Aragón, recibe su primer titulo nobilario:

Real cédula del 6 de julio de 1529 [...] El rey le concedió [...] el título de Marqués del Valle de Oaxaca, y poco días después la autorización para vincular las propiedades que quisiera [...]



Así todo aquel Español que diera algún aporte sustantivo para la Corona o beneficios económicos para las arcas del reino, servicios militares, tenían la posibilidad de conseguir por parte de las autoridades reales un reconocimiento público, con la distinción de algún titulo de nobleza, al correr de los años esta reconocimiento, se fue corrompiendo, hasta llegar a la compra-venta de títulos nobilarios. El conde de Regla, inicia una manipulación con las autoridades títulos, con el fin de conseguir otros títulos de nobleza para sus hijos. Escribe al Virrey para que agilize todos los trámites burocráticos, para la confirmación de los marquesados designados a sus vástagos, en esa carta donde pide su intervención para la obtención de los títulos, parece ser que no hubo una contestación eficaz por parte del virreinatos. Luego informa al gobierno sobre el deposito realizado para la fabricación del buque de guerra, donado :



Excmo señor. Mui Señor mio recibí la mui aprecible carta de Vuestra Excelencia de 28 de agosto, y en cuanto a poner en las reales cajas ciento y cincuenta mil pesos, con la precisa condición de quedar responsable a el maio costo que pueda resultar de la cuenta de la construcción del navío [...]



Y no sólo realiza el deposito de su aportación económica, en enviándolo a las instancias correspondientes. Escribiendo que el costo del navío que el va a donar, saliera más caro su costo de fabricación esta dispuesto de pagar la diferencia del costo total.

En un par de mese, desde agosto en que se iniciaron los trámites burocráticos para la obtención de los marquesados para los hijos de Pedro Romero de Terreros, cabe señalar que la siguiente correspondencia, desde Madrid; España:



A consecuencia de lo que se previno a V. E. reservadamente en orden de 23 de abril ultimo, expone en carta de 27 de agosto próximo pasado, Los antececentes que la tenido presentes de los antiguos astilleros de los ríos de Goazacoalcos, y Alvarado, para providenciar el reconocimiento de las Barras de ellos, en los términos que manifiesta la copia de la ynstrucción que acompaña; incluyendo también V.E. las de los oficios que pasó al consulado de México, y al Conde de Regla, sobre el punto de donativo gracioso para fondo de la construcción de navales en este reino [...] que aparece haber ofrecido el todo del consulado trescientos mil peses para dos buques de guerra, y el Conde de Regla la cantidad necesaria para otro de ochenta cañones, indicando de que este llevase el nombre de Nuestra Señora de Regla [...] entrado el Rey de todo, y de las reflexiones [...] dándole espresivas gracias por su celos [...] conviene tenga el nombre la real armada de Nuestra Señora de regla alias el Terrero, para perpetuar la memoria del conde, y su familia, y que siempre haya navío con esta denominación en la misma Armada. Y en cuanto a los dos que costean el Consulado [...] se nombre el uno San Hipolito alias el mexicano [...] por haber ya un navío en la Armada llamado San Carlos; pero que eligiéndose ai el nombre, puede añadirsele el Profano de la Nueva España, en Lugar del que se quemó en Veracruz. Por este correo se previene al comandante de flota Antonio de Ulloa que suba a México con V.E. le teiene indicando, quando su presencia no sea precisa en Veracruz [...] Madrid 24 de diciembre de 1776. Joseh de Gálvez.



El virrey como presentante político del propio rey de España, le mantiene informado de sus gestiones en su virreinto encargado. Luego de conseguir el financiamiento por parte del consulado y del conde de Regla, La corona española al sentirse comprometida, decreta por medio de cédula real que el monarca Español ha designado dos nuevos marqueses en las personas de los hijos del don Pedro Romero de Terreros, rico minero y filántropo de la colonia de la Nueva España, que parte de su fortuna la donado para la beneficencia pública, como en el rescate de obras religiosas así como en la construcción de navíos militares:



En consideración a los anteriores buenos servicios de Vuestra señoría que acaba de hacer, ofreciendo costar un navío de ochenta cañones para la Real Armada: La convenido el rey en que los títulos de Castilla que mando ofrecer a V.S. para los dos hijos segundo y tercero don Francisco Xavier, y don Joseph María Romero de Terrero, sean el primero de marques de san Francisco, el segundo de san Cristóbal, como solicita V.S. en su carta del 24 de agosto ultimo [...] se avise de ello al referido Conde dándole a nombre del rey y soberana gratitud y real promesa de atender siempre a sus hijos y familia, según merecen la felicidad y amor, y generosidad en servicio de S.M. [...] Madrid de diciembre de 1776- Joseph de Gálvez.



Esta cédula fue enviado en un primer termino al virrey de la Nueva España y su respectiva copia al conde de Regla, que seguramente al recibir la notificación de los dos marquesados para sus hijos lo vio con una victoria política y económica, estos nos demuestra que las finanzas de la Nueva españa no se encontraban en sus mejores tiempos, pues todos esto es un autentico trueque donde te donó tal cosa, pero tu monarquía a cambio me gratificaras con algún titulo nobilarios, estos lo encantamos ya finales del siglo XVIII, cuando la vida política de españa y sus colonias, esta insertas en las dinámicas de las reformas Borbonicas, al primer hijo no se le menciona en nada, hay la posibilidad de que haya tenido su titulo de nobleza.

Del donativo entregado por el conde de Regla, se tiene parte de la documentación donde se acredita los montos entregados a las arcas Virreinales, como deja constancia:



[...] El thesorero de esta real casa de moneda me ha expressado quedar en su poder la cantidad de doscientos mil pesos que se le entregaron del orden del sor conde de Regla, para que tenga a dispocissión de vuestra excelencia. Lo que paso a su superior noticia para que le conste [...] México 23 de agosto de 1777 -don Pedro de Núñez.



En dicho documento se encuentra una nota aclaratoria del dinero depositado, que específica que la donación gracioso de parte del conde de Regla, que serían destinados para los gastos del astillero y la fabricación de un navío de ochenta cañones. En los mismos funcionarios Virreinales se intercambian la información acerca del donativo recibido, como para asegurar que los 200 mil pesos se encuentra bien resguardo, así Pedro Núñez de Villavicencio recibe la siguiente información:

Los doscientos mil pesos que según [...] avisa en villete de veinte y nueve de agosto ultimo [...] ha puesto el sor Conde de Regla en caxas de la tesorería de esa real [...] a mi disposición, prevendrá V. S. que, se entreguen a los oficiales reales de estas caxas matrices aquienes para su percibo he pasado con fecha de hoy el correspondiente decreto. México 4 de septiembre de 1777.



los fondos del financiamiento para la expedición del Corral, salieron fundamentalmente de la iniciativa de los particulares y de instituciones como lo fue la iglesia católica, del consulado de la ciudad de México y algunos ayuntamiento quienes atendieron al llamado del virrey para sus aportaciones económicas, en favor de una mayor seguridad en los litorales del Golfo de México. Entre las aportaciones económicas encontramos a:

Consulado de la Ciudad de México.

Conde de Regla.

Arzobispado de México.

Obispo de Puebla y Cabildo.

Obispo de Oaxaca.

Juan Lucas Lasága y Joaquín Velázquez.

Ministros del Real Consulado de México.

José de Prado y Ulloa.

Obispo de Valladodid.

Dean y Cabildo de Valladolid.

Cabildo de la Santa Catedral de Puebla.

Cabildo de Guadalajara.

Ayuntamiento de Veracruz.

López Márquez.

Ayuntamiento de México.

Obispado de Antequera.

Financiamiento para el establecimiento del Astilleros en Tlacotalpan y Construcción de navíos de guerra 1776.



Donante Lugar Fecha Donativo Fuente

Conde de Regla. San Miguel 1 de septiembre de 1776. $150,000 pesos. AGN. Marina. Vol.39 Exp.64 Fs. 98-99.

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Consulado de la ciudad de México. México 19 de septiembre de 1777. $300,000 pesos. AGN. Marina. Vol.39 Exp.73 F. 109.

Arzobispado de México. México 11 de abril de 1777. $80,000 pesos. AGN. Marina. Vol.39 Exp.74 F. 110.

Obispo de Puebla y Cabildo. México Sin Fecha. $50,000 pesos. AGN. Marina. Vol.39 Exp.75 F. 111.

Obispo de Oaxaca. México 27 de mayo de 1777. $4,000 pesos. AGN. Marina Vol.39 Exp. 76 F. 112.

Juan Lucas Lasága y Joaquín Velasquez. México 25 de noviembre de 1776. $300,000 pesos. AGN. Marina. Vol.39 Exp.78 F. 114.

Conde de la Torre de Cossio y otros. México 21 de agosto de 1776. $300,000 pesos. AGN. Marina. Vol.39 Exp.82 F. 119.

Cabildo de Oaxaca. Antequera. 7 de mayo de 1777. $2,000 pesos. AGN. Marina. Vol.39 Exp.95 Fs. 160-161.

Cabildo de Oaxaca. Antequera. 28 de mayo de 1777. $4,000 pesos. AGN. Marina. Vol.39 Exp.96 F. 162.



Dean y Cabildo de Valladolid. Valladolid. 6 de mayo de 1777. $80,000 pesos. AGN. Marina. Vol.39 Exp.98 Fs. 166-167.

Cabildo de Puebla. Puebla de los Angeles. 19 de abril de 1777. $50,000 pesos. AGN. Marina. Vol.39 Exp.99 Fs.170-172.

Cabildo de Guadajara. Guadalajara. 16 de mayo de 1777. $20,000 pesos. AGN. Marina. Vol.39

Exp.103 Fs. 179-180.

José Gregorio de Ortega, Obispo de Antequera. Antequera. 29 de abril de 1777. $2,000 pesos.Como donativo personal. AGN. Marina. Vol.39 Exp.105 Fs. 183-184.

Ayuntamiento de Veracruz. Veracruz. 30 de abril de 1777.



$50,000 pesos. AGN. Marina. Vol.39 Exp.121 Fs. 219-212.

Ayuntamiento de México. México. 16 de Junio de 1777. $80,000 pesos. AGN. Marina. Vol.39 Exp.124 F. 226.

Diputación del comercio Español. Jalapa, Ver. 15 de mayo de 1777. $150,000 pesos. AGN. Marina. Vol.39 Exp.129 Fs. 242.



Las peticiones de donativos economicos, para la realización de en las costas Veracruzanas, fueron bien vistos, por los clérigos,

ayuntamientos, y la clase pudiente. Sólo los miembros de la diputación del comercio Español, establecidos en Jalapa de las Ferias presentaron cierta discrepancias, pero finalmente decidieron apoyar la invitación que les había formulados el Virrey Antonio María de Bucareli.

En los primeros meses del año de 1776, La corona española, se ve en la necesidad de presentar un real cédula, donde presenta la situación bélica de España con otros reinos y de ahí su extrategía de resguardar sus posiciones en ultramar. La real cédula dice lo siguiente:



[...] sobre las precauciones que se deberán tomar a fin de prevenir las resultas que puede tener la presente guerra de los ynglese con sus colonias y con el motivo también de las considerables fuerzas marítimas y terrestres, que han puesto los Portugueses en el Brasil, y las fronteras de las provincias de Buenos ayres, y el Paraguay, ha resulto el Rey aumentar quanto sea posible sus armadas navales así en España como en Yndias [...] se acordado S.M. restablecer el Astillero que antes hubo en el Rió de Alvarado, y el pueblo de Tlacotalpan, donde se construyeron algunas baxeles de Guerra,[...] a los cabildos, al consulado de esas ciudad y a los cuerpos de comercio y mineros de las otras del reyno, a que ofrescan [...] la fabrica de alguno, navíos y fragatas de guerra[...] Aranjuez 23 de abril de 1776. - Joseph de Gálvez.



Los trabajos que inicia el ingeniero Miguel de Corral y Joaquín de Aranda hacia principios del mes de septiembre, en puerto de Alvarado y Tlacotalpan, para posteriormente internarse por los ríos del Bajo Papaloapan, llegando hasta Tuxtepec ya en la sierra, y hasta el río Coatzacoalcos, pasando por importantes poblaciones con los Tuxtlas, Chimaneca, Otatitlan, Acayucan, y muchos más.

El virrey Antonio María de Bucareli, una vez ya autorizada la expedición que encabezarían del Corral y de Aranda, por el Sotavento Veracruzano. Les envía 21 instrucciones que debían de observar durante sus recorridos por las costas del Golfo de México, entre los puntos a observar son: examinar el fondo de las barras de los ríos de Alvarado y Coatzacoalcos, como reconocer sus terrenos, montes y pueblos que están cerca del río, para el establecimiento del astillero para la fabricación de los navíos. La relación de los requerimientos para la exploración, los comisionados se acreditaran ante las autoridades correspondientes. Se levantarán los mapas desde el puerto de Alvarado hasta el río de Coatzacoalcos, con todos los detalles de esteros y arroyos. En los mismo mapas deberán de señalarse los parajes donde se encuentra madera, los costos de transportación hacia el lugar en que encuentre el astillero. Con conocer las diferentes calidades de las madera que existen en la región. Una vez obtenido el examen de las barras y los ríos, se daría conocer el lugar del astillero dejando asentado las facilidades para la salidas los buques; como una relación de las circunstancias de los sitios elegidos para el astillero, informando acerca de la población, en particular del abasto de una mano obra. Como se eligió el lugar para el astillero, pidiendo una breve monografía de la población donde se instalara el astillero,el número de ganado que existe en la zona, como haciendas, ranchos y pueblos cercanos. Las ventajas del lugar para establecer el astillero. Enviar el presupuesto para empezar la construcción del astillero. También deberán de tomar en cuenta las comunicaciones con las ciudades importantes del virreinato, sus facilidades como dificultades, tomando en cuenta los tiempo de paz y de guerra. Deberán de reflexionar de las fortificaciones, para la seguridad de la colonia, ante los posibles conflictos belicoso. Los comisionarios de la expedición, deberán recoger mil pesos para los gastos personales. También de los gastos que genera la expedición, desde los sueldos de los empleados. El virrey pide al encargo de mantener una constante comunicación vía correa de todos sus actividades, dichas recomendaciones tiene la fecha del 23 de agosto de 1776.

Para la realización de esta expedición Corral debió de contar con todo un equipo logístico que conociera la región, el propio Virrey gira instrucciones al gobernador de la plaza de Veracruz, para que auxilien en todo lo posible a la misión especial, como también a los alcaldes mayores de la región. El Sotavento Veracruzano, fue una de las zonas menos poblada de la Nueva España, principalmente por la insalubridad existente en el litoral. De los pobladores más aptos para habitar la región, fueron los negros africanos y sus descendientes ya fueran pardos o mulatos, en una sola palabra los Afromestizos. La población de origen africano, se encuentra ya bien establecida desde Tamiahua, Veracruz, Alvarado, Tlacotalpan, Coatzacoalcos.

Ante la carencia de archivos parroquiales del Sotavento, relativos al período colonial, pero sólo observando en la actualidad a la población se puede inferir que esta región fue irrigada por a la sangre africana.

Miguel del Corral, en toda la documentación acerca de su expedición no hace ningún comentario acerca de los afromestizos, que pudiera observar durante su trabajo, para sus información exploratoria recoge una información censal de Tlacotalpan donde si menciona como se encuentra la población de dicho paraje. Ignorando totalmente a los afromestizos, quienes en muchas de las poblaciones con la mayoría poblacional, y tiene un mejor conocimiento del especifico geográfico, sus experiencia de trabajar en los ríos, como también monteros, acheros, vaqueros. Pero ni como guías fueron utilizados, en sus informe de gastos realizados por Miguel del Corral, menciona a una serie de personas que trabajaron con él. Y la mayoría fueron los indígenas quienes seguramente eran los mejores conocedores de los caminos, ríos, vederas, así entonces que los pardos ni mulatos fueron utilizados como mano de obras, según constar en los documentos, al no ser que por su misma condición de casta les hubiera importado anotar en sus reportes del Corral.

Entre los gastos efectuados, en la expedición se encuentran los siguientes personas que recibieron pagos, por servicios prestados a la expedición. Este importante señalar, en los documentos donde de justifican todos los gastos erogodos por los trabajos de la expedición, encuentra diferentes actividades, que van desde rentar las piraguas o canoas, sus conductores, carpinteros, acheros, mozos y otras actividades no especificadas. Miguel del Corral en estas relación de gastos, hace algunas anotaciones acerca de la casta que pertenecían los individuos con quienes trataron, así por ejemplo cuando incluye el "Don" es evidente que esta escribiendo de algún español o criollo; a los naturales de la región, luego de escribir su nombre y apellido, nota que es indio y cita de pueblo. En el primer apartado que se relaciona con Alvarado y Tlacotalpan a todos sus empleados, sólo anota su nombre y apellidos y sólo servicios prestados, como también el sueldo recibido:



Primeramente 360 pesos de 9 meses de salario a Don Pedro Carbaxal encargado de la herramienta y víveres de mozo a razón de quarenta pesos al mes..........................360 pesos.

Por 20 pesos que ganó Marcelo Cuello a raíz de una de las piraguas que sirvieron en el sondeo de la Barra, y reconocimiento de la laguna la camaronera, en un mes y ocho días que empleos...............................................20 pesos.

Por 15 pesos y 1 real pagados a salvador antonio mozo de dicha piragua, en un mes y ocho días que se empleo a razón de 12 pesos al mes................................15 pesos 1 real.

Por 72 pesos que se le pagaron a Pedro Joseph, Montero que se empleo seis meses a razón de doce pesos al mes.....72 pesos.

Por 10 pesos pagados a don Vicente de la Esquina de una canoa viaxera, que se empleo hasta el paso de san Juan Michapa...10 pesos.

Por 3 pesos y 6 reales pagados a Jph Vizente Martínez carpintero de seis hachas y 8 machetes que amolo y hacer dos caxoncitos, uno para las hachas, y otro................................... 3 pesos 6 reales.



Tambien los siguientes trabajadores aparecen en la nomina: Diego Martín, Lucas Martín, José González, Manuel Muxica, Martín Rosendo, Pedro Cuello, Christobál Bravo, Fernando José, Manuel Cruz, Juan Cortes, Francisco Hernández, Juan Pedro, Ramón Camacho, Pedro José Romero, Pasqual de los Reyes, Francisco Savana, Bernardo Carmona, Julián Ferman, Juan Sarmiento, Raimundo de Soto, José Antonio, Salvador Martínez, José Salbador, Nicolás Ambrosio, Don Vicente de la Esquina, todos ellos asistieron a la empresa de del Corral, seguramente en su totalidad eran pardos y mulatos de Tlacotalpan y Alvarado, sin que Miguel del Corral en su informe no haya puesto la casta a la que pertenecían, ya que fueron ocupados primordialmente como monteros, hacheros, mozos, carpinteros. Hubiera sido interesante conocer detalladamente a que casta pertencian. En los trabajos de exploración de Acayucan hasta Coatzacoalcos sus empleados en su mayoría eran indígenas de la zona; José Ramón indio del pueblo de Xaltipan, Domingo de la cruz indio del pueblo de Otiapa, Matías martín indio del pueblo Cosoliacaque, Andrés López, Domingo Martín, Diego Lorenzo, Juan Ramírez indio de Cosaliacaque, Lucas Reyna indio, Bartolome Bazquez, Nicolás Basquez, Joséph Antonio Molina, Pedro Carmona, Nicolás Baca, Manuel Marccelino, Salvador de León, José Savana y don Ramón Carvallo quien alquilo dos canoas, y más de una doce de indios que trabajaron

de una manera de eventuales, todos estos documentos fueron certificados por los tenientes justicias de san Cristóbal Alvarado y san Cristóbal Tlacotalpan como el alcalde mayor de la provincia de Acayucan, con fecha del 26 de julio de 1777.











































Conclusión



El pasado histórico de lo que hoy conocemos como estado de

Veracruz no ha sido plenamente reconstruido en la parte que corresponde a la época colonial.

Son pocas las poblaciones veracruzanas que tuvieron un papel importante durante los trescientos años de dominación española. Sólo el puerto de Veracruz fue considerado como relevante en todo el territorio virreinal; fue el punto por donde entraron los españoles conquistadores, y asiento del primer ayuntamiento en tierras firmes de América continental. Además siguió siendo la puerta principal hacia el interior de la Nueva España. En Veracruz anclaron los primeros barcos con esclavos africanos provenientes de África occidental, luego de su captura, pasando por las factorías portuguesas y por La Habana, principal puerto del Caribe español. Al llegar al puerto de Veracruz eran distribuidos a los más diversos puntos de la geografía novohispana, vendidos como esclavos, bien para los ingenios de azúcar o bien para los centros mineros de la Colonia.

Todo comercio entre la Colonia y su metrópoli se realizaba a través del puerto de la Villa Rica de Vera-cruz. Fue hasta finales de la Colonia cuando se autoriza a Campeche y Acapulco operar como puertos comerciales. De este último zarparon los conquistadores de las Filipinas.

Además del puerto otras cuantas poblaciones veracruzanas adquieren cierta importanca durante la Colonia. En Xalapa, entonces conocida como Jalapa de la Feria, en el curso del siglo XVIII se efectuaban las ferias comerciales entre mercaderes españoles y comerciantes del altiplano central y otras partes de la Colonia. Orizaba y Córdoba se caracterizaron por ser centros cañeros durante el virreinato, y por ende centros de población esclava africana, empleada en la siembra, cultivo y cosecha de la caña de azúcar.

Cosamaloapan, los Tuxtlas y Acayucan son localidades ubicadas al sur de la provincia de Veracruz, regiones con un clima cálido que las hace insalubres, razón por la cual fueron poco habitadas por los españoles conquistadores; en cambio, indígenas y negros africanos logran sortear con mejor fortuna las adversidades que les imponían las altas temperaturas. En la región de los Tuxtlas, a mediados del siglo XVI, el mismo Hernán Cortés establece el primer ingenio azucarero, cerca de Santiago Tuxtla, en tierras pertenecientes al marquesado del Valle de Oaxaca. A esta región destina el primer contingente de esclavos traídos a la Nueva España: 500 negros bozales procedentes de Cabo Verde, y con ellos se inicia mestizaje con las dos etnias hasta entonces establecidas en estas tierras: la indígenas y española. De estas mezclas surgen los mulatos y pardos, principales pobladores de la costa del Golfo de México.

La falta de investigaciones formales acerca del pasado colonial veracruzano se debe, primordialmente, a la ausencia de fuentes primarias. Los archivos coloniales en el estado de Veracruz son prácticamente inexistentes. Lo mejor con lo que se cuenta está en el Archivo General de la Nación, contenido en un número importante de documentos para la historia local. En el ramo de Tierras existen poco más de 700 expedientes que dan fe de la lucha por la tierra en la geografía veracruzana, sin dejar de mencionar la importancia de los otros ramos.

La pérdida de nuestros archivos novohispanos ha tenido diversas causas, entre las principales se encuentran las constantes inundaciones que han asolado el territorio, así como algunos incendios, en particular en poblaciones de la Cuenca Baja del Papaloapan.

En Xalapa se encuentran los archivos notariales virreinales de las principales ciudades: Veracruz, Jalapa, Córdoba, Orizaba y Jalacingo.

Los archivos eclesiásticos correspondientes a esa época también se han perdido casi en su totalidad. Aunque existe la esperanza de que se abran los archivos de la Arquidiócesis de Puebla pues en éstos está contenida la información de lo que fueron los obispados de Tlaxcala, con sede en la ciudad de Puebla, y el de Antequera, hoy Oaxaca.

El espacio geográfico en estudio, Tlacotalpan, cuenta apenas con un archivo que custodia media docena de volúmenes de la Colonia tardía, que comprende de 1762 a 1821, cuando México proclama su emancipación de España.

Mi interés por el estudio de la población afromestiza de Tlacotalapan en las últimas décadas de siglo XVIII, surge a raíz de varias estadías en los municipios del Sotavento veracruzano, al percatarme de una asentuada herencia africana. De esa manera surge la interrogante: ¿A partir de cuándo y bajo qué circunstancias se asientan los esclavos africanos en el Sotavento? La respuesta la da el doctor Aguirre Beltrán en su libro Los pobladores del Papaloapan: Biografía de una hoya, editado en 1992.

El estudio de Aguirre Beltrán está fundamentado en sus pesquisas en el Archivo General de la Nación, sin embargo faltaba indagar en los archivos regionales. Esto último fue mi cometido.

En la bibliografía que consulté antes de acudir a los archivos se consigna que en el siglo XVIII se da una disminución de negros bozales o de nación, como consecuencia del contrabando de negros a través de las costas del Golfo de México, al mismo tiempo que la población de mulatos y pardos se ve acrecentada; éstos fueron reemplazando a los esclavos bozales, que desde el siglo XVI venían siendo introducidos a la Nueva España, para sustituir a los indígenas que en gran número de casos no soportaron la explotación a que fueron sometidos.

La Nueva España así como el resto de las colonias, hacia la segunda mitad del siglo XVIII se reorganizan económica, social y geográficamente, como resultado de las reformas borbónicas dictadas desde la Corte española, con el propósito de hacer más productivos sus territorios en el Nuevo Mundo.

Entre la valiosa información que se conserva en el Archivo Municipal de Tlacotalpan se puede examinar una docena de documentos notariales; en éstos se puede constatar que la ganadería era unas de las principales actividades económicas de la región.

Para el cuidado del ganado vacuno se empleó mano de obra de pardos y mulatos, llamados también afromestizos. Ellos conformaron la cultura jarocha.

Entre la documentación consultada para la realización de esta tesis localicé más de una docena de referencias a negros esclavos, pardos y mulatos. La ausencia de mayor información referida a éstos aparentemente hacía suponer que el número de población de origen africano era insignificante. Sin embargo en los censos levantados por Miguel del Corral, en julio de 1777, y José Luis de la Esquina, de 1803, se demuestra lo contrario: que la población de afromestizos en el partido de San Cristóbal Tlacotalpan era numerosa.

Miguel del Corral, en su Relación,, los ubica en segundo lugar, afirmando que eran 320 mulatos; años más tarde José Luis de La Esquina, político local, en su censo presenta a los mulatos y pardos en primer lugar, con l,612 censados. Tales datos ratifican que estos pobladores desarrollaron trascendentales tareas en la vida cotidiana de Tlacotalpan, tanto en lo económico como en lo social y cultural.

En el transcurso de la investigación también hallé tres casos de proceso de limpieza de sangre, a que se sometieron españoles y criollos de la región para comprobar que por su sangre corría sangre de católico viejo, sin ninguna clase de mezcla con moro, negro o judío. Los casos siguieron las diligencias correspondientes dictadas por el Santo Oficio, encargado de vigilar la vida moral de las colonias. En uno de los procesos citados, además de los testigos, el interesado muestra toda la documentación de los miembros de su familia; entre los documentos presentados se encuentra un libro con las partidas de casamiento y bautizo de españoles y pardos. El hecho de que en el mismo registro de los españoles se asentara a los pardos es un dato más que demuestra que la comunidad afromestiza en Tlacotalpan era de tal importancia que en los libros de registro religioso era incluida, a pesar de que en muchos otros ámbitos de la vida económica, política y social eran completamente ignorados.

La falta de mayor información que pudiera confirmar la veracidad de los datos presentados en los censos aludidos, obedece, en buena parte, a la pérdida de los archivos, pero por otro lado se debe también al hecho de que los afromestizos en su mayoría se encontraban en condiciones de sirvientes o esclavos, y por lo tanto prácticamente no se les concedía ningún tipo de derecho.

Otra interrogante más al iniciar este trabajo era si el ingeniero Miguel del Corral y Joaquín de Aranda, en la exploración iniciada en 1776 y concluida en julio de 1777, habían contado con la participación de los afromestizos de Tlacotalpan, tomando en cuenta que esta población era el eje de las operaciones y también uno de los sitios seleccionados para el restablecimiento del antiguo astillero en la zona.

En el curso de las pesquisas logré encontrar el expediente técnico de la exploración, así como parte de la correspondencia que sostuvo del Corral con el virrey en turno, Antonio María de Bucareli. Dicha correspondencia contiene toda clase de información desde las primeras salidas: las leguas que distan entre los parajes, así como un sugestivo reporte acerca de las condiciones de la vegetación y las actividades de cada pueblo. El detallado y extenso título del reporte es: Relación de los reconocimientos practicados por el ingeniero en segundo el coronel don Miguel del Corral, y el capitán de fragata graduado don Joachin de Aranda, de orden del Exmo Sor B. Fr. Don Antonio María de Bucereli y Urzúa, virrey, gobernador y capitán Gral. del reino de la Nueva España, desde la barra de Alvarado, hasta Goazacoalcos; y de todos los ríos que desaguan por dichas barras, montes y terrenos comprehendidos entre el río de Alvarado, que sigue por Cosamaloapan, y tiene su origen en la Sierra Madre próximo a Songolica; y del de Goazacoalcos, que pasa una legua de Sta. María Chimalapa, dilatándose por esta parte hasta la Mar del Sur, como manifiesta el mapa o carta geográfica, que se ha formado de todo el terreno reconocido al que se le ha agregado la costa de Barlovento, desde Alvarado, a Boquilla de Piedra, y los terrenos internos hasta la villa, y Xalapa, que se reconocieron y levantaron los años de 65 y 67.

Esta relación fue fechada el 21 de julio de 1777 en el partido de San Cristóbal Tlacotalpan, y a partir de entonces se le conoce como Relación del Corral.

A finales del siglo XIX se publicó un fragmento de ella, en la Revista Universal, en su número 3, del año de 1873.

Ya en este siglo Leonardo Pasquel, en 1964, edita el trabajo de la exploración del Corral; expone en el documento una breve biografía de Miguel del Corral, sin citar la fuente de información. Sin embargo, drante la revisión bibliográfica, se logré saber de dónde toma los datos personales del ingeniero. Me refiero al libro que escribiera José Luis Sariego del Castillo: Historia de la marina España en la América septentrional y pacífico (Sevilla, España, 1963).

Algunos datos de la biografía del ingeniero Miguel del Corral que presento en esta tesis, los obtuve de algunos documentos del Archivo General de la Nación y del Archivo Municipal de Tlacotalpan. Y casi a doscientos años de haberse escrito la relación, Alfred H. Siemens, elabora el primer análisis científico de los trabajos de la exploración por el Sotavento Veracruzano. En su análisis, Siemens muestra detalladamente todo el recorrido, así como los pueblos por donde pasan los exploradores, los recursos naturales de la zona y las haciendas del siglo XVIII.

En conclusión, Miguel del Corral, como responsable de la exploración por las costas del Sotaveto, en la documentación administrativa da cuenta de los individuos que fueron empleados para la realización de los trabajos exploratorios, y de los diversos servicios en que fueron destinados los contratados. En el trayecto de Alvarado a Acayucan, en Tlacotalpan principalmente, se deja ver que fueron los afromestizos quienes realizaron los trabajos para la exploración, pues en la relación de gastos se registra el nombre y apellidos del jornalero, sus funciones y el sueldo. De Acayucan a Coatzacoalcos, además de estos datos se especifica que se trata de indios, y el lugar al que pertenecen. Esto me lleva a confirmar que fueron los afromestizos e indios quienes llevaron a cuestas el trabajo de exploración, ya fuera como monteros, acheros, conductores de piraguas o simples cargadores.

Por todo lo anterior podemos afirmar que, en el periodo que va de 1760 a 1800, los afromestizos de Tlacotalpan, fueron pieza fundamental para el desarrollo de la economía regional, y conformaron lo que hemos dado en llamar cultura jarocha, con todas sus implicaciones sociales, políticas, religiosas, ideológicas y artísticas.

Jalapa de Enríquez, Ver. Noviembre 23 de 1994.

























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